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Es en Valladolid donde Miguel de Cervantes, el genio de Lepanto, desarrolla su proceso creativo más portentoso y donde recibe también de las afanosas letras de sus enemigos las misivas acerca de la calidad de 'Don Quijote'. Pretenden herir el orgullo del escritor que a bien encuentra olvidar las críticas y seguir disfrutando de su éxito.
Pero, ¿cómo es posible que el escritor más laureado del panorama español, y casi mundial, que estuvo afincado en Valladolid durante varios años y que elaboró una de las novelas de caballerías más inconmensurables recibiera, de la mano de otros escritores famosos, cartas amenazantes? ¿Quiénes eran esos personajes? ¿Qué dijo Cervantes acerca de esa carta?
Acompañen a este humanista por el paseo de la historia hasta la 'Adjunta al Parnaso', donde se toparán con la verdad de una curiosa leyenda que nace de las líneas de tinta de Miguel de Cervantes durante su estancia en Valladolid.
Como ya veremos en artículos posteriores, la fama de Valladolid ya se había extendido en el siglo XV y XVI, cuando diversos matrimonios nobiliarios trajeran la bonanza a las tierras vallisoletanas y convencieran a los extranjeros para migrar con sus negocios a lo que fue ya entonces una gran urbe.
Fue el caso de don Rodrigo de Cervantes, padre del manco, que se trasladó junto a su familia a Valladolid cuando Miguel apenas había cumplido los cinco años de edad y pocos recuerdos vivirían en él de ese periodo. Se establecieron en un piso bajo del barrio de Sancti Spiritus. Y, aunque Valladolid disponía de un clima húmedo del que los cronistas se quejaban, su padre había decidido comenzar su negocio en aquella ciudad que más afluencia de clientes les aportaría.
Su padre era cirujano
Les bastaron ocho meses para comprender que sus ilusiones, aunque buenas, no eran suficientes para disponer de la aceptación de los clientes en una ciudad en la que sus iglesias, sus fachadas cinceladas en madera, sus palacios y su atractiva Plaza Mayor desviaban la atención de cualquier paseante solitario.
La extracción de la piedra de la locura.
El Bosco.
Su padre era cirujano
Les bastaron ocho meses para comprender que sus ilusiones, aunque buenas, no eran suficientes para disponer de la aceptación de los clientes en una ciudad en la que sus iglesias, sus fachadas cinceladas en madera, sus palacios y su atractiva Plaza Mayor desviaban la atención de cualquier paseante solitario.
La extracción de la piedra de la locura.
El Bosco.
Su padre era cirujano
Les bastaron ocho meses para comprender que sus ilusiones, aunque buenas, no eran suficientes para disponer de la aceptación de los clientes en una ciudad en la que sus iglesias, sus fachadas cinceladas en madera, sus palacios y su atractiva Plaza Mayor desviaban la atención de cualquier paseante solitario.
La extracción de la piedra de la locura.
El Bosco.
Su padre era cirujano
Les bastaron ocho meses para comprender que sus ilusiones, aunque buenas, no eran suficientes para disponer de la aceptación de los clientes en una ciudad en la que sus iglesias, sus fachadas cinceladas en madera, sus palacios y su atractiva Plaza Mayor desviaban la atención de cualquier paseante solitario.
La extracción de la piedra de la locura.
El Bosco.
Por aquel entonces, Valladolid, como gran potencia española, disponía de la nada desdeñable cifra de sesenta mil habitantes, según el experto cervantino Canavaggio. La ciudad había sido reconstruida tras un incendio en 1561, después del que se volvieron a levantar los monumentos, casas y elementos ornamentales que convirtieron a Valladolid en una metrópoli barroca.
Es en 1603 cuando Cervantes, tras ser excarcelado en Sevilla, emigra junto a su familia a Valladolid para encontrar una ciudad desarrollada en la que se habían establecido Las Cortes. Eligieron un suburbio para alojarse, alquilando la parte de arriba de una casa de dos pisos recién levantada por Juan de las Navas, el dueño de la misma, que se ubicaba muy cerca del Rastro de los Carneros.
