Muchos de ustedes ya sabrán de la curiosa historia sobre el encuentro ficticio entre William Shakespeare y Miguel de Cervantes a orillas del Pisuerga en 1605 en conmemoración del bautismo de Felipe IV en Valladolid. Recordarán no solo la historia sino también a su reinventor ... contemporáneo, Jesús Ruiz Mantilla, que elaboró el relato '¿Y si Shakespeare y Cervantes se hubieran conocido?' (Galaxia Gutemberg). No obstante, seguro que pocos conocen los orígenes de esta leyenda, que tan solo se remonta a 1989 cuando un erudito profesor de literatura diera con la clave de un encuentro imaginario que proyecta uno que sí ocurrió de verdad.
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Este laureado escritor no es otro que Anthony Burgess, autor de la novela 'La Naranja Mecánica' y que acabó decepcionado por la homóloga representación cinematográfica de Stanley Kubrick. En 'La Naranja Mecánica' se exploran los futuros inciertos y los ficticios escenarios donde la distópica realidad se hace un hueco entre las vacías aspiraciones de los jóvenes, que se ven obligados a recurrir a la violencia y a las drogas para sobrellevar el presente. De una manera similar, en 'The Devil`s Mode', Burgess nos presenta el relato primigenio en el que Shakespeare y Cervantes se encuentran en la ciudad de Valladolid.
Como punto de partida, exploremos el contenido y la trama del breve relato, aportando una serie de fragmentos de la traducción que llevó a cabo Javier Marías y que se publicó en 1989 encartada en El País.
Las grandes galeras de los ingleses llegan a Santander con la intención de llevar la representación de las obras de Shakespeare a Valladolid, que entonces era capital de España. Se presentan dos personajes cervantinos, secundarios observantes de la farsa que está a punto de suceder, pero que casi nos recuerdan a Braganza y a Escipión, de la última Novelita Ejemplar de Cervantes 'El Coloquio de los Perros'.
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Aparece entonces Shakespeare en escena, quejándose de su edad y de las condiciones en las que un cuarentón debe viajar para complacer al rey. Cabalgaron desde Santander a Valladolid, pasando por Reinosa y Palencia. Reciben al bardo y a sus acompañantes rumores sobre la aceptación de la religión única, en la que seguro Burgess hace aquí una burla a la Inquisición Española, bastante olvidada ya en el recuerdo de Torquemada y los Reyes Católicos. Góngora escribe, para la llegada de Shakespeare, unos versos en los que menciona a su enemigo, Cervantes, y a sus eternos personajes don Quijote y Sancho Panza.
Tras infortunadas representaciones de 'Tito Andrónico', 'Hamlet' y 'Macbeth', Shakespeare es introducido a Miguel de Cervantes por un tercero, don Manuel. «La casa de Cervantes era pequeña y estaba impregnada de los olores de su cocina: ajo, aceite de oliva, especias que Will recordaba de lugares norteafricanos. En la diminuta sala de estar había unos taburetes moros arqueados, una mesa redonda con manchas de tinta y unos 80 libros o así. Uno de estos libros yacía tirado sobre la raída alfombra mora a los pies de Cervantes, que había cogido, con seco egoísmo impropio de un anfitrión, la única silla de la habitación. Will y don Manuel se sentaron, un poco bajos en los asientos arqueados. Cervantes le pasó el libro a Will y un puntapié y este lo recogió humildemente. Guzmán de Alfarache, por un tal Alemán. ¿Sería un alemán, con un nombre así? Era una de aquellas novelas. Cervantes habló y Manuel tradujo».
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Llegaban casi a las manos Shakespeare y Cervantes en el relato de Burgess, en el que discutían por la fe cristiana y la luterana, que en ambos se había impuesto de manera respectiva. Ambos se defendieron de las acusaciones del otro, y llegaron al acuerdo de ser grandes dramaturgos y escritores, dejando por dogma la siguiente frase de Cervantes: «La barrera está en el alma, no en la lengua o en los dientes».
