![José Jiménez Lozano: una obra literaria cautivadora e incómoda](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202003/09/media/cortadas/ilustracion-kEeC-U1004610717813RF-1968x1216@El%20Norte.jpg)
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La producción literaria de José Jiménez Lozano acumula toda clase de adjetivos, casi todos laudatorios. Se le ha calificado, por ejemplo, como ensayista contra corriente y poeta singular, divulgador de peripecias angustiadas y rescatador de episodios históricos que, en su contexto, plantean dilemas acuciantes. Lejos de caer en una narrativa complaciente, la obra de Jiménez Lozano consigue incomodar al lector lanzándole preguntas que llegan a la hondura de la existencia. Ajeno a adscripciones literarias o a lo que no sin sorna denominaba «guerras de la escritura», él mismo se reconocía inconformista y contradictorio, «de manera que me he encontrado siendo tranquilamente un tory anarquista, un agustiniano helenizante, o un ilustrado pascaliano. Es decir, un desastre para cualquier carrera de competencia de claridades. Salvo si se trata de las palabras, desde luego», apuntaba en 2004.
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Aunque en una entrevista concedida en 1989, con ocasión de la concesión del Premio Castilla y León de las Letras, confesaba que había empezado a escribir tarde por miedo, porque había leído mucho y comparaba, es autor de una extensa obra que comprende novelas, relatos, ensayos, diarios y poesía. «Los libros sólo deben estar destinados a los lectores, no al gran público, porque al público muchas veces no le llegan estas cosas, inevitablemente. Yo he encontrado lectores donde no los esperaba y a la inversa también me ha sucedido», señalaba el mismo día en que le fue concedido el Premio Cervantes, en noviembre de 2002.
Como señalaba Ernesto Escapa, la escritura de Jiménez Lozano está regida por unos mismos principios estéticos, se asienta sobre un sólido sustrato ético y da curso a algunas de sus grandes preocupaciones: la memoria como asiento del único vivir verdaderamente humano. «Un narrador es alguien que mira al mundo y a los hombres, y carga con toda la memoria de ellos para que nada de hombre se pierda», le confesaba a Gurutze Galpalsoro en 'Una estancia holandesa'.
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Víctor García de la Concha, quien fuera director de la Real Academia Española entre 1998 y 2010, le definía como «un escritor castellano viejo, hombre ligado a la tierra de Castilla, abierto al estudio de los judíos, moros y cristianos. Yo le calificaría como un letraherido, alguien que vive por y para las letras, aparte de un humanista cristiano confeso».
Su obra ensayística, abundante y notable, le granjeó muy pronto fama de espíritu libre, pensador inquieto y cristiano impaciente.
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A 'Relatos y soledades', de 1977, le sucedió una obra fundamental en el panorama ensayístico español, 'Los cementerios civiles y la heterodoxia española', que recorre la historia del fanatismo y la incomprensión en suelo español, para decantarse finalmente por el entendimiento y la tolerancia. Una senda que recorrió nuevamente en 1982 en 'Sobre judíos, moriscos y conversos', obra que se centra en la convivencia y los conflictos que en el pasado vivieron en España judíos, islámicos y cristianos.
Dos años antes había dado a la imprenta 'Monasterios de Valladolid', donde ofrece una peculiar descripción de seis de ellos, San Cebrián de Mazote, Santa María de Valbuena, La Armedilla, Santa María de la Espina, Santa María de Matallana y Santa María de Palazuelos, pues no solo aparecen descritos desde un punto de vista artístico, sino también histórico e incluso antropológico.
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Su 'Guía espiritual de Castilla', publicada por primera vez en 1984, ofrece al lector un viaje repleto de vida a través del paisaje, el arte y la historia de la vieja Castilla, remite en cierto modo a un pasado de autenticidad y advierte sobre el peligro de una modernidad capaz de enterrar definitivamente una época de esplendor. 'Ávila', escrita en 1988, es un ensayo de corte historiográfico donde no solo aparecen los personajes más relevantes de la historia de esta provincia o se insiste en la armónica convivencia de las tres culturas en tiempos medievales, sino que también se detiene en las leyendas más célebres y en historias de amores y misticismo. Con 'Los ojos del icono' (1988), Jiménez Lozano se fija en distintas etapas del arte occidental, lo que supone un singular acercamiento a las peculiaridades estéticas del arte europeo, mientras que 'Retratos y naturalezas muertas', publicado en el año 2000, es concebido como una conversación interior en torno a algunas pinturas de especial relevancia y significado para el autor.
