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No es inocente que el publicista llame al estiramiento 'lifting', ni casual que los jóvenes desconozcan lo que es un celemín, ni intempestivo que se plantee desde hace unos años la pertinencia de un español 'neutro'. De estas cosas hablaron José María Merino, Álex Grijelmo ... y María Ángeles Sastre en una mesa redonda en torno a 'un idioma sin límites'. Usuarios profesionales de la lengua, los dos primeros venían en calidad de coeditores del libro '555 millones pueden leer este libro sin traducción' y Sastre, la filóloga de la sección semanal de este diario 'Uso y normas del castellano', fue la encargada de provocar el verbo de los especialistas.
Con rigor académico, la profesora de la Universidad de Valladolid comenzó enmendándoles la cifra del título ya que según el informe anual del Instituto Cervantes, son ya 577 millones de hablantes que tienen el español como lengua materna. «Solo le supera el chino mandarín con 950 millones, y está por delante del inglés», apuntó Sastre, que no les riñó por la elipsis del sujeto en el citado título. El libro, de «alta divulgación», suma ensayos de especialistas en ortografía, en la historia y la expansión del español, en demolingüística, en su potencial económico (el 16% del PIB nacional mana de la lengua), en su desarrollo en ámbito como el deporte o en su reflejo sexista, en literatura o en publicidad. Un recorrido que quiere, como apuntó el José María Merino, «hacernos conscientes de la riqueza y la importancia de nuestra lengua y, a la vez, no caer en la autocomplacencia».
El periodista Álex Grijelmo destacó la selección de especialistas, entre los que está Jesús Castañón, profesor vallisoletano que lleva décadas hilando humor y deporte en la lengua, presente en la sala.
Sastre planteó a los editores si «el gran mosaico dialectal» de este que es el idioma oficial de 20 países se mantiene unido gracias a la guía de la RAE. Merino apuntó que «los académicos no creamos los idiomas, somos más bien el ICONA de la lengua, cuidamos las especies que nos visitan y velamos por la estructura. No creo que los modismos y las distintas formas de hablar descompongan la lengua, sino más bien la enriquecen. En cualquier caso, yo hablo un latín descompuesto». Grijelmo, ex director de medios panhispánicos, creció con las películas de Cantinflas provocador de carcajadas con «palabras disparatadas» que entendía como «conocedor pasivo» del español de México. Ytras aquel, los culebrones venezolanos o los tangos porteños. «No hay más de un 2% de palabras distintas en estos países, pero curiosamente usamos el 98% de las que tenemos en común para hablar de esa mínima diferencia», apuntó el autor de 'El cazador de estilemas'. Señaló además que la diferencia es más notable en el registro coloquial que en el culto.
Guayaba, farra, auspiciar, son solo tres palabras, apuntadas por estos editores, que han hecho el camino inverso al que en su día hizo García de la Concha para unir academias. Sin embargo, hubo quien consideró en Netflix que era necesario subtitular al español 'neutro' la última película de Cuarón, 'Roma'. «Lo más bonito de aquello fue la indignación de los españoles porque nos sentimos ofendidos ante la presunción de que no entenderíamos algo que era perfectamente inteligible», explicó Grijelmo.
El lenguaje sexista fue otra de las lides propuesta por Sastre. «El lenguaje no cambia la realidad, sino más bien al revés», sentenció Merino. Grijelmo advirtió del problema de crear «un lenguaje identitario», etiquetar a un hablante en función de determinados usos, y advirtió que «en cuanto la igualdad entre hombres y mujeres sea real, el lenguaje dejará de importarnos». Aplauso cerrado.
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