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Prefiere el cuerpo a cuerpo, sin intermediaciones técnica, por eso Emilio Urberuaga dejó pronto el micrófono y se dirigió con libertad de movimientos en sus manos a los estudiantes que aspiran a vivir, como él, de la ilustración. El suyo fue un salto sin ... red. Dejó el banco en el que trabajaba para dibujar. «Nadie te obliga a hacer esto, así que si lo eliges, debes valorar si las renuncias merecen la pena y asumir la responsabilidad. No se puede ser ilustrador como se es celador o empleado de banco. Tienes que estar enamorado de tu profesión», decía antes de abordar el tema de su charla, los ilustradores franceses.
El dibujante de personajes como Manolito Gafotas recordó a su audiencia que «en el mundo de la creación nadie nace en la inclusa, todos bebemos de otros. Es impensable Mozart sin Bach, Picasso sin Tiziano, ...». Y subió al árbol de la ilustración francesa por ser aquel el país invitado en esta feria. Yaunque no le gustan los ordenadores, –«ya he logrado volver a dibujar sin ellos, ¿qué hacemos si se va la luz? Hay que saber hacer las cosas con las manos»–, gracias a uno mostró una colección de dibujos de los autores que iba a citar: André François, Tomi Ungerer y Sempé. Antes de esos ilustradores inició el recorrido con la cartelería y el grafismo de Cassandre, a quien contrató Yves Saint Laurent para que le hiciera el logotipo universalmente conocido de su marca. «Quería ser pintor, aunque era malo, y lamentaba ser cartelista, en lo que era genial. A su gran dibujo ha que añadir esa capacidad para colocar las letras», contó Urberuaga (Madrid, 1954).
François le conquista por su humor y por calidad de sus dibujos, «es mi dios». Uno de los dibujos del ilustrador de origen húngaro perteneciente a 'Lágrimas de cocodrilo' le saluda a Urberuaga cada vez que enciende su temida pantalla. Tanto François como Peter Steiner, «que se fue a Milán a estudiar arquitectura y en seguida mostró su temor por que un dibujo suyo pudiera levantarse como edificio, algo que no tienen en cuenta algunos de sus colegas hoy», trabajaron asiduamente para 'The New Yorker'.
Al servicio de la idea de otro
Ungerer «nació en Estrasburgo, una zona francesa sometida a ratos a Alemania. Quizá por eso huyó a Estados Unidos». Allí comenzó a dibujar álbumes infantiles y libros pornográficos. Su 'desconsideración' con la corrección estadounidense le costó tener que dejar el país, viviendo después en Canadá e Irlanda. «Tenía una gran mano y era muy divertido. Algunos de sus libros serían impublicables hoy». Entre los clásicos de Urgerer, 'Los tres bandidos'.
Y coetáneo fue Sempé,«más limitado en la plástica pero un maestro plasmando la ciudad. Uno quisiera vivir en sus escenarios y destaca tanto en libros infantiles como 'El pequeño Nicolás' como en las ilustraciones para textos de Modiano. Tiene una gran capacidad para colocar la escena de forma natural y para ser el dueño del espacio en blanco. Es difícil saber dónde parar en un dibujo, qué definir y que dejar. Eso se tiene o no».
Premio Nacional de Ilustración, hay obra suya colgada en varios museos internacionales y aún hoy Urberuaga escucha que hace «dibujos como de niño». «Durante mucho tiempo la imagen ha sido despreciada. Me he encontrado con editores que te dicen que algo no les gusta pero sin añadir ninguna razón. Hay editores fuera que te sugieren con argumentos y eso te lleva a cambiar lo que sirva para mejorar el trabajo, sabiendo por qué».
Fiel al autor, por malo que sea el texto, «el ilustrador trabaja para una idea de otro». Urberuaga plasma el resultado de su negociación interior entre los explícito y lo implícito, sabiendo que «la ilustración tiene que contar algo».
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