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Ricardo de los Ríos es uno de esos personajes que la historia ha olvidado. La información sobre este pintor, grabador y aguafortista nacido en Valladolid en el siglo XIX es escasa y, en este caso, bebemos de lo recopilado para la Real Academia de la Historia por parte de Javier Blas Benito, que contextualiza un artista en su entorno y nos acerca a uno de los mayores dibujantes y creadores de grabado de la historia romántica del arte.
Nacido en 1846, desde muy pequeño su adinerada familia le inculca la importancia de la culturalización y del estudio, por lo que se muda a París, donde comienza a formarse en la Escuela de Bellas Artes siendo discípulo de Isidore Pils. Su maestro fue reconocido mundialmente como uno de los mejores pintores al fresco de su época. Aunque también poco valorado en la actualidad, muchos lo reconocerán en los adornados y rimbombantes techos de la Ópera Granier de Paris, con motivos orientales.
Ricardo de los Ríos comenzó a presentar sus pinturas en los salones y exposiciones de arte muy joven, pues ya con veinte años se había hecho a la sociedad parisina como ningún otro.
Muchos de sus cuadros, aunque con tendencia al naturalismo, son evocaciones de tiempos pasados, como el anterior, que representa el discurso de Marco Antonio durante el funeral de su predecesor, Julio César. Muy influenciado por estas corrientes neoclasicistas, Ricardo de los Ríos también experimentó con el aguafuerte, que era una de sus debilidades y la técnica por la que fue galardonado en varias ocasiones.
Pero con el romanticismo olvidado y el impresionismo abriéndose paso entre los artistas parisinos, Ricardo de los Ríos pintaba como lo hacía Caillebotte, representando a la sociedad francesa en su día a día, caminando por la acera embebidos en sus asuntos de índole privada. Nos recuerdan sus trazos a los de aquel Flâneur que representaba Caillebotte, paseando por las calles de la ciudad más romántica del mundo, sintiendo ese hálito de esperanza en la contemplación hedonista del fluir de la vida humana.
Hoy encontramos la misma representación de la sociedad, casi ciento cincuenta años después de que Ricardo de los Ríos inmortalizase la estampa, en la puerta del Louvre, donde debe uno acudir a disfrutar de la mayor colección de arte de la historia.
Aquí se puede ver la parte lateral hacia la Pirámide del Louvre. En esta zona, Ricardo de los Ríos se erguiría con su caballete para inmortalizar el momento impresionista.
Recibió los halagos de los críticos en las exposiciones Universales de París, de Munich, de Viena o de Berlín. También recibió galardones en Bruselas, Chicago, Gante, Amberes y Lieja, siendo nombrado Caballero de la Legión de Honor.
Como no podría ser de otra manera, era un enamorado de los prerrafaelitas. En especial era ferviente seguidor de la obra de Millet, copiando y grabando muchos de sus cuadros para su posterior reproducción. Pero si bien fue un pintor excelente, también se dedicaba, como Gustave Doré lo hizo antes que él, incluso al mismo tiempo, al dibujo y a la ilustración, acompañando las novelas de la época de Honoré de Balzac y de Victor Hugo.
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Sustituyó a José María Galván en 1899 en la Cátedra de Grabado de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, teniendo allí a discípulos de alta talla como Carlos Verger, Espina y Capo o Galindo y Esteve. Según reconoce Javier Blas Benito, tuvo una clara confrontación profesional con Ricardo Baroja, quien dijera de él lo siguiente:
«[…] don Ricardo de los Ríos para realizar sus excelentes copias de obras ajenas usa de la fotografía. Calca en papel cristal, pasa el calco a la plancha de cobre, y, eso sí, con maravillosa destreza, imita contornos y claro oscuro, y entona a fuerza de retoques. Don Ricardo de los Ríos se traslada desde París a Madrid y se empeña en que la clase de grabado de la Escuela de San Fernando sea clase de copistas y que en las exposiciones de Bellas Artes se conceda el premio a los copistas».
Sus obras, con marcado estilo clásico, bien podrían estar hoy en el pódium de las grandes pinturas del siglo XIX, pues pueden reconocerse entre elegantes Rembrandt y los más delicados 'Jugadores de Cartas' de Cézanne. Estos jugadores de cartas, preparados para la batalla, nos avisan sobre el conflicto interno que se va a desarrollar con motivo del juego.
La mayoría de los cuadros de Ricardo de los Ríos se encuentran en colecciones privadas, pues son pocos los museos en los que se exponen sus creaciones.
Con una calidad sin igual, Ricardo de los Ríos ha pasado desapercibido durante el siglo XX y comienzos del siglo XXI, siendo clara la evidencia de que pocos artículos e investigaciones reconocen su importancia para el mundo del arte. Como ningún otro artista, Ricardo de los Ríos confeccionaba el cuadro perfecto, a partir de una miscelánea entre sentimiento impresionista y cultura neoclasicista romántica. Sus cuadros prevalecerán, pero la memoria de este pintor de Valladolid se diluye en el tiempo, siendo imposible obtener más datos sobre la vida, la historia y la trayectoria profesional de uno de los grandes pero desconocidos artistas vallisoletanos.
Sobre la firma
León (1996). Graduado en Educación Primaria por la Universidad de León. Realizó el Máster en Arte, Literatura y Cultura Contemporánea en la Universidad Oberta de Catalunya. En Leonoticias desde 2023. Articulista de opinión. Responsable en Leonoticias de 'El Odonista' y 'Edificios Emblemáticos de León' y en El Norte de Castilla de 'LiterArte'.
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