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Con una colección de secuencias, elegidas de entre las más memorables, de 'La guerra de papá' (aquel filme de 1977 que adaptaba la delibesca novela 'El príncipe destronado') comenzó ayer en la sala principal del Teatro Zorrilla el homenaje a su director, Antonio Mercero, que ... en su particular encuentro entre el cine y la literatura rinde tributo la 52ª edición de la Feria del Libro de Valladolid. Una mesa redonda en torno al filme y su novela, publicada hace 46 años, se desarrolló moderada por el director gerente de la Fundación Miguel Delibes; Javier Ortega, y en la que participaron la actriz Teresa Gimpera, el hijo del autor, Adolfo Delibes de Castro; el director de la Seminci, Javier Angulo, y la catedrática Marisa Sotelo.
La profesora explicó el germen de 'El príncipe destronado', «escrita en 1964 aunque viera la luz en 1973», y narró que su gestación fue fruto de una apuesta: la de a partir de qué edad puede un niño ser protagonista de una novela: para Sotelo, citando a Delibes, «a partir de que esta pueda expresar sus sentimientos». De ahí el protagonismo en Quico, inspirado en el propio Delibes de Castro.
También tuvo el libro sus problemas con la censura; desde el equívoco título (que pudiera hacer mención al Borbón desplazado por el dictador Franco) o la frase «Jodío chico. No piensa más que en matar, parece un general», que en un momento determinado pronuncia Femio, el novio de la Vito.
Los temas principales pasan por esa pérdida de inocencia del niño, desde los celos del pequeño Quico, que se ve relegado por la llegada de una nueva hermanita, hasta el descubrimiento del sexo y el cuerpo: «No daba puntada sin hilo», dijo quien destacó también la estructura narrativa, los juegos literarios con el espacio y el tiempo (minimalistas ambos, al más puro estilo del autor de 'Cinco horas con Mario') o la habilidad de ponerse en la piel de otro, además de las diferentes singularidades que conformaron a aquel largometraje que supusiera un éxito entre el público y la crítica nacionales de la época.
Angulo se centró más en la figura del cineasta: «En la televisión ha habido tres grandes figuras: Lazarov, Ibáñez Serrador y Mercero», responsable este último también de éxitos como 'Farmacia de guardia', 'Turno de oficio' o, claro, 'Verano azul'. «Fue un hombre más de series que un cineasta, y en esta película el niño es una excusa para hablar de la España que viene». Con dos años solo tras Franco muerto, el director de la Seminci ve en este filme un intento de reconciliación entre las dos Españas, mediante el padre nostálgico del régimen (Héctor Alterio, en su primera película tras pedir asilo político en España y en un rol de un ideólogo afín al de sus propios verdugos potenciales) y la madre (Gimpera, que interpreta a la hija de un republicano).
Recuerdos de 'papá'
La actriz, a su vez hija de republicanos, rememoró el rodaje de 'La guerra de papá' con generosas dosis de humor, recreando una época de nuestra historia en la que «las mujeres solo servían para procrear». Gimpera, para quien el director es el encargado de generar un buen ambiente a lo largo de una producción cinematográfica, Mercero fue un caso ejemplar de paciencia con Lolo García («Trabajar con niños es muy difícil», dijo quien también rememoró sus dificultades de rodaje con la niña Ana Torrent en 'El espíritu de la colmena').
El último en tomar la palabra fue Adolfo Delibes de Castro, quien habló de sus vivencias con su padre: «De los niños le atraía la inocencia y de que fueran maleables para poder escoger cualquier camino en la vida, a diferencia de los adultos, que son menos interesantes». Sobre quien afirma ser la inspiración de Miguel Delibes para la construcción del inolvidable personaje de Quico, se declaró como un niño «nervioso», cuyo padre envió al editor dibujos de reacciones de su hijo para que ilustrara alguna de las primeras ediciones de 'El príncipe destronado'.«La escribió en poco tiempo, tenía la historia frente a sus narices y participaba de oído de los vaivenes de la familia: si en algún momento se quedaba en blanco, sin inspiración, solo tenía que pararse a escuchar».
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