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El hilo que cose Valladolid con el japón medievalHay un tatami sagrado en el antiguo frontón de Ruiz Hernández que nadie pisa sin saludar primero ni recibir antes el permiso del maestro. Hay un pequeño espacio que, en unas de las paredes, recrea un templo tradicional japonés, como el que muchos hogares tienen en aquel país a modo de reflejo de sus creencias, habitualmente shintoístas. Hay un panel que recuerda las cinco normas del dojo (gimnasio), este lugar para la práctica de artes marciales tradicionales que todas las semanas recibe a decenas de vallisoletanos.
«Debes saber que la paciencia es solo un momento (como un soplo de humo), por eso es lo primero».
«Debes caminar por la vía de la rectitud y la justicia».
«Olvida tus deseos, la autocomplacencia y el orgullo».
«Busca la paz en tu corazón. Dolor y tristeza son parte de la naturaleza. Busca el espíritu Fudoshin».
«Céntrate en tus objetivos con confianza. Sé leal y honrado con tus padres y tu maestro, haz de tu camino de estudio y entrenamiento el camino del guerrero Bushi (espíritu del Bushido)».
Bujinkan Collado Dojo es la asociación nacional de ninjutsu, un arte marcial tradicional que tiene en Valladolid uno de los núcleos más importantes de España. La práctica se estableció aquí en 1984 y, en la actualidad, la agrupación está formada por cerca de 450 integrantes, con espacios de entrenamiento en Palencia, Medina del Campo, Santander, Zaragoza o Tarragona. Todos ellos están vinculados con Valladolid, ya que aquí se han formado instructores que también ofrecen clases en Inglaterra, Alemania o Italia. En el frontón de las instalaciones deportivas de Ruiz Hernández se reúnen dos veces a la semana 65 personas.«Es el grupo más importante de España y posiblemente también de Europa».
Si buscas en Internet Fudoshin te dirá que se puede traducir por «mente inquebrantable». Si tecleas Bushido, te recuerda que es un código ético. Si pones el nombre de este grupo, Bujinkan Collado Dojo, descubrirás que se trata de la asociación nacional de ninjutsu, un colectivo que tiene aquí, en Valladolid, desde hace 40 años, a su comunidad más activa y numerosa. Si buscas el nombre de su impulsor, te dirá que es José Manuel Collado, aunque todos sus alumnos y compañeros le llaman Víctor. «Es mi tercer nombre de pila. Cuando tenía 15 años mis amigos me empezaron a llamar así. Y con él me he quedado». Lo cuenta justo antes de comenzar una de las sesiones del grupo. Hay decenas de personas que, de negro, se preparan para entrar en el tatami.
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Antes, Víctor repasa la historia de la agrupación, que recaló en Europa «de manera estructurada» en el año 1984, de la mano de expertos instructores europeos cuya formación en Japón les acredita como maestros. Uno de ellos fue Ruy de Mendoza (Ruy San), quien instruyó a Víctor en el Ninjutsu-Budo Taijutsu. «El ninjutsu es un arte marcial tradicional que se practica en Japón desde el siglo XII y que ha llegado hasta nuestros días gracias a una cadena de maestros». El último vivo (nacido en 1931) es Masaaki Hatsumi, heredero de la tradición marcial y fundador de la asociación internacional Bujinkan Dojo. «El objetivo es mantener vivas las enseñanzas de esa escuela tradicional, actualizándolas a nuestra época», cuenta Víctor, quien recuerda que la práctica de estas artes marciales se hace «tal cual estaban concebidas», aunque hay situaciones concretas que permiten una «actualización», por ejemplo hacia la defensa personal.
El origen está en los movimientos que se utilizaban en elcampo de batalla durante la Edad Media en Japón. Era, casi siempre, una lucha cuerpo a cuerpo (que reproduce técnicas similares a las que se usan hoy en judo, karate o aikido:golpes con brazos y piernas, luxaciones y proyecciones, estrategia), aunque también se empleaban una serie de armas que pueden verse en la práctica contemporánea, como el katana, los bastones (de distintas longitudes), la lanza o alabarda.