Al final, aunque Cervantes llegó incluso a expulsar a Shakespeare de su hogar, este último quedó sorprendido por la calidad de la obra del manco afincado en Valladolid, queriendo incluso convertir su obra magna en una representación teatral, aludiendo por último don Manuel a que la extensión de la obra era su gran virtud y que poco podría proyectar el bardo en tan solo dos horas de viaje teatral.
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La interacción continúa, pero nosotros nos desprendemos de ella para conocer la historia real que se esconde tras estas líneas. Como verán, dos representantes del movimiento dramatúrgico y literario, los mayores artistas de su tiempo, y casi del nuestro, nos recuerda a la relación existente entre el propio autor, Anthony Burgess, y su homólogo cuasi homónimo Jorge Luis Borges, quienes fueran fanáticos de las ideas del otro.
Según las investigaciones de Luis Martínez Zenón, fue en una fiesta en honor al autor argentino a la que Burgess fue invitado, donde se conocieron estos dos grandes simbolistas. También coincidieron en varios congresos, específicamente en el World Shakespeare Congress en 1976 y que desde entonces se celebra de manera quinquenal. Borges, prolífico escritor y profesor de literatura, se interesó por la cultura inglesa, de la cual Burgess era un gran conocedor, llegando a una gran fascinación por un autor que a ambos impresionaba, el poeta inglés, Caedmon.
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De igual manera que ocurre en el relato, Caedmon puede suponerse como esa alusión a Mateo Alemán, escritor del 'Guzmán de Alfarache', y Borges y Burgess, representar cada uno a uno de los grandes exponentes del Renacimiento en España y en Inglaterra, Shakespeare y Cervantes respectivamente.
Gracias al biógrafo de Shakespeare y de Cervantes, Luis Astrana Martín, podemos concluir que este encuentro nunca tuvo lugar y que se trata del símbolo definitivo del choque cultural entre dos autores titánicos que pusieron «patas arriba» la literatura universal. Pero el relato de Burgess nos plantea un escenario digno de un distópico pasado, donde el encuentro no se desarrollaría en plenitud ni consiguiendo que ambos fueran grandes compañeros, sino más bien todo lo contrario, apostando por personajes humanos y realistas, naturales y personales que se dejan llevar por las corrientes de su entorno.
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Daniel Casado Berrocal
Daniel Casado Berrocal
El encuentro termina con acusaciones de plagio, al representar 'Hamlet' frente a Cervantes, y observando este cómo bien pudieran Hamlet y Fastolf ser copias exactas de don Quijote y Sancho Panza. Años después muere Cervantes, sin acordarse de la grandeza del bardo que una vez lo increpó, y el inglés, apenas con días de diferencia, se despide del mundo de los mortales asegurando haber comprendido y valorado la calidad de la obra publicada por primera vez en Valladolid en 1605: 'El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha':
«No leyó 'Don Quijote' hasta 1611, el año de la traducción de la obra por Shelton y también el año de aparición de la 'Biblia del Rey Jacobo'. Hay referencias al demacrado caballero y al gordo escudero en los dramas de Ben Jonson y Beaumont y Fletcher, pero no en las obras de Shakespeare. Cuando cayó finalmente enfermo en 1616 estaba todavía dando vueltas a que Cervantes iba un paso por delante de él en el dominio de la creación de un personaje universal. Murió el mismo día que Cervantes, pero como el calendario español iba diez días por delante del británico, puede decirse que hasta en morirse Cervantes le adelantó».
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Sobre la firma
León (1996). Graduado en Educación Primaria por la Universidad de León. Realizó el Máster en Arte, Literatura y Cultura Contemporánea en la Universidad Oberta de Catalunya. En Leonoticias desde 2023. Articulista de opinión. Responsable en Leonoticias de 'El Odonista' y 'Edificios Emblemáticos de León' y en El Norte de Castilla de 'LiterArte'.
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