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El escritor firma una de sus obras. Jonathan Tajes
José Jiménez Lozano: El Nobel de las letras hispanas que relativizaba los premios

El Nobel de las letras hispanas que relativizaba los premios

Aunque un tanto tardía, su producción literaria deparó a Jiménez Lozano numerosos galardones, entre ellos el Castilla y León de las Letras, el Nacional de Literatura y el Premio Cervantes

Lunes, 9 de marzo 2020, 20:22

«Premios y reconocimientos le parecen a uno algo raro, extraño, como si sus dispensadores se hubieran confundido». José Jiménez Lozano nunca se caracterizó por ambicionar premios, pues en modo alguno deseaba atesorar galardones. De hecho, siempre confesó que no acertaba a comprender del todo los méritos que veían en su obra cuando le comunicaban que había sido premiado, para a continuación asegurar, rotundo y jocoso, que dicho reconocimiento, que por supuesto agradecía, no le haría cambiar en lo más mínimo; ni en su forma de vida ni en su manera de afrontar la escritura. Especialistas como el también Premio Castilla y León de las Letras J. A. González Sainz aseguran, incluso, que la obra de Jiménez Lozano persiste en mantenerse en disonancia con los tiempos y con los éxitos literarios.

La realidad es que desde 1989, cuando recibió el Premio Nacional de la Crítica del año anterior por el libro de cuentos 'Un grano de maíz rojo', su trayectoria comenzó a atesorar galardones de creciente valía. Aquel mes de abril de 1989, los miembros del jurado que dirimieron en Málaga entre 140 obras seleccionadas elogiaron la profundidad de los relatos del abulense, ambientados en un contexto rural desde el que reflexionar sobre hondos problemas religiosos y existenciales. Jiménez Lozano se impuso a 'Una historia madrileña', de Pedro García Montalvo, la otra novela finalista en narrativa, y reconoció haber recibido el premio con incredulidad, sorpresa y satisfacción.

Criticó con dureza «las repúblicas o políticas inspiradas por fabricantes de encantamientos, que se han sentado en los bancos del honor y del poder o han servido de decoración de sus fastos, o incluso de bufones cantores de sus glorias»

Ese mismo año, además, pasó a engrosar la lista de galardonados con el máximo reconocimiento de la comunidad autónoma. Era el quinto Premio Castilla y León de las Letras desde 1984, edición que inauguró Miguel Delibes. El jurado, integrado por Julián Marías, Emilio Alarcos, Amando Represa, José Luis Yuste, José Luis Martín Descalzo y Ángel Barrios, valoró su «personalísima actualización de la tradición cultural castellano-leonesa, su investigación de la historia de la espiritualidad y la creación literaria de novelas que unen la herencia española con las más actuales corrientes europeas».

En su intervención, Jiménez Lozano se salió del corsé habitual en ese tipo de ceremonias y en un acto celebrado en el Teatro Principal de Zamora, criticó con dureza «las repúblicas o políticas inspiradas por fabricantes de encantamientos, que se han sentado en los bancos del honor y del poder o han servido de decoración de sus fastos, o incluso de bufones cantores de sus glorias». También avisó contra «la tentación de fabricar entre todos una gran fascinación o una gran mentira», y se refirió a «algunas de las más altas inteligencias de nuestro tiempo aplaudiendo, sosteniendo o incluso sugiriendo la ignominia; o callando ante ella con un silencio cómplice». Para Jiménez Lozano, el artista debía ser amo de su propia voz, en contra de las presiones políticas y fuera de la multitud o el rebaño, incluso manifestó su temor «porque, una vez más, los hombres de la ciencia y de la cultura pueden consumar nuevas traiciones».

Jiménez Lozano, en su discurso cuando recibió el Premio Cervantes en 2002. Efe

Pese a que ya entonces atesoraba un relevante bagaje literario, cuando en 1992 recibió el Premio Nacional de las Letras, otorgado por el Ministerio de Cultura, la noticia no dejó de generar cierta sorpresa. Sobre todo porque su nombre no figuraba entre los candidatos hechos públicos previamente. Estos eran Pere Calders, José Filgueira, Juan David García Bacca, Ángel González, Juan Mari Lekuona, José Luis López Aranguren, Miquel Martí i Pol, Francisco Umbral, Ana María Matute, Claudio Rodríguez y Juan Benet.

Conte definió entonces a Jiménez Lozano como un hombre «más cristiano que católico, de profundas convicciones religiosas, pero nada ortodoxo, sino muy crítico y rebelde»

Ocurrió que el jurado, formado por Federico Ibáñez, Magdalena Vinet, Miguel Delibes (premiado el año anterior), Franciso Rico, Domingo García Sabell, Enrique Krnorr, Albert G. Hauf, Raúl Guerra, Rafael Conte y personalidades del mundo de la cultura y de la Universidad como Antonio Buero Vallejo, Javier Marías, Gregorio Peces Barba, Carlos Sahagún y Ricardo Senabre, decidió incluir en su debate las candidaturas de Jiménez Lozano, Joan Fuster, Juan Goytisolo, Rafael Alberti y José López Rubio. El abulense obtuvo el galardón por mayoría tras siete votaciones, imponiéndose a Juan Benet, el otro finalista. Conte definió entonces a Jiménez Lozano como un hombre «más cristiano que católico, de profundas convicciones religiosas, pero nada ortodoxo, sino muy crítico y rebelde».

