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Coronavirus en Valladolid: Emigrantes vallisoletanos que comparten pandemia

Emigrantes vallisoletanos que comparten pandemia

El coronavirus globaliza su contagio y los nacidos en la provincia que residen en el extranjero ven con temor la escalada de casos y muertes en su tierra, a la que tampoco son inmunes los países que les acogen

Domingo, 29 de marzo 2020, 08:18

Estados Unidos, Alemania, Italia, Francia, Hong Kong, Bélgica... El coronavirus se expande por el mundo y los vallisoletanos que residen fuera de su país y provincia comparten con sus paisanos el temor (si no la enfermedad) a la pandemia. Muy atentos a las noticias que les llegan desde Valladolid a través de medios de comunicación como El Norte de Castilla o del teléfono cuando hablan con sus familias, los vallisoletanos esparcidos por el mundo sienten también cerca la amenaza del virus, que no sabe de fronteras y que, en mayor o menor medida, está presente ya en sus países de acogida.

Irene Lacasa con su pareja, Pascal y sus dos hijas, en Hong Kong.

«Hay miedo a que los que regresan traigan el virus de vuelta»

La vallisoletana de 40 años Irene Lacasa se mudó a Hong Kong desde Holanda en el año 2011. Primero lo hizo Pascal, su pareja, por trabajo (es trader) con su empresa holandesa, y más tarde yo, contratada por una universidad local como directora de un departamento. «La verdad es que era una oportunidad buenísima, y a día de hoy, aún con coronavirus, protestas y demás, no nos arrepentimos ni un solo día de esa decisión que tomamos hace ya nueve años», señala Irene Lacasa. «Vinimos solos, con mucha ilusión y ganas de comernos el mundo. En las vacaciones y puentes nos dedicábamos a recorrer Asia y a disfrutar de la buena vida de los 'expats' (somos más o menos el 3% de la población de Hong Kong, que cuenta con 7,4 millones de habitantes), viajes, varias empleadas domésticas, restaurantes buenos y un nivel de vida muy elevado. En el año 2016 nació nuestra primera hija y en 2017, la segunda», comenta Irene, antes de centrarse un poco más en estos últimos meses en el país asiático.

«La verdad es que nunca nos esperábamos que pudiera pasar esto en Hong Kong. Para empezar, en junio del 2019 estallaron las protestas de la población local contra el gobierno, que realmente fueron una continuación al Umbrella Revolution o Revolución de los Paraguas del 2014. La gente, cansada de la jefe ejecutiva del gobierno, lo que sería en España la presidenta, salió a la calle con una violencia que nos sorprendió a todos. La población de Hong Kong es muy pacífica. Incluso los estudiantes en la universidad son bastante infantiles, así que al principio estábamos todos en estado de shock. Luego nos fuimos acostumbrado a la violencia: abuso policial, escuelas cerradas, universidades boicoteadas, empresas que urgían a trabajar desde casa y peleas diarias en las estaciones de metros», recuerda Irene.

«Eso duró todo el otoño, pero la verdad es que, si no vivías en sitios determinados o te metías en el mogollón justo cuando estaba pasando, se podía evitar presenciar el conflicto y sus consecuencias directas, menos el fastidio de tener cerradas las escuelas, los institutos y, especialmente, las universidades, que se convirtieron al final en campos de batalla. En la Navidad de 2019 parecía que todo volvía a la normalidad. Pero ya a punto de llegar el Año Nuevo chino, que este año cayó a finales de enero, ya que se basa en el calendario lunar y cada año cambia de fechas, empezaron los rumores sobre el virus de Wuhan», apunta Irene, que incide en que Hong Kong comparte 30 kilómetros de frontera por tierra con China y que el puente que une Hong Kong, Macau y Zhuhai se acaba de abrir.

«Las noticias cada día sobre el virus eran peores y muchos 'expats' empezaron a irse de Hong Kong a Europa buscando refugio y alejarse del coronavirus, que todo el mundo aquí lo llamaba el virus de Wuhan. Me acuerdo de que mi familia en España estaba obviamente preocupada. La bomba final fue cuando anunciaron el cierre de colegios de Primaria, de Secundaria, universidades, museos, bibliotecas, parques temáticos... Fue un éxodo masivo a Europa de todas las familias que podían, bien porque las madres no trabajaran o porque tuvieran flexibilidad en el trabajo, o por otras circunstancias. Eso fue a principios de febrero», subraya la vallisoletana de 40 años.

