Secciones
Servicios
Destacamos
La despoblación pende como espada de Damocles sobre la España interior en un proceso que, por mucho que se habla de él y sus posibles soluciones, parece no tener freno. Pero la pérdida de habitantes no es algo que afecte a la totalidad de pueblos ... pequeños. La provincia de Valladolid arroja un saldo de 4.318 habitantes menos en los años que van de 2016 a 2021 (son las últimas cifras oficiales del INE, a 1 de enero de cada año) y la capital, un resultado también negativo que casi iguala esa cifra, 4.101. Es sabido que los municipios cercanos al núcleo capitalino no sufren esta pérdida de población y que algunos, incluso, ven crecer su censo con robustez. El caso más notorio es el de Arroyo de la Encomienda, con 1.674 vecinos más en este periodo (casi el 9%) o, algo más allá, el de Aldeamayor de San Martín, con 712 nuevos empadronados (14%). Más inusual resulta que un puñado de pequeños municipios diseminados por toda la provincia, desde Tierra de Campos a la Ribera del Duero o los Torozos, localidades de 100 vecinos o menos, hayan ganado población en estos tiempos urbanitas.
De los 225 municipios con que cuenta Valladolid, 159 tienen hoy menos población que cinco años atrás, es decir, el 70%. Uno la mantiene invariable (los 314 vecinos de Castromonte) y los restantes 65 registran incrementos de algún tipo. Unos, tan pequeños como de una persona (Velilla, Berceruelo) pero otros, dejando a un lado los que se consideran alfoz de la capital, de hasta una treintena de almas, cuando un lustro atrás los inscritos rondaban el centenar. Si excluimos los que pueden considerarse 'subsidiarios' de la capital, el resultado es que cerca de medio centenar de pueblos logran esquivar, si no el estigma de la España vaciada, sí el de la pérdida de población.
Noticia Relacionada
Sucede esto en Corrales de Duero, que de 81 personas ha pasado a 109, con el incremento porcentual más acusado (34%) de los 65 municipios que ganan población. Este pequeño pueblo del Valle del Cuco es paradigmático en cuanto a una pauta que se repite en otros casos y zonas: pueblos que aprovechan el hecho de estar enclavados en una zona pintoresca y con actividad económica (en esta caso, la vitivinícola y turística de la Ribera del Duero) cerca de núcleos mayores (está a unos 10 kilómetros de Peñafiel, que sin embargo pierde 259 habitantes para rozar los 5.000), de donde sus habitantes se surten de los servicios esenciales para vivir.
Sucede algo parecido en Velliza (de 106 a 118 vecinos, el 11% más). Así lo explica su alcalde, Luis Miguel Serrador: «Parte de la ganancia procede de Tordesillas. Una pareja se ha mudado de allí. También tenemos vecinos que trabajan allí, como una pareja que tiene una tienda». Además, comenta, también han visto aumentar el censo gracias a la pandemia. «Entonces vino una familia de tres personas y se han quedado. Un poco antes había venido otra y también ha optado por no marcharse. Es gente que ya tenía casa o vínculos con el pueblo». Y algo tan importante, si no más que esto: «Ha nacido un niño».
Noticias Relacionadas
Ángel Blanco Escalona
Berta Pontes de los Ríos
La población en pequeños pueblos de la España interior más rural también crece por otra vía. «Aparte de estas familias, el resto son personas mayores que en su día se marcharon a trabajar y ahora han vuelto, ya jubilados». Serrador informa de que el pueblo dispone de «casas disponibles para reformar o para entrar a vivir» y que, en un mes, tendrán también fibra óptica. Pero se declara consciente de que solo puede ofrecer la comodidad y tranquilidad de la vida rural porque, en Velliza, que está a 23 kilómetros de la capital vallisoletana, «de trabajo nada». «Todos somos agricultores por cuenta ajena o gente que trabaja en Tordesillas o Valladolid».
Al sur de la provincia, a medio camino entre Medina del Campo y Tordesillas y agraciado con un paisaje de pinares, Moraleja de las Panaderas ha pasado de 39 a 47 habitantes en cinco años, un incremento que depende del cristal con que se mire: de ocho personas en número, pero del 20% en tasa. Aquí, algunos vecinos «que se fueron al hacerse mayores, han vendido la casa y han hecho posible así que haya venido gente de mediana edad», explica su alcaldesa, Lucía Heras. ¿Por qué? «Quizá para pagar menos impuestos», aventura.
También coincide en el argumento sanitario y de calidad de vida. «Después de la pandemia, ha aumentado el interés por casas más espaciosas y precios más baratos. Estamos a un paso de Medina y hay gente que va y viene». En Moraleja propiamente dicha «los habituales son agricultores porque empresas no hay» como tampoco hay posibilidad de crecer desde el punto de vista urbanístico. «En cuanto a vivienda, para venir aquí tiene que ser a la de alguien que fallezca o se marche a una residencia y venda. Alquiler no tenemos». Internet, con dificultades: «Cobertura se consigue, pero pagándolo. Por el móvil o por radio. No a velocidad altísima y con coste más elevado, de hasta el doble que en la capital. Es una reivindicación que llevamos tiempo haciendo y que pienso que es de justicia. Pero nunca lo conseguimos, parece que estamos dejados de la mano de Dios», se lamenta Heras.