Luca de Tena

Dos años después sumaba un nuevo reconocimiento, pero esta vez también a su faceta más periodística: su artículo «El eterno retablo de las maravillas», publicado el 24 de mayo de 1993 en El Norte de Castilla, periódico que entonces dirigía, recibió el premio Luca de Tena. En esta ocasión formaban el jurado Emilio de Ybarra, Víctor García de la Concha, Rafael Conte y Juan Tapia.

Tras el Premio Provincia de Valladolid a la Trayectoria Literaria (1996), en 1999 recibió la Medalla de Oro el Mérito en las Bellas Artes en un acto celebrado en Santiago de Compostela, en el que ante los Reyes de España lamentó la existencia de cierta conciencia colectiva que siente como «desgracia y desastre» el ser español. Según el escritor, dicho fenómeno había cristalizado «en una especie de grande y radical complejo de inferioridad, que ha extendido la desesperanza y el desaliento» en nuestro país.

Al año siguiente, el artículo «Sobre el español y sus asuntos», publicado en las páginas de opinión de El Norte de Castilla el 19 de noviembre de 1999, le proporcionó el V Premio de Periodismo Miguel Delibes, que concede anualmente la Asociación de la Prensa de Valladolid. «Es un premio hecho a mi medida, como un traje. Lleva el nombre de un amigo, me lo dan por un artículo escrito en mi periódico y lo otorga la Asociación de la Prensa», confesaba. A los periodistas presentes en el acto de entrega del Premio les recordó que el periodismo ha de «tratar los asuntos con rigor, pero también llegar al corazón de la gente, no engañándolo ni vitoreándolo».

Pero el colofón más brillante y decisivo para el conjunto de su obra llegó, sin duda alguna, el 12 de noviembre de 2002, cuando le fue concedido el Premio Cervantes o, lo que es lo mismo, el 'Nobel' de las Letras españolas e hispanoamericanas. Tras seis votaciones, el jurado, formado por Víctor García de la Concha, Rafael Conte, Salvador Bueno Menéndez, Antonio Fontán, Ignacio Abad, Victorino Polo, Gabriel Albiac, José García Velasco, Carlos Thiebaut y Juan van Halen, se decantó por el abulense por siete votos de diez. En el acta del Premio le calificaban como «un autor puro que vive por y para las letras».

La llamada telefónica de la entonces ministra de Cultura, Pilar del Castillo, le sorprendió contestando por correo electrónico a una estudiante italiana sobre el significado de ciertas expresiones españolas. En declaraciones a El Norte de Castilla, Jiménez Lozano reconoció haber acogido la noticia «con la misma tranquilidad y sosiego de un día de diario», y que el Premio, pese a su enorme importancia, no le haría cambiar: «No es que yo fuera cabo y ahora me hayan ascendido a coronel. Así que las cosas no van a cambiar. Es como cuando a uno lo elegían rey: '¿puedo seguir cazando?', preguntaban algunos. 'Entonces, vale'. El premio lo agradezco y trataré de honrarlo, pero no puede cambiar mi literatura».

Lo recibió el 23 de abril de 2003 en la Universidad de Alcalá, y en su discurso trazó «una silueta de Miguel de Cervantes, de nuestra lengua y de quienes en el ancho mundo la hablan, la entienden y la aman», calificó el oficio de escritor de modesto y, reconociendo la decisiva impronta del autor del 'Quijote' en su obra, recordó que «en la escritura, nadie es grande por su estilo sino por su gramática; no lo es por su crítica política, social o de costumbres, sino por tocar la gloria y la llaga de la naturaleza del destino humano, que parece revelarse solo a aquellos que, como Miguel de Cervantes, prestan mucha atención y tienen mucha misericordia con los hombres, y desarman con su ironía el nudo gordiano de las paradojas del vivir».

En 2006, mismo año en que se inauguró la Biblioteca 'José Jiménez Lozano' del Instituto Cervantes de Utrecht (Holanda), recibió en Valladolid el Premio 'Francisco de Cossío' de Periodismo a la Trayectoria Profesional; en esta ocasión, el abulense advirtió que «la glosa y la ideología pueden destruir hasta la noticia misma», elogió el papel que desempeñan a diario la «infantería» de periodistas de calle, recordó que su labor es «el trabajo serio y gris de entregar la información en palabras» y que el columnismo y el editorialismo solamente completan la labor informativa que ellos desempeñan, y alertó de que «en los momentos actuales el periódico corre el riesgo de convertirse en puro medio de comunicación».

A todos estos reconocimientos se fueron sumando otros como el nombramiento de Doctor Honoris Causa en Humanidades por la Universidad  Francisco de Vitoria  y Socio de Honor de la Asociación para la Investigación y la Docencia Universitas (2009), el título de Hijo Adoptivo de Ávila (2012), La Corona de Ester de la Casa Sefarad-Israel de España (2013), el Premio Especial Ical al Compromiso Humano (2014) y el título de 'Corresponsal Honorífico' de Radio Televisión de Castilla y León (2015).

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