Al año siguiente publicó 'Fray Luis de León', un retrato repleto de dramatismo pues se centra en las pasiones desencadenadas por el proceso inquisitorial a que se vio sometido el protagonista entre 1572 y 1576, mientras que 'El narrador y sus historias', de 2003, recoge sus reflexiones sobre las posibilidades de la narración en estos tiempos convulsos, vertidas un año antes en tres jornadas celebradas en la Residencia de Estudiantes. Por su parte, 'Obstinación del almendro y la melancolía' (2012) es un libro de recuerdos en el que reescribe textos no publicados sobre monasterios y recupera, ampliados, otros que dieron forma a artículos periodísticos; finalmente, 'Sobre Teresa de Jesús', escrito en 2015 junto a Teófanes Egido, recorre la vida de la santa abulense a propósito del quinto aniversario de su nacimiento.
Confeso lector de Cervantes, Azorín, Gabriel Miró y Juan Ramón Jiménez desde su niñez, entre sus principales maestros solía señalar a Américo Castro, Juan de la Cruz y Teresa de Jesús. De ahí le venía, quizás, su afición a los seres aparentemente insignificantes, carentes de una historia de grandeza: «Al empezar a escribir veo primero unos rostros. Veo la historia de una manera muy oscura. La frecuentación con estos personajes es lo que me los hace muy queridos. No es que a estos personajes les esté dando vueltas voluntariamente. Están, simplemente, ahí: afloran, sin yo quererlo y esperarlo. Me visitan y yo los invito. Son relaciones que se tejen durante mucho tiempo, hasta que el rostro que veo se cristaliza en la cara y figura de un niño, de un anciano, de un hombre o una mujer. Con algunos me encuentro más a gusto que con otros, porque de todas maneras, para ser ellos, tengo que renunciar a mi propio yo. Por eso recuerdo más a mis personajes que a mis libros», le confesaba a Pablo Gámez en una entrevista publicada en 'La Nación' con motivo del Premio Cervantes.
Su primera novela, 'Historia de un otoño' (1971), encierra ya los asuntos clave de su obra literaria, al narrar el aplastamiento del monasterio de Port-Royal y plantear el problema de la integridad de la conciencia frente a los poderes de este mundo. A partir de ese momento, los personajes de sus obras se convierten en reflejo fiel de esa rebeldía que le obligaba a oponerse a la decisión de cualquier poder, fuera eclesiástico o civil, si iba en contra de su conciencia o de su libertad interior. Sus siguientes novelas serían 'El sambenito' (1972), que gira en torno al proceso inquisitorial de Pablo de Olavide en 1778, y 'La salamandra' (1973), centrada en la guerra civil.
Tras un considerable lapso de tiempo, en el cual publicó obras que compendian artículos o reúnen cuentos ('La ronquera de fray Luis y otras inquisiciones', 'Retratos y soledades', 'El santo de mayo'), en 1982 aparece 'Duelo en la Casa Grande', novela cuya historia se desarrolla en la posguerra española y en la que a los dramas propios de la época añade momentos de esperanza y amor a la vida.
En la segunda mitad de los años ochenta dio a la imprenta 'Parábolas y circunloquios de Rabí Isaac Ben Yehuda' (1985), el volumen de cuentos 'El grano de maíz rojo' (1988), que le deparó el Premio Nacional de la Crítica, y 'Sara de Ur' (1989), una historia de amor que recrea un relato bíblico pero convertido en totalmente marginal y libre.
Además, en las últimas décadas sistematizó la publicación de sus diarios: 'Los tres cuadernos rojos' (1986), 'Segundo abecedario' (1992), 'La luz de una candela' (1996), 'Los cuadernos de letra pequeña' (2003), 'Advenimientos' (2006), 'Los cuadernos de Rembrandt' (2010) e 'Impresiones provinciales' (2016), que recogen impresiones de lo visto, oído y leído (las famosas notas personales o «de los adentros»), desvelan algunas confidencias y evocan determinados impactos estéticos y reflexiones variadas.