Menos vecinos aun que Moraleja tiene Cabezón de Valderaduey (ahora suma 41, cuatro más que en 2016), al noroeste provincial, el Tierra de Campos. En este municipio, la ganancia es mediante la llegada de una sola familia. «Estaban en un pueblo de al lado, vivían en una casa en malas condiciones y se han mudado», señala el alcalde, Javier Pisonero, para quien el incremento de población en su caso es más anecdótico que una tendencia que pueda invitar al optimismo. «Aquí, de trabajo, solo agricultura y ganadería con lo que da de sí. Somos la gente de toda la vida y más allá de las casas que están abiertas todo el año, no hay posibilidades de atraer a nadie nuevo».
Noticias Relacionadas
Berta Pontes
Eva Esteban
De hecho, admite, la mayoría de los empadronados viven en Mayorga, Villalón o incluso Valladolid. Los nuevos vecinos se han instalado gracias a un empleo subvencionado por el plan de empleo local, así que cuando la ayuda se acabe, «ya veremos qué pasa», puntualiza. «En Cabezón vamos a menos. Todo lo que se habló de la pandemia y la preferencia por irse a la naturaleza y el teletrabajo… todo eso no sirve para este tipo de pueblos».
Quizá haya entonces que mirar a pueblos pequeños, pero no tanto. Como Villalar de los Comuneros, al suroeste provincial, que ahora tiene 473 vecinos tras ganar 33 en los últimos cinco años. Su regidor, Luis Alonso Laguna, rectifica al INE: «Más, somos, más. Ya rayaremos los 500». Preguntado a qué atribuye el crecimiento, comenta primero que «el pueblo no está mal situado, pese a que la capital esté a 40 kilómetros». Subyace, pues, que incluso en los municipios con este tramo de población es posible vivir y vivir bien, pero tener trabajo es ya otro cantar.
Villalar, sin embargo, puede presumir de actividad. «Tenemos una deshidratadora de alfalfa que emplea a 35 personas; y el almacén de Fertiberia, a otras 30. Tenemos también una granja de cerdos y otra de semen. La residencia de ancianos nos genera padrón, unas 58 personas que son residentes y obligatoriamente tienen que empadronarse, más los trabajadores. Los que son de fuera no se empadronan, pero algunos hay que son del pueblo. Y en los últimos años también algún nacimiento ha habido», relata. Eso sí, Alonso reconoce que también hay algún que otro «empadronamiento ficticio» de personas que «viven en otros núcleos pero por las circunstancias que sean vienen aquí; por tener casa o algún vínculo con el municipio».
El alcalde de Villalar dice estar convencido de que si dispusieran de viviendas nuevas habría más incorporaciones. De las empresas y actividades citadas, muchos trabajadores no viven en el pueblo, «pero podrían vivir». «Tenemos mucho suelo. Yo no soy partidario de barrios nuevos, porque dentro del casco hay solares. El problema es que no se pone a disposición o a la venta para hacer nuevas construcciones». Así que le gustaría que hubiese «un plan de vivienda joven, con ventajas, para captar población nueva. Tenemos algunos jóvenes, pero se van a Tordesillas, o a Toro».
Ojo con Tordesillas: 8.762 habitantes, 143 menos que hace cinco años.
Las localidades vallisoletanas que más han visto incrementar su población en porcentaje son Corrales de Duero (34%), Bocos de Duero (28%), Fuensaldaña (28%), Moraleja de las Panaderas (20%), Torrecilla de la Torre (20%), Curiel de Duero (15%), Cubillas de Santa Marta y Aldeamayor de San Martín (14%), Melgar de Abajo (12%), Tamariz de Campos (11%), Velliza (11%) y Santibáñez de Valcorba.
Este último municipio, a 25 kilómetros al este de Valladolid, tiene hoy 181 empadronados, 18 más que en 2016 (un aumento del 11%). Manuel Fernández, su alcalde, no duda al ser preguntado de la razón a la que atribuye el incremento. «Yo creo que lo que más ha hecho para que vengan y se queden es haber conseguido que la fibra óptica llegue al pueblo. Gracias al teletrabajo hemos captado gente. Conozco varios casos y son familias de padres de 50 años con chicos mayores, algunos de los cuales ya incluso trabajan». Se trata, sobre todo, de personas de Valladolid capital que descienden del pueblo. También hay algún prejubilado que se instala en verano, alarga la estancia y, al final, se queda. Ahora bien: «Seguimos sin atraer a niños», dice, sabedor de que eso importa, y mucho.
El alcalde admite también que además de la cercanía a la capital, ayuda que estén «al lado» de núcleos como Traspinedo y Tudela, ya que la actividad económica es modesta: una empresa de materiales de construcción, el centro ecuestre, las casas rurales y la peluquería.
Noticias Relacionadas
También rompe una lanza por dinamizar de algún modo la posibilidad de crear parques de vivienda en alquiler en municipios como Santibáñez. «En venta hay pocas casas y en alquiler, ninguna. Pero es algo por lo que me pregunta mucha gente. Creo que serviría para atraer población, porque es una alternativa que no obliga a hacer una inversión tan grande como construir y no incluye compromiso de permanencia. Pero el ayuntamiento no puede asumirlo», señala Fernández.
Entre el resto de pueblos que han ganado habitantes en los últimos cinco años -pequeños o no tanto- no estrictamente del alfoz capitalino aunque algunos no muy alejados, se encuentran San Miguel del Pino (27), Villanueva de San Mancio (6), Traspinedo (60), Quintanilla de Arriba (7), Torrescárcela (7), Valoria la Buena (20), Villanueva de Duero (31) y el más industrializado de todos ellos, Mojados, que ha llegado a 3.311 gracias a 79 nuevos vecinos. Y es que para vivir y crecer, para que la gente arraigue y no vaya y venga, tanta falta hacen comunicaciones y servicios como empresas y actividad económica.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.