Secciones
Servicios
Destacamos
Fernando Herrero
Valladolid
Viernes, 13 de marzo 2020, 07:52
Pepe Jiménez Lozano y yo durante muchos años nos veíamos casi todos los días. Por la tarde llegaba en su coche y aparcaba en García Morato, al lado del Campo Grande y de mi casa. Desde allí íbamos andando hasta El Norte de Castilla en ... Duque de la Victoria. Conversaciones sobre lo divino y lo humano, sobre lo transcendental y lo cotidiano, sobre el periódico y sus editoriales, sobre el mundo de la cultura en sentido amplio. Teníamos intereses diferentes pero existía un lazo de unión casi misterioso. Como escritor José era fascinante y alguno de sus cuentos es terrible en su hermosura. La figura del trasponedor m perseguía a veces en mis sueños. Por otra parte sus Diarios penetraban más allá de la realidad para configurar un mundo distinto y más rico. En el Valladolid que me recibió en 1964, conocer a Delibes, Pepe, Emilio Salcedo y la librería Relieve me hizo comenzar a pensar que Valladolid era algo muy especial.
Noticia