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Imagine por un momento que vive alejado de las grandes urbes. En una zona donde, si quiere, no se cruza con nadie. Que tiene ya una edad avanzada, algún achaque propio de la vejez o que, simplemente, no tiene carné de conducir. Depende, por tanto, de terceros cada vez que quiere salir de ese edén que es la vida en un pueblo. Si tiene suerte, familiares o vecinos le acercarán donde necesite. Si no, ha de planificar su viaje con, al menos, veinticuatro horas de antelación. Recurrir al denominado «transporte a la demanda», un servicio público de la Junta cuyo objetivo es precisamente conectar aquellos núcleos de población –283 en el caso de Valladolid, contando para ello con 200 rutas que recorren toda la provincia– que no lo tienen tan fácil simplemente por el hecho de formar parte de la España vaciada. Cuentan, además, con el Plan Provincial de Transporte de la Diputación (la ruta 7, que une los martes Aguilar de Campos con Medina de Rioseco, pasa por allí).
Una realidad que aprieta –pero por el momento no ahoga–, por ejemplo, a los vecinos de Palazuelo de Vedija. Porque allí, en ese pequeño municipio de unos 180 empadronados enclavado en Tierra de Campos, la solidaridad está a la orden del día.
Reconocen que si dependieran completamente del transporte público para ir hasta Medina de Rioseco –a apenas doce kilómetros– o Valladolid lo tendrían «crudo». Porque pasa por allí el bus un par de veces por semanas y solo les acerca a Rioseco. Una vez en la Ciudad de los Almirantes, ya se amplía el abanico de posibilidades de desplazamiento hasta Valladolid, Palencia, León o Benavente, entre otros. «Soy de los pocos jóvenes que normalmente viven en el pueblo y tengo independencia de movimiento. Voy y vengo cuando quiero, pero entiendo que algunas personas sí encuentren alguna carencia en lo relativo al transporte», sostiene el alcalde, Magín Martín, quien también revela cómo se las ingenian para 'sortear' el bus: pidiendo el favor a quienes disponen de vehículo propio. «Aquí la gente se apaña pidiendo favores a otros vecinos, nos conocemos entre todos y hay muy buen trato», comenta.
El cartel que anuncia la parada de bus da buena muestra de cómo son las conexiones en el medio rural: se cae a pedazos. El habitáculo pensado para protegerse de los vendavales que sacuden Tierra de Campos desprende humedad. El poste en el que desemboca el cableado eléctrico está ligeramente caído. «Ahí –en referencia a la 'estación'– no se mete nadie», suelta a bocajarro Magín Fernández, entre silbidos para llamar la atención de King, su perro, y que no se aleje.
Dice que no va con él lo de andarse con rodeos. Es crítico y directo: «El abandono es total». Agacha la mirada, se retira el sudor que cae de su frente y diagnostica:«Los pueblos tienen muy mal arreglo». No atisba en su horizonte una mínima mejora. «Ni con el transporte, ni con nada», cuenta. «Gracias a Dios yo tengo coche y mi mujer carné de conducir y nos las apañamos, pero aquí los miércoles el autobús se llena para ir al mercadillo a Rioseco porque no tienen otra forma de ir», sentencia este jubilado.
180 empadronados tenía Palazuelo de Vedija el año pasado, según el INE.
Dónde está Se ubica a doce kilómetros de Medina de Rioseco, en la comarca de Tierra de Campos, a 51 de Valladolid y a 58 de Benavente, en Zamora.
Algunas curiosidades El pueblo llegó a contar con cuatro iglesias, San Juan, Santa María, San Mamés y Nuestra Señora del Barruelo, aunque solo esta última se mantiene en pie a día de hoy.
Quien tampoco depende de terceros pero sí recurren a ella para que haga encargos en otras localidades es Yolanda Ramos. No quiere ni pensar cómo se las ingeniaría si no condujera. «A mí no me afecta, lo tengo muy fácil porque me muevo cuándo y cómo quiero, pero está claro que sin coche la vida es mucho más complicada, y más en el medio rural», señala esta mujer, de mediana edad, que no obstante incide en que en Palazuelo «nadie se queda sin lo que tenga que hacer». «Si no hay bus, buscas a alguien que vaya a Rioseco o te coges un taxi, pero opciones hay», añade.
