
Especial cinco años de la pandemia
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Especial cinco años de la pandemia
Las cifras de la tragedia en Castilla y León: las 20.827 vidas que se llevó el virusUNA mascarilla en la parada del autobús. Detrás de ella hay una mujer que va, parece, de recados. Y quizá hoy se ha levantado con ... tos, dolor de cabeza, puede que después de una noche con fiebre, dolor muscular. Y se ha puesto la mascarilla porque, en fin, algo aprendimos de aquello. Solo que ahora, apenas 20 meses después de que el Gobierno decretara el fin de la pandemia de covid y de las mascarillas obligatorias, ver esa tela quirúrgica aún sacude una punzada en el ánimo.
Y hay que hacer un suplemento, dicen. Este. Que han pasado cinco años. Y volver a la web de la Junta de Castilla y León, donde vuelven a aparecer aquellas malditas gráficas.
Hoy, sábado 1 de marzo, mientras las teclas desgranan este párrafo, hay dos personas ingresadas en las unidades de críticos por covid.
«Un fallecido no es un número; un fallecido es alguien con una historia, con una biografía, y quiero que la contemos». La orden la dio el director de este periódico, Ángel Ortiz, a todos los periodistas de El Norte, entonces confinados. Se cumplió. Lo verán en las siguientes piezas de este especial.
Pero no sabemos quiénes son estos dos críticos de hoy. O los 15 hospitalizados en planta.
«La covid se 'gripalizará'», decían los médicos entonces, cuando se hacía difícil ver el final de la negrura. Los expertos. La ciencia. Lejarazu, Eiros, Rosell, Corell, Casado, Simón. El epidemiólogo burgalés del Mount Sinaí, García-Sastre. Había que rebuscar un poso de esperanza en el fondo de sus frases.
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Hoy sabemos que acertaban. Que se 'gripalizó'. Y eso supone una felicidad que no puede evitar mirar de reojo a cada brote de una mutación de la gripe aviar, aunque se produzca en un rancho norteamericano, tan lejano y tan cercano como un mercado de Wuhan. La amenaza de Schrödinger, olvidada y presente a la vez.
Desde el 18 de marzo de 2020 han muerto 20.827 castellanos y leoneses por culpa de la covid. Es el dato que figura en la web de transparencia de la Junta de Castilla y León. Eso significa que desde aquel 18 de marzo hasta hoy, casi cinco años después, cuando usted se acerca a esta revisión de la pesadilla, es como si hubieran muerto más de 12 personas diarias por culpa de esta enfermedad que no existía antes de 2020.
Solo que la estadística hace trampa. En el infausto 2020, hasta que le pusieron la primera dosis de la vacuna a Áureo López, el primer inmunizado de Castilla y León, el 27 de diciembre de aquel año, murieron 7.918 personas. Casi 28 al día.
Un goteo continuo, imparable, con picos insufribles. Jornadas como aquel día de noviembre en el que fallecieron 41 personas, cuando descubrimos que una pandemia no era más que una sucesión de olas. En aquel entonces arreciaba la segunda. Y aún quedaban cuatro más.
El día que pincharon a Áureo López había 429 enfermos hospitalizados en planta. 143 en la UCI. Eran muchos más de los que podía soportar, cuando todo se inició, una red hospitalaria que hoy ha crecido hasta las 338 camas habilitadas en las UCI.
¿Se acuerdan de las UCI extendidas? Fue uno de aquellos conceptos con cinco minutos de gloria en la historia. Significaba que cualquier lugar con capacidad para albergar un respirador se había convertido, de pronto, en una cama UCI. Y aquello derivó, con todas las restricciones, en la dificultad para atender a los enfermos de otras patologías. El cáncer, las enfermedades crónicas. Difícil saber cuántos murieron porque la covid, como una planta invasora, lo colapsó todo y los relegó al final de la cola. Lo urgente y grave desplazó a lo 'solamente' grave.
Hay más conceptos olvidados. El comité de expertos, del que nunca se llegó a publicar el acta de la última reunión. La desescalada. La nueva normalidad, que hoy ya es, increíblemente, la vieja normalidad de siempre. Sobreviven las vacunas, aunque ya no tienen la etiqueta Astrazeneca o Pfizer, sino Comirnaty e incluso Comirnaty Minipediátrico (281 dosis se han puesto en la última campaña de refuerzo). En total se han inoculado, este invierno, 402.809 dosis.
La vacunación tenía un doble objetivo: gripe y covid. (Sí, de nuevo, la covid se ha 'gripalizado'). En los más mayores, la población de riesgo, alcanza una cobertura por encima del 75% (el 79% en los hombres) en aquellos que superan los 75 años. Se queda entre el 61% y el 64% en los que tienen de 70 a 75 años. También hay cifras muy altas de inmunización en los niños, con cerca de un 45% para los menores de 2 a 5 años.
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Los mayores fueron, son, los más desprotegidos contra estos virus respiratorios. Mientras en Madrid se intenta que la investigación sobre las muertes en las residencias siga viva, en Castilla y León se aprobó en 2024 la ley que regula el modelo de residencias.
Desde que la covid apareció, 15.426 personas mayores de 80 años han fallecido por culpa de la enfermedad. Que quizá no haya sido, en algunos casos, más que la complicación que puso el remate a otra dolencia. Pero ahí estaba. Es el 74%. Tres de cada cuatro. Por encima de los 60 años se concentra el 96,3% de los fallecidos.
En tiempos de charlatanería propagada por las redes y con un antivacunas al frente de la Sanidad norteamericana, cabe recordar aquellos momentos en los que la covid no encontraba barreras. Las crónicas hablaban de otro concepto hoy olvidado: el número de reproducción básica. Traducido, el número de personas a las que podía infectar un enfermo. Un número bajo vigilancia. Cuando este se disparaba, la primera consecuencia era que crecía otro concepto, el de tasa de incidencia acumulada por cada 100.000 casos.
Hoy, todos los indicadores de riesgo que observaba la Junta de Castilla y León para ordenar las fases de la desescalada están subrayados en un verde saludable. Convivimos, como se anunció, con la enfermedad. Bares, lugares públicos, estadios, pabellones, vuelven a albergar multitudes sin miedo, aunque algunas pegatinas en el suelo aún marcan la distancia de seguridad. Hay quien vuelve a ir a trabajar tosiendo y con mal cuerpo -hay cosas que cuesta aprenderlas-, saludamos con dos besos y el gel hidroalcohólico dormita en el cajón de la oficina o en el estante del cuarto de baño. Al lado de la mesa de Deportes, en el corcho, aún queda un póster informativo sobre «el virus de Wuhan». Nadie lo mira. Pero no lo quitamos.
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