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Fermín herrero
Valladolid
Viernes, 13 de marzo 2020, 07:45
Cuando le mentaban su poesía, renegaba de ella y, como hubiera dicho él, a seguido, aunque dependía del momento que tuviera, regañaba seriamente al interlocutor o entrevistador que hubiese osado recordarle su condición de poeta. Sencillamente no podía considerarse como tal en cuanto tenía ... siempre presente los principios de sus admirables amigos de Port-Royal des Champs, que denostaban la poesía por su «uso cruel y delicioso del mundo».
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En virtud de este sustrato jansenista, José Jiménez Lozano desdeñaba toda efusividad lírica y, sin embargo, en el puro esqueleto de sus poemas, en su revelación como involuntaria, en su desnudez sin artificio, radica la luz y la emoción únicas que transmiten. Además, a medida que avanzaba, su obra poética, aparte de crecer exponencialmente, cada vez se hacía más ceñida, iba progresivamente adelgazándose, aligerándose de materia narrativa, histórica e incluso reflexiva, a tal extremo que su honda levedad la aproximaba a la estética del jaiku, con una prosodia tímida donde está lo pobre, lo frágil y simple, pero alegre, justo lo contrario de las ventanas pintadas que denunciase Pascal. Esa manera tan depurada que va directa al misterio del hombre y de lo trascendente.
A ese misterio sólo se accede mediante la sobriedad, sin añadir nada superfluo o prescindible, sin afectación, con la naturalidad tan del gusto de sus admirados místicos, de los interiores de la pintura flamenca o de la estancia carmelita, ejemplos de la sencillez y humildad a las que se atiene su poética, esbozada con precisión en una conferencia en la Universidad Francisco de Vitoria en junio de 2014 y matizada en una entrevista de Raúl Enrique Asencio en el número 4 de la revista 'Temblor'. Es una poética en toda regla, que rehuía pero a la que al tiempo siempre se atuvo estrictamente en sus versos.
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En realidad todos sus libros de poesía, una decena si no llevo mal la cuenta, sumando el que tenía pensado publicar en breve, pueden considerarse el mismo, dividido en varias entregas, en cuanto a su unidad de significado y de expresión, en torno a un puñado de asuntos que consideraba esenciales. De hecho, los juzgaba antologías, porque entre los poemas que escribía, tras dejarlos reposar un tiempo, espigaba y seleccionaba los que le parecía. De ahí que algunos de ellos aparezcan en sus diarios, pues están extraídos de los propios cuadernos de apuntamientos.
En su poesía la belleza es una celebración de lo sagrado, su auténtico modo de manifestarse. Es como si no pretendiera escribirla, en lo que el verso tiene de ejercicio de voluntad retórica, sino simplemente recogerla, tal que alguien que pasea por el campo y a veces trae un menudo manojillo de flores. 'Sólo' recoge una intuición del universo que de pronto aparece porque sí, tamizada por «la fina punta del alma» de la que hablaba Pierre de Bérulle, y queda, al cabo, como oscuridad temática, incomprensible para el hombre solitario de Kierkegaard, en el origen del poema, que no en su expresión, que busca, desde lo pequeño y lo inocente, la claridad verdadera, la transparencia.
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En una de las entradas de su tomo de diarios 'Impresiones provinciales', Jiménez Lozano nos recordaba que en los monasterios se llamaba 'lectio divina' a «una lectura nocturna para acabar el día, tenía una especial razón, que era la de limar las excrecencias, ungir las llagas o rozaduras del diario vivir, y cepillar un poco, desde luego, el polvo de la mundanidad de cada día». La anotación concluye que hasta no hace mucho, también la lectura se entendía en el mismo sentido, esto es, «el de recomponernos de algún modo por dentro, asomarnos a la belleza y a la misericordia, a la alegría, a la inteligencia y a la admiración de nuestra frágil condición humana». Pues bien, además, en mi caso, pienso que en el de su puñado escogido de lectores, de consolación y compañía, sus versos procuran justamente, de manera increíble por lo inusual, todo eso, aunque sepamos que es un fulgor mínimo, que pasa, aunque sepamos que también la vida es un fulgor tan breve en medio de tantas devastaciones.
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