«Los que nos quedamos aquí, más obviamente la mayoría de la población local, que son muchos, tuvimos que lidiar con toda la falta de productos y la histeria que conllevaba: papel higiénico, lejía, productos de limpieza, desinfectantes y, por supuesto, mascarillas... Era bastante absurdo la mayoría, ya que a los pocos días, si no al día siguiente, reponían de todo en el supermercado. Lo que no tuvimos durante varias semanas, y era imposible de conseguir, era lejía, toallitas desinfectantes y, por supuesto, mascarillas», apostilla Irene, que asegura que en Hong Kong «se han hecho las cosas muy, pero que muy bien».

«Esta gente lo pasó muy mal en la crisis del SARS (síndrome respiratorio agudo grave) en el año 2003 y aprendió mucho de pandemias y de control. Aquí todo el mundo, menos tal vez algún extranjero, lleva mascarillas, muchos llevan guantes de cirujanos para salir a la calles, hay muchísimo cuidado en no contagiar a los demás, no solo en no contagiarse asimismo). Sí, llevamos dos meses y medio sin colegios y con centros públicos cerrados, pero hemos contenido la epidemia, por lo menos hasta ahora», asevera Irene Lacasa.

«En las últimas semanas, que ya el virus ha llegado a Europa, ahora todos los que se fueron de prisa y apuntaron a los niños en colegios allí o simplemente fueron escapando del virus, han vuelto a Hong Kong en cuanto han podido y el país, viendo que estábamos bastante bien, ha empezado a imponer cuarentenas obligatorias a todos los que entren o retornen desde cualquier país. ¡Menuda ironía!», destaca la vallisoletana. «Así que ahora hay bastante miedo a que los que regresan traigan de vuelta el virus y en Hong Kong empeoren los casos y suban los números tanto de muertos, como de infectados. Es decir, estamos viviendo una segunda oleada. Ya nos han dicho que los colegios no van a empezar el 20 de abril como pensábamos, así que este año académico, entre las protestas y el virus, será prácticamente nulo», concluye.

María García Sanz, en Milán.

«Los hospitales 'condenan' al paciente que está crítico porque no pueden atender a todos»

La vallisoletana María García Sanz, de 28 años, estudió Publicidad y Relaciones Públicas en el Campus de Segovia y estuvo un año de Erasmus en Ferrara (Italia) y otro en Londres como 'aupair'. Entre medias pasó unos meses en Valladolid trabajando en ESN (asociación de Erasmus) donde conoció a Mario, su pareja, un italiano con el que vive en Milán. «Después de Londres quería hacer un máster, y mi novio me envió uno, el de Beauty & Wellness Marketing, y al final acabé haciendo dos máster en la BusinessSchool del Sole24Ore. Tras los estudios empecé a trabajar en Milán y ya llevo dos años y medio viviendo aquí. Trabajo para una marca de moda masculina, Boggi Milano, en el departamento del Omnichanel Service, con sede en Monza», señala María, antes de aludir a la situación en Italia por el coronavirus.

«Cuando empezó todo el tema, no nos lo tomamos nadie en serio, y en el trabajo bromeábamos y nos reíamos de la gente paranoica. Poco a poco empezamos a ver que era algo real y serio. A todas mis amigas empezaron a mandarlas a casa una tras otra en 'smartworking' y al final parecía que yo era la única que seguía yendo al trabajo. Durante ese periodo estuve recibiendo mensajes a diario de amigos y familiares de todas partes, incluso gente con la que no hablaba desde hace años, pero que había visto Milán en las noticias y se imaginaba que estábamos todos medio muertos, cuando en realidad la vida seguía normal, con tiendas abiertas y gente por todas partes», señala. «Cuando el gobierno decretó que era una alarma seria el fin de semana del 29 febrero al 1 marzo, el lunes fuimos al trabajo y nuestra jefa de departamento nos dijo que trabajáramos desde casa. Desde entonces hasta el 3 de abril, seguimos trabajando desde casa», subraya. «La situación empeora cada día más y todas las tiendas están cerradas. A los dependientes les han mandado en 'vacaciones forzadas'. Yo, por suerte, como puedo trabajar a distancia, seguiré cobrando y trabajando normalmente», apunta.

«Las calles están vacías. Veas el canal que veas de televisión, de continuo sale un mensaje del gobierno pidiendo que nos quedemos en casa. Paran las películas y programas de continuo para decirlo. La situación está mal, los números no muestran ningún tipo de mejora ni de disminución de los contagios, cada día hay más y más. Los hospitales están llenos y dicen que se tiene que elegir a quién aceptar para tratar y a quién no, dándose preferencia a los jóvenes y 'condenando' a la gente que está critica porque no consiguen atender a todos. Hay enfermeros que duermen en el hospital porque tienen miedo de volver a casa y contagiar a su familia», concluye.

Ignacio Fernández, tercero por la izquierda, con sus compañeros de trabajo.

