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Valladolid siempre ha sido una villa muy peculiar. Durante el traslado de las cortes desde Madrid cobró un especial protagonismo en el panorama histórico español y mundial, pero su fama ya era conocida en muchas partes del mundo.
A lo largo de esta sección, ya hemos desgranado la forma de esbozar la ciudad que tuvieron los pintores durante el siglo XVI. Incluso, por aquella época, muchos fueron los que dijeron que el futuro de la arquitectura y la escultura pasaban por Valladolid de la mano del célebre escultor Alonso Berruguete.
Pero hoy viajamos hasta el siglo XIX, cuando Gustave Doré, uno de los dibujantes y pintores más famosos de la historia pasó, junto al barón Charles Davillier, por la provincia.
Ya cruzado el ecuador del siglo XIX se le fue encargada, a Charles Davillier y a Gustave Doré, poco conocido por aquella época, la ardua tarea de relatar sus viajes por toda España. Desde Andalucía hasta Galicia, pasando por todas las provincias y conociendo las llamativas tradiciones que en ellas se producían. Fue a finales de 1874 cuando se publicó el libro completo de las aventuras culturales de ambos literatos.
El libro, que llevó por nombre 'L`Espagne', era ilustrado por un desconocido pintor, Gustave Doré, que acompañó a Davillier por todo el país en varios viajes diferentes. Y aunque el texto gozaba de una gran calidad, fue ensombrecido por la fama que fueron tomando, poco a poco, los grabados de Gustave Doré. Este hecho fue aceptado por Davillier, al que no le quedaba otra opción que claudicar.
Aun así, tanto el libro como los reportajes fueron un rotundo éxito. Llama la atención la historia de su viaje por León y por la zona berciana y cabe destacar, por encima de todo lo demás, el breve intervalo de tiempo que Gustave Doré y Davillier compartieron en Valladolid allá por 1862.
Relata Daviller la entrada, ya casi llegando al final del tomo, a esta ciudad de reyes:
«La llegada a Valladolid produce en el viajero una impresión por la que nunca ha vivido en España: Las chimeneas de las fábricas oscurecen el cielo con su humo negro; vemos que estamos en una ciudad activa y laboriosa. Hasta mediados del siglo XVI, Valladolid era capital de España, rica de toda grandeza y, según un dicho muy antiguo, no tenía rival en toda Castilla». Se refería así a la frase que rezaba «Villa por villa, Valladolid en Castilla».
Davillier y Doré dibujaron Valladolid como una gran ciudad industrial. También hacía alusión al testimonio de Sieur Covlon, que data de 1654 y que es el precursor rudimentario de las Guías Joanne. Adolphe Joanne fue un escritor, geógrado y miembro del Club Alpino de Francia durante principios del siglo XIX y que inspiró también mucho a Davillier. Sieur Covlon afirmaba, en su 'El Fiel conductor por los viajes de España' lo siguiente:
«Aunque no es la capital de Castilla la Vieja, sin embargo parece tener mucha ventaja sobre ella, por ser considerada una de las ciudades más bellas y agradables de Europa, que en ocasiones ha servido de residencia a los reyes de España.... Sus calles son hermosas y anchas, bordeadas de magníficos palacios, entre los que se admira el de Platería, donde se encuentran los Orfebres....».
Según Davillier, bajo los soportales de granito de la Plaza Mayor de Valladolid se podían encontrar entonces varias tiendas, elegantes comercios e incluso quioscos donde se vendían los periódicos y caricaturas de la época. Como el sol incidía de manera directa sobre los adoquines, los viandantes llegaban a la plaza a tomar el sol en invierno, fecha por la que Doré acudió junto al barón a conocer Valladolid.
La Plaza Mayor era el lugar perfecto para los espectáculos, las fiestas, las corridas de toros e incluso los fusilamientos.
Sigue Davilier relatando aspectos sobre la ciudad. En este caso, sobre el Campo Grande:
«El Campo Grande, otra vasta plaza, también fue testigo el mismo año de una exhibición de autos a la que asistió el famoso príncipe Don Carlos. Estas ejecuciones, que se llevaron a cabo con un dispositivo inusual, tenían como objetivo detener los intentos de propaganda luterana que se venían produciendo desde hacía algún tiempo en España. Hoy los Actos de Defoi son reemplazados por las corridas de toros. Vimos una muy curiosa, impartida por los alumnos de la Universidad de Valladolid, algunos de los cuales merecieron el dipióme de torero». Suponemos que estos son los alumnos a los que Doré retrataría después.
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Cerca de la Plaza Mayor, nos encontramos con la calle Platería, ocupada por las orfebrerías de la ciudad. Este es, según Ceán Bermúdez, el emporio de las bellas artes, pues Juan de Arfe y Villafañe, quien era llamado el Cellini de España, permaneció allí muchos años, junto a su hermano Antonio.
Davillier, que pasa por el antiguo museo sito entre los edificios del Colegio de Santa Cruz, resalta la aparición de un par de ascensiones de la Asunción y un par de obras de Peter Paul Rubens. Suponemos que se refiere a la magnífica obra 'Heráclito y Demócrito 'del pintor flamenco, que aún se puede disfrutar en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.
Rescata, como no podría ser de otra manera, la escultura en Valladolid, de la mano de Pompeo Leoni, sobre el Duque de Lerma y su esposa. También habla de Alonso Berruguete:
«Hemos colocado en la misma sala los puestos tallados en nogal por Alfonso Berruguete, que adornan el convento de San Benito: es una de las mejores obras de este tipo que se pueden ver en España. Berruguete, uno de los grandes escultores del siglo XVI, había establecido su residencia en Valladolid».
De igual forma, habla sobre la figura de otro grande de la escultura, Gregorio Hernández, resaltando las tallas de los personajes de la Pasión, desde Cristo hasta los dos característicos ladrones. Gregorio Hernández imitaba, según Davillier, la naturaleza sin idealizarla. Es, por lo tanto, el naturalista de la escultura.
Destaca, por encima de cualquier otro rincón, las fachadas del convento de San Pablo, y la del convento de san Gregorio.
Aduce que la primera es una de las más ricas que se pueden observar, pues la profusión de detalles se lleva hasta su límite. Fue construida en 1463 por el cardenal Torquemada. Y muy interesante la de San Gregorio desde el punto de vista heráldico; «con sus hombres salvajes que te hacen pensar en Lablanche en el papel de Calibán y en sus guerreros cubiertos con hermosas armaduras del siglo XV.
Y termina Davillier su paseo por Valladolid centrándose en el Pisuerga, y en Cervantes, quien ya saben ustedes que viviera allí por un corto periodo de cinco años. Allí vio imprimirse la primera edición del Quijote, y, poco después, sería encarcelado durante el Proceso Ezpeleta.
«Valladolid cuenta con otro y más importante río, el Pisuerga, que une sus aguas con las del Duero, a escasa distancia de Simancas, el gran depósito de los archivos españoles. Según un dicho muy antiguo: Duero tiene la fama, y el Pisuerga lleva el agua. Además, del recuerdo que Cervantes le dedica, cuando le niega saberse «famosa por la dulzura de sus corrientes».
Sobre la firma
León (1996). Graduado en Educación Primaria por la Universidad de León. Realizó el Máster en Arte, Literatura y Cultura Contemporánea en la Universidad Oberta de Catalunya. En Leonoticias desde 2023. Articulista de opinión. Responsable en Leonoticias de 'El Odonista' y 'Edificios Emblemáticos de León' y en El Norte de Castilla de 'LiterArte'.
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