Víctor recibió en 1984 formación directa de Ruy San. Poco después comenzó a impartir clases de ninjutsu en Valladolid. En 1986, se fraguó la asociación, que encontró desde 1990, en la Universidad, uno de sus grupos más activos, donde se reúnen (lunes y viernes) los instructores vallisoletanos de mayor grado. «Seguimos la tradición de los cintos de colores de otras artes marciales, con el negro y los grados dan». El quimono de entrenamiento se llama Shinobi Gi y es negro, en recuerdo de la vestimenta que se usaba en el campo de batalla, donde eran habituales los ropajes gris oscuro y negro para camuflarse y, sobre todo, pasar desapercibidos por la noche. La indumentaria se completa con tabi, un calzado tradicional japonés que allí incluso se utiliza con fines laborales (por albañiles o fontaneros).
«Una de las características principales es que no es un arte marcial competitivo». Busca el cultivo del cuerpo con el mantenimiento de técnicas tradicionales («no es necesario un requerimiento físico concreto»), pero también con la mente. «El entrenamiento mental es también muy importante y va de forma paralela al ejercicio físico», comenta Víctor, considerado uno de los instructores internacionales al más alto nivel (dai shihan).
Esta vertiente espiritual («aunque esta palabra da reparo») es la que terminó de atraer a Marcos Pastor, quien ingresó en el grupo en 2001. «Yo ya practicaba judo, pero sentía que, junto a esa parte más energética, me faltaba algo intangible que no sabía muy bien cómo definir». Un amigo le habló del ninjutsu y Pastor emprendió entonces un «camino más largo y tradicional, que no se termina, como ocurre con el resto de las artes marciales, las que son competitivas».
Marcos destaca que junto a esta preparación en gimnasios y espacios cerrados, hay también entrenamientos en la naturaleza (incluso en jornadas de mucho frío), ejercicios de orientación, jornadas de piscina (buceo y natación) clases de primeros auxilios, rappel y principios de escalada o alimentación y nutrición. Su pasión le ha llevado a implicarse, como varios de sus compañeros, en la difusión de esta modalidad de artes marciales, que se imparten en gimnasios de la capital y la provincia. Entre los alumnos, hay chavales desde los siete años.
También es instructor Zhivko Beremski, un arquitecto que se adentró en este mundo en el año 2012. «Yo había practicado siempre muchos deportes, desde fútbol a balonmano. Tuve una etapa muy enfocada al atletismo y, cuando lo dejé, busqué una alternativa», cuenta Zhivko, que de niño había estado apuntado a karate. «Aquí he descubierto un mundo mucho más amplio y enriquecedor, que va desde las acrobacias a la defensa personal. Además, te amuebla la cabeza para el día a día.Yo antes sentía más estrés, más ansiedad, le daba mucha más importancia a los problemas. Ahora consigo afrontarlo todo con más eficacia», dice Zhivko, quien, además, conoció a su esposa Ana aquí.
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«Este es un grupo muy acogedor», explica Anuar Salim del Río, quien supo de la existencia de la asociación gracias a un cartel en los pasillos de su facultad, cuando estudiaba Informática. Era el año 2004. «A mí siempre me habían llamado la atención las artes marciales, pero nunca me había decidido a practicarlas. Aquí te puedes acercar y hacer una semana de prueba». No necesitó más tiempo para convencerse. Y, al igual de Zhivko, subraya que además de la práctica física, es importante esa «filosofía que ayuda a afrontar mejor los problemas, a relacionarte con tu entorno».
A lo largo del curso, organizan cursos de prácticas complementarias, como manejo de sable japonés (katana, que es el largo, y kodachi, corto), esgrima tradicional japonesa (con protecciones adecuadas y armas de bambú), defensa personal y mikkyo (meditación).
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