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Los amos del 'básket' en PajarillosAquí, siempre hay un balón. Y si no, ya se encarga alguno de ir corriendo a buscarlo a casa», dice Carlos Doñe, 25 años, vecino de Delicias, peluquero en La Rondilla y as del 'básket' en Pajarillos-San Isidro. Él es uno de los jóvenes que todos los días se reúnen en las pistas deportivas de la plaza del biólogo José Antonio Valverde. No hacen quedadas especiales, pero saben que si se pasan por aquí a partir de las 18:00 horas, encontrarán alguien con quien echar unas canastas. Todos los días. Sin cita concreta, sin equipo prefijado.
Ir, llegar y jugar. Con quien esté en ese momento. Sin importar ni la edad ni la nacionalidad. Hay chavales de 13 años y jóvenes que rondan los 30. Hay cubanos, españoles, dominicanos, marroquíes en esta improvisada y deportiva red social.
«Solemos echar unos tiros para decidir quién va con quién. Nos ponemos en la línea de tiros libres, lanzamos y los que encestan juegan en un equipo y los que fallan, en el otro», explica Carlos, quien reconoce que el baloncesto, para él, es una pasión. Desde pequeñito. Desde que con 11 años llegó a Valladolid, junto a su padre, procedente de República Dominicana. «Yo me he criado en esta cancha», dice Carlos, quien todavía ahora le roba tiempo a la rutina para acercarse a jugar.
Es peluquero en un local de la avenida de Palencia y en cuanto termina turno –rapa, peina y tunea la última cabeza–, se viene corriendo aquí. «Yo creo que aunque viviera en Barcelona, vendría todos los días», asegura un apasionado del baloncesto, que dejó el equipo de fútbol (San Isidro) para encomendarse al 'basket' callejero. «Lo llevo en la sangre», asegura. Y también tatuado en la pierna izquierda, donde la tinta ha dibujado los rostros de LeBronJames, de Kobe Bryant, de Michael Jordan.
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«Mi favorito es Stephen Curry», asegura Julian Polanco, 19 años, otro de los habituales de esta cancha de la zona este. «El baloncesto es el mejor deporte. En eso no hay discusión. Si no estoy con Netflix, yo me pongo en el móvil los partidos de la NBA. Mientras estoy comiendo, para cenar...», asegura Julian, quien de vez en cuando deja de lado el balón para sentarse en el banco junto a los colegas. O para charlar con Sofía, Ashley y Benya, tres chicas que aunque en ocasiones se unen al juego («por echar unas risas»), prefieren sentarse a mirar. «En Santo Domingo juega todo el mundo», aseguran.
«Pero allí teníamos la canasta más baja», matiza Erick Sánchez. Llegó a España el 13 de diciembre y recuerda aquellas pachangas que echaba en su país, «con los muchachos en el barrio». El aro no estaba allí tan alto porque tal vez no importara tanto encestar como moverse con estilo, el mate, botar, diblar. «Se juega mucho más rápido que aquí, con mucha más habilidad con el balón», cuenta Erick, quien por las mañanas bota la pelota en el patio de La Merced, donde acude al instituto, y por la tarde en estas canchas de Pajarillos-SanIsidro, que conoció gracias al boca a oreja.«Me dijeron que si venía aquí, encontraría a alguien con quien jugar». Yasí es.
Estas instalaciones públicas tienen cuatro pistas de 'minibásket', ocho canastas. La mitad están cubiertas con un sotechado. Las otras, al aire libre. Lo habitual es echar partidos de tres contra tres, en solo media pista y con una canasta para todos. Es la mejor forma de organizarse según va llegando la gente. Si coincide que hay suficientes jugadores a la vez, se atreven con el cinco contra cinco. Pero usar la pista completa (las dos canastas) no siempre es tan sencillo como parece. Porque por allí corretean niños, hay balones que se escapan, están los que se cruzan con el patinete eléctrico. Esta es una zona estancial que comparten grupos de ancianos al sol y familias que llevan a los más pequeños a la zona de columpios. Y eso, sin contar con los usuarios de las piscinas y el centro cívico, que vienen y van. A los pies de las canastas es habitual ver las sudaderas que sobran, los mochilas con las que han llegado, algún bote de zumo que beberán entre triple y triple.
«Jugar te desestresa, te hace olvidarte de todos los problemas que puedas tener», dice Alberto Casado, joven jugador del Balonmano Delicias que ha encontrado en el baloncesto un motor vital. Esta tarde ha estado solo, durante unos minutos, echando unos tiros libres. Con los auriculares inalámbricos puestos. A la espera de que termine el partidillo que está en marcha y poderse unir al próximo. «Me gusta el ambiente que hay aquí.Puedes venir sin conocer a nadie y te acogen enseguida, como si fueras uno más de la familia. Y aquí la competitividad no es lo más importante. Lo que buscamos todos es pasar el rato», dice Alberto, admirador de LaMelo Ball.
Joselin del Toro, natural de Cuba, apenas había jugado al baloncesto hasta que hace dos años vino a España. Y también subraya ese «ambiente amigable».«Venir a jugar te da tranquilidad. Cuando estás triste en casa, pensando de más en las cosas, lo mejor que puedes hacer es venir», asegura. Austin Germán es uno de los más jóvenes del grupo (13 años), pero también uno de los más entusiastas. «No dejo de ponerme en el móvil vídeos de youtube. Si por mí fuera, estaría el día entero jugando al baloncesto. Me apasiona. ¿Y el mejor? Michael Jordan», asegura, con Erick Junior y Adrián Martín al lado, quienes explican que no hay compromisos cerrados.«Solemos quedar a las seis. El que puede, viene. Y si vienes, juegas».
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