Tal como advertimos en el artículo concerniente a los libros del siglo XVII publicados en la ciudad de Valladolid, la primera entrega del 'Don Quijote' salió a la luz en una imprenta vallisoletana durante la navidad de 1604. En enero esta se extiende hasta Madrid y, más adelante, se hace extensiva a toda la península, precisando de una segunda edición y una nueva, pirata, en Valencia y Milán. Resulta, por lo tanto, un momento de especial interés en la vida del manco, que ve cómo su esfuerzo ha dado sus frutos al recibir, de parte de todo el mundo, la enhorabuena por la creación de una figura que es ya mundialmente conocida.
Ediciones del Quijote en el mundo
6
2
4
7
3
1
5
1
2
España
Inglaterra
3
4
Francia
Alemania
5
6
Italia
Rusia
7
Japón
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Es tan popular el atuendo de don Alonso Quijano que los cronistas de la época ya narraban, como novedoso 'trending topic', la aparición de un hombre que vestía de igual manera que don Quijote. Pinheiro de Veiga nos acerca la escena del encuentro entre un amante y su amada, que no le era correspondida, sobre la que se lanza el valeroso caballero comparando al extraño con «un don Quijote vestido de verde, muy desmazalado y alto de cuerpo».
Mientras que esa escena ocurría en Valladolid, otro hecho doloso acontecía en la puerta de la casa de don Miguel de Cervantes. Él, con el galante y la elegancia a la que nos tiene acostumbrado, nos describía, con sus propias palabras, la situación:
«Estando yo en Valladolid, llevaron una carta a mi casa para mí con un real de porte; recibióla y pagó el porte una sobrina mía, que nunca ella le pagara; pero diome por disculpa que muchas veces me había oído decir que en tres cosas era bien gastado el dinero: en dar limosna, en pagar al buen médico, y en el porte de las cartas, ora de amigos o de enemigos; que las de amigos avisan, y de las de enemigos se puede tomar algún indicio de sus pensamientos. Diéronmela, y venía en ella un soneto malo, desmayado, sin garbo ni agudeza alguna, diciendo mal de don Quijote; y de lo que me pesó fue del real, y propuse desde entonces de no tomar carta con porte.»
La carta, que contenía ese mal soneto, no es sino la prueba definitiva de que entre Miguel de Cervantes y Luis de Góngora existía una rivalidad fuera de lo común. Casi parecida a la existente entre el primero y Lope de Vega, también enardecido por los celos y enfrentado al manco por su reciente éxito comercial. La atribución a Góngora es pura elucubración, pero está demostrada una cantidad ingente de referencias del cordobés a la obra de Cervantes, que lo tildaban de falto de decoro y de calidad literaria en su obra:
La aparición de todos estos émulos y las misivas de felonía que acompañan su presentación consiguen exactamente lo contrario de lo que pretenden; motivan al escritor y reconocen su valor artístico por encima de ningún otro, dejando al aire las inseguridades y los celos de los que cosechaban menos éxito por aquel entonces.
En este breve poema se reconoce la pluma de Góngora que, molesto también por el despilfarro injustificable de los Reyes durante el nacimiento y bautizo del querubín en Valladolid, decide hacer alusión a las dificultades económicas de la ciudad: Quedamos pobres, fue Lutero rico. Y quizás este, molesto con la monarquía y con su gasto inútil, también lo estaba con Cervantes, al que se le atribuye la Relación de Fiestas que en Valladolid se hicieron al nacimiento de nuestro Príncipe, celoso de su cercana relación con los reyes y con otros escritores de la corona.