En su largo elenco de novelas no pueden dejarse atrás 'El mudejarillo' (1992), relato singular y de enorme éxito sobre la vida y época de San Juan de la Cruz; 'Relación topográfica' (1993), una suerte de informe en el que una ciudad y sus habitantes deben rendir cuentas de su pasado; 'La boda de Ángela' (1993), en el que la celebración de un enlace se convierte en un suceso espectacular a partir de la reconstrucción de las historias mínimas de las familias; o 'Teorema de Pitágoras' (1995), que aborda algunos de los problemas y episodios más terribles de nuestro tiempo, pero también la manera de poder ponerles coto.
En 'Las sandalias de plata' (1996) recrea un episodio policíaco y judicial que adquiere una envergadura inusitada a raíz de las pequeñas vidas que se ven afectadas; 'Los compañeros' (1997) gira en torno a la cita de unos amigos en conmemoración del fin de carrera, cuarenta años atrás; 'Ronda de noche' (1998) relata historias de gentes que viven y sobreviven de los desechos de los demás; 'Las señoras' (1999) se centra en dos ancianas que comparten vivencias en una residencia de una pequeña ciudad de provincias; y 'Maestro Huidobro' (1999) cuenta la historia tres antiguos discípulos que evocan la figura de su viejo maestro rural, recientemente fallecido.
Abrió el nuevo siglo con 'Un hombre en la raya' (2000), una historia de misterio que evoca la guerra civil a través del personaje del desconocido vagabundo César Lagasca. Luego vendrían 'Los lobeznos' (2001), sobre las argucias de un superviviente de la política franquista que aspira a no separarse del poder; 'El viaje de Jonás' (2002), que recupera a su manera el famoso pasaje bíblico; 'Carta de Tessa' (2004), donde reaparecen los personajes de 'La boda de Ángela' y el autor expresa el sentimiento de pérdida de valores que sustentan nuestra cultura; 'Las gallinas del licenciado' (2005), curioso juego cervantino a través de una novela de aventuras, pero también picaresca, con los personajes creados por Cervantes en el 'Quijote'; y 'Libro de visitantes' (2007), compuesto por diez historias breves centradas en los acontecimientos ocurridos en Belén durante el tiempo de Herodes.
Sus últimas novelas fueron 'Agua de noria' (2008), relato de corte policíaco en el que laten problemas de enorme trascendencia social; 'Un pintor de Alejandría' (2010), divertida narración sobre las peripecias de un pueblo que quiere rehacer las pinturas de la iglesia deterioradas por el tiempo; y 'Retorno de un cruzado' (2013), que aborda el regreso a casa de Pedro Manuel Martín Lodares, aquejado de tristeza y melancolía después de varias peripecias (sus particulares 'cruzadas').
La producción de Jiménez Lozano, como hemos visto más atrás, abarca también libros de cuentos, no en vano, en alguna ocasión manifestó que «escribir cuentos es difícil; yo lo llevo dentro y me duele que se consideren novelas frustradas». Dentro de esta producción destacan, aparte de los ya citados, 'Los grandes relatos' (1991), 'El cogedor de ancianos' (1993), 'Tom, ojos azules' (1995), 'Un dedo en los labios' (1996), 'El ajuar de mamá' (2006), 'La piel de los tomates' (2007), 'El azul sobrante' (2009), 'El atlas de las cinco ínsulas' (2010), 'El paseante o Ester recontada' (2012) y 'Abram y su gente' (2014); y las antologías 'Objetos perdidos' (1993) y 'Yo vi una vez a Ícaro' (2002).
Por último, la poesía de Jiménez Lozano ha sido definida como sencilla, desnuda y, al mismo tiempo, deslumbrante, completamente autodidacta, sin grandes retóricas ni recursos, pero compuesta de versos muy meditados. En palabras de Miguel Delibes, Jiménez Lozano se presenta como «un poeta revelador de su intimidad, escueto y profundo que sorprendió a los que no creían en él». Así se descubre en 'Tantas devastaciones' (1992), 'Un fulgor tan breve' (1995), 'El tiempo de Eurídice' (1996), 'Pájaros' (2000), 'Elegías menores' (2002), 'Elogios y celebraciones' (2005), 'Anunciaciones' (2008), 'La estación que gusta al cuco' (2010) y 'Los retales del tiempo' (2016).
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