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Socorro Martínez, jefa de la Unidad de Rehabilitación del Benito Menni, con un paciente en el centro hospitalario. José C. Castillo

Especial cinco años de la pandemia

Covid persistente: las cicatrices que no desaparecen

Fatiga física y mental, dolores de cabeza o pérdida de olfato o gusto son algunas de las secuelas que aún a día de hoy sufren muchas personas que superaron el virus

Eva Esteban

Valladolid

Jueves, 13 de marzo 2025, 06:47

Apenas habían pasado diez días del estallido de la pandemia, pero Socorro Martínez, jefa de la Unidad de Rehabilitación del Benito Menni a la postre responsable de la primera Unidad Postcovid de España, ya intuía, por su dilatada trayectoria, que la covid-19 no era un catarro más. Los primeros pacientes que se habían contagiado del virus y que llegaban al centro hospitalario, hacia finales de marzo de 2020, requerían una rehabilitación «integral». Presentaban una incapacidad «prácticamente total» e incluso alguno de ellos llegó tetrapléjico.

Fue ahí, admite, cuando se dio cuenta del cariz que estaba adquiriendo la emergencia sanitaria, que los pacientes deberían hacer un arduo trabajo para recuperarse, física y psicológicamente. «Vi que no era una convalecencia normal, que tendríamos que aplicar más criterios, y planteé crear una unidad concreta para estos tratamientos», comenta Martínez.

Por sus 'manos' y las de su equipo -la unidad, hoy reconvertida en área de alta especialización neurológica, estaba compuesta por una quincena de profesionales entre fisioterapeutas, logopedas, psicólogos...- han pasado a lo largo de estos cinco años hasta 300 pacientes, aunque ingresados llegaron a estar entre 180 y 200. El resto -incide- eran «consultas de gente que quizás su secuela no era tan grave como para estar ingresado, pero sí tenían secuelas neurológicas suficientes para que ellos mismos o su familia buscaran ayuda».

El periodo de recuperación de cada uno era muy cambiante. El paciente que menos tiempo de recuperación requirió fue mes y medio. El que más, estuvo hasta seis meses, aunque lo más usual era un tiempo medio de rehabilitación de entre dos y tres meses.

El primero llegó al centro hospitalario del paseo de Juan Carlos I aproximadamente una semana después del inicio de la pandemia. Su fase de recuperación se solapó con la declaración del estado de alarma, puesto que había ingresado en un hospital de Valladolid con una neumonía dos meses antes, a finales de enero.

Arancha Barniol, en el centro, junto a Elisa Fernández (derecha) y Noelia Seller, que padecen covid persistente. Rodrigo Jiménez

El último que pasó por el Benito Menni en busca de ayuda profesional para acabar con las secuelas que la covid le había dejado recibió el alta en junio de 2024. La más habitual con la que los especialistas se encontraron fue la debilidad muscular y la «incapacidad de caminar». La «siguiente dificultad era el agotamiento» y la denominada «niebla mental». A todo ello había que sumar la pérdida del sentido del gusto y del olfato.

La gran mayoría se recuperó de esas secuelas, si bien a día de hoy hay quienes no han logrado superarlo y padecen aún, por ejemplo, cansancio, fuertes dolores de cabeza o no tienen gusto u olfato. «Hay pacientes que siguen con secuelas, sobre todo de tipo respiratorio», subraya Martínez, quien considera que estas personas pueden perfectamente recuperarse algún día, aunque con la ayuda de profesionales. «Solos es más complicado», apostilla.

«Somos invisibles, no nos contabilizan ni nos nombran en ningún sitio»

Arancha Barniol

Portavoz de la Asociación Covid Persistente

Una de las personas que todavía está en la actualidad sufriendo ese «calvario», como se refiere, es Arancha Barniol. De 55 años, es además portavoz de la Asociación de Covid Persistente de Castilla y León. Se contagió en junio de 2020 cuando trabajaba en una residencia de mayores y desde entonces padece «muchísimo dolor de cabeza y fatiga». «A mis médicos siempre les decía que había un antes y un después; el 23 de junio (su cumpleaños) era una persona y el 25, cuando me contagié, otra completamente distinta», lamenta.

Su «falta de memoria», dice, provocada por el virus le ha llevado incluso a perderse en la puerta de su casa. «Llevo cinco años que no puedo leer un libro. Me tengo que hacer un resumen de lo que leo para no tener que volver a empezar», asevera.

Fue a raíz del paso de los meses, cuando la situación no mejoraba ni les proporcionaban un diagnóstico claro, cuando los pacientes de covid persistente decidieron aunar fuerzas y agruparse. Aún con todo, desconocen cuántos pacientes hay en la comunidad en la actualidad con covid persistente. «Está funcionando bastante mal, no nos contabilizan. Si en 2023 calculábamos que había unos 85.000, ahora habrá más de 100.000», estima. «Somos invisibles, no nos nombran en ningún sitio», sentencia Barniol.

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