Para alimentar este enfado, se ofreció a la población, como acto conmemorativo por el nacimiento de Felipe IV, el hijo de Felipe III, y al que bautizaron como Felipe Dominico Víctor, una corrida de toros. En su intermedio, un sainete ocupó el escenario durante unos segundos, apareciendo en su zénit argumental un Quijote que «iba en primer término como aventurero, solo y sin compañía, con un sombrero grande en la cabeza y una capa de bayeta y mangas de lo mismo.; unos calzones de velludo y unas buenas botas con espuelas de pico de pardal, batiendo las ijadas de un pobre cuartago rucio con una matadura en el borde del lomo, producida por las guarniciones del coche y una silla de cochero, y Sancho Panza, su escudero, delante. Llevaba unos anteojos para mayor autoridad y bien puestos, y la barba levantada».
Escenificación del sainete
Una capa de bayeta y mangas de lo mismo.; unos calzones de velludo y unas buenas botas con espuelas de pico de pardal.
Iba en primer término como aventurero, solo y sin compañía, con un sombrero grande en la cabeza.
Batiendo las ijadas de un pobre cuartago rucio con una matadura en el borde del lomo, producida por las guarniciones del coche y una silla de cochero.
Sancho Panza, su escudero, delante. Llevaba unos anteojos para mayor autoridad y bien puestos, y la barba levantada.
Escenificación del sainete
Una capa de bayeta y mangas de lo mismo.; unos calzones de velludo y unas buenas botas con espuelas de pico de pardal.
Iba en primer término como aventurero, solo y sin compañía, con un sombrero grande en la cabeza.
Batiendo las ijadas de un pobre cuartago rucio con una matadura en el borde del lomo, producida por las guarniciones del coche y una silla de cochero.
Sancho Panza, su escudero, delante. Llevaba unos anteojos para mayor autoridad y bien puestos, y la barba levantada.
Escenificación del sainete
Iba en primer término como aventurero, solo y sin compañía, con un sombrero grande en la cabeza.
Una capa de bayeta y mangas de lo mismo.; unos calzones de velludo y unas buenas botas con espuelas de pico de pardal.
Batiendo las ijadas de un pobre cuartago rucio con una matadura en el borde del lomo, producida por las guarniciones del coche y una silla de cochero.
Sancho Panza, su escudero, delante. Llevaba unos anteojos para mayor autoridad y bien puestos, y la barba levantada.
Escenificación del sainete
Una capa de bayeta y mangas de lo mismo.; unos calzones de velludo y unas buenas botas con espuelas de pico de pardal.
Iba en primer término como aventurero, solo y sin compañía, con un sombrero grande en la cabeza.
Batiendo las ijadas de un pobre cuartago rucio con una matadura en el borde del lomo, producida por las guarniciones del coche y una silla de cochero.
Sancho Panza, su escudero, delante. Llevaba unos anteojos para mayor autoridad y bien puestos, y la barba levantada.
Pero no fue solo de Góngora de quien recibió duras críticas pues, tal y como subrayábamos al comienzo, Lope también admitiría que «Ninguno hay tan malo como Cervantes, ni tan necio quien alabe al Quijote».
Otros artículos del autor
Daniel Casado Berrocal
Daniel Casado Berrocal
Otros muchos fueron los que se enemistaron con Miguel de Cervantes, incluso él montó en cólera al leer alguna de las novelas pertenecientes al siglo de Oro, llegando a criticar a personajes como López de Úbeda, el autor de la famosa 'Pícara Justina'.
Varios estudios han arrojado luz sobre este asunto, consiguiendo testimonios, allende los mares, de la publicación de una de las obras más famosas del mundo y trayendo consigo las críticas y las cartas que Cervantes se negó a recibir con membrete durante toda su vida, debido a ese mal trago que sufrió en Valladolid, allí donde vio crecer su arte y donde ofreció al mundo la creatividad de un genio que cambiaría el mundo.
Sobre la firma
León (1996). Graduado en Educación Primaria por la Universidad de León. Realizó el Máster en Arte, Literatura y Cultura Contemporánea en la Universidad Oberta de Catalunya. En Leonoticias desde 2023. Articulista de opinión. Responsable en Leonoticias de 'El Odonista' y 'Edificios Emblemáticos de León' y en El Norte de Castilla de 'LiterArte'.
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