«Aquí, los bares y restaurantes continúan abiertos y no hay hospitales colapsados»

Ignacio Fernández Cruz, de 34 años, nació en Vitoria pero sus padres se mudaron a Valladolid cuando él tenía unos 12 años. Ingeniero Industrial por la Universidad de Cantabria, en 2015 se mudó a Regensburg (Bayern, Alemania), al ser «un país que ofrece tremendas oportunidades a quién las busca y las quiere aprovechar». «Tras acabar la carrera relativamente, me negaba a pasar por un proceso de prácticas poco remuneradas, puestos de trabajo precarios, subcontratas… así que me decidí a buscar la oportunidad de desarrollar mi carrera profesional y personal en un país que ofrezca oportunidades», agrega Ignacio, que es director del departamento de controles electrónicos de una gran multinacional americana.

«Respecto a la situación actual con el coronavirus, aquí se está viviendo de una manera algo diferente, creo. No se ha limitado la libre circulación de personas, o lo que es lo mismo, no se ha privado a nadie de su libertad. Se han cerrado las tiendas que no sean de alimentación o farmacias, pero bares, cafés y restaurantes siguen abiertos. Eso sí, solo hasta las 18:00 horas. Cuando Alemania se compara con países del sur de Europa como España o Italia, se perciben ciertas diferencias. Ahora es el coronavirus, pero antes era la economía, la corrupción, la política… Y a pesar de ser odiosas, si haces esas comparaciones, tú mismo puedes llegar a las mismas conclusiones que podría llegar un alemán. Los de un país buscan justificarlas y los del otro las critican, eso es inevitable», afirma Ignacio.

«En cuanto a la economía, solo puedo hablar de mi negocio, que no está sufriendo para nada. La mitad de la plantilla está con 'home office' y la otra mitad, en la oficina. La producción se ha dividido en dos turnos para minimizar los riesgos de contagio. Por supuesto, hay muchas que se están viendo perjudicadas, pero no hay ninguna política de despidos, ni siquiera temporales, Alemania se puede permitir a nivel económico un esfuerzo como el que hay que hacer ahora. La gente lleva ya tiempo con bastante precaución y muchos están de cuarentena voluntaria, o como mucho yendo a trabajar, donde garantizamos cero contacto humano con procesos creados para la ocasión. No parece que haya un gran nivel de alerta, a pesar de que da la impresión, leyendo prensa de otros países, de que muchos se alegrarían de que fuese una catástrofe aún mayor en Alemania, por no tomar medidas más restrictivas», asegura Ignacio.

«En otros países cuentan los muertos por miles o centenares y aquí no hay hospitales colapsados. Hablo con mis padres regularmente para que se les haga su confinamiento más ameno», concluye Ignacio.

Belén Lázaro.

«Un navío militar está en Nueva York para curar a los enfermos»

Belén Lázaro es una vallisoletana afincada en Estados Unidos que vivió su infancia y parte de su adolescencia en Peñafiel. Su esposo era soldado en el Ejército americano destinado en España cuando se conocieron y, después de un tiempo, recibió órdenes para su nuevo destino en los Estados Unidos, en concreto en Florida, adonde se trasladaron y llevan viviendo más de treinta años. Después de que su esposo se jubilara del Ejército, decidieron quedarse allí «pues ya habíamos echado raíces y formado una familia».

Belén Lázaro después de varios años en Estados Unidos, decidió volver a estudiar se licenció en Educación de alumnos con Capacidades Excepcionales e hizo un máster de Trabajo Social. Su trabajo actual es de asistente social escolar y lleva ejerciéndolo más de ocho años.

Con respecto al coronavirus, Belén señala que «tanto el gobierno central como las autoridades locales están pidiendo a la gente salir lo menos posible, a no ser que sea necesario, como para ir a trabajar y comprar comida y medicinas». «El gobierno ha pedido que se cancelen las operaciones y tratamientos médicos que no sean urgentes, para que los hospitales tengan el mayor espacio disponible así como el personal médico necesario. Unidades móviles de salud están siendo utilizadas para poder ofrecer las pruebas a más personas que tengan síntomas, y un navío militar del Ejército de la Marina, que ejerce como hospital, ha sido destinado para ir a la bahía de Nueva York y tratar a los enfermos si fuera necesario», apunta.

«El gobierno sigue trabajando en crear planes de asistencia financiera para ayudar a los ciudadanos y mantener positiva la economía del país. Las pequeñas y medianas empresas han sido afectadas de manera drástica así como el sector hostelero, los restaurantes y las aerolíneas», agrega Belén, que incide en que su mayor preocupación ahora es «por mi familia y mis amistades en España».

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