Uno de los que la llama «sí o sí» siempre que necesita algo es su tío Luis González. Tiene 88 años y admite que él es usuario habitual del bus de los miércoles para ir al mercadillo de Rioseco. El resto de veces o bien le lleva su sobrina o le hace los encargos. «Si necesito pan, un kilo de pimientos o lo que sea, le digo que me lo traiga y así salvamos la situación», revela.
Las frases
Luis González, vecino de 88 años
Desiderio Vadás, vecino
Yolanda Ramos, vecina
Magín Fernández, vecino
Todos, en definitiva, hacen lo mismo. No se quejan del servicio a la demanda porque –coinciden sus vecinos– cada vez son menos los que recurren a él. Algo que, a juzgar por los datos que maneja la Junta (hasta diciembre de 2020), no solo ocurre en Palazuelo, sino que es extrapolable a toda la provincia.
Conectan las 200 rutas desplegadas por el Ejecutivo autonómico por territorio vallisoletano a 478.437 habitantes, incluyendo la capital. Es decir, que los 'beneficiados' reales en el mundo rural son unos 179.172 vecinos, mientras que otros 42.200 estarían al margen de todo ello. Sin embargo, el número de usuarios del servicio ha caído de forma considerable en los últimos años (se puso en marcha en 2004). Mientras que en 2010 eran 36.743 las personas que se subían a este autobús, en 2020 fueron cerca de veinte mil menos: 16.343.
El Norte aborda esta semana la complejidad de vivir en la Castilla rural, donde la despoblación es el enemigo común a combatir, aunque la acusada pérdida de servicios no facilita la batalla. La serie refleja no solo lo que supone –en la práctica– carecer de médico, farmacia, misa, bares, tiendas, coches de línea, bancos o colegio, sino la dimensión que adquiere para sus vecinos la desaparición progresiva de servicios, lo que les limita y aísla aún más. Viven con una sensación continua de espera, de que alguien se asentará en sus pueblos, aunque estos carezcan de una red mínima de asistencia.
«Yo es que creo que la mayoría o va en su coche o se apañan con los hijos. A mí me lo traen ellos, ya casi no cojo el coche por la edad», afirma Desiderio Vadás, jubilado, al tiempo que empuja su bicicleta, durante su rutinario paseo matutino, por la calle que atraviesa Palazuelo. «Esto está muerto. Igual si nos ponen algún autobús más le quitan porque no lo usa nadie», estima.
Otra opción si dependen de terceros para desplazarse, aunque menos recurrente, es el taxi. Una de las que lo usa habitualmente es Rosa Bezos. Lo considera una «opción cómoda cuando no queda otra». «Está un poco abandonado, pero me adapto. El bus pasa un par de días y si tengo que ir a Rioseco en horas que me cuadran peor, cogemos un taxi; es un rollo pero es lo que hay, y muchos además tienen coche», explica.
Para otro vecino, Honorio Escudero (81 años), cómo salir del pueblo es lo de menos. No lo usa «nunca», ni cree que lo haga, porque es de los que dispone de su propio turismo. «En Palazuelo se vive como Dios, como en cualquier capital o mejor, tengamos más posibilidad de transporte o no», subraya este jubilado, mientras destaca que para él, lo verdaderamente preocupante es la escasa señal de televisión. «Que me explique alguien cómo puede pasar esto en los años que estamos. Es una vergüenza, así pues claro que los pueblos se mueren», insiste.
Saben en Palazuelo que, en el caso del transporte público, se las arreglarán de un modo u otro. Nadie se quedará en tierra. Porque se conocen entre todos, están acostumbrados a ayudarse. Lo único que piden sus vecinos es más atención. Que les arreglen temas básicos como es la televisión o la cobertura. «Si alguien tiene que andar un kilómetro hasta las tierras para hablar por el teléfono, ¿cómo vamos a conseguir que venga gente joven a vivir?», se cuestiona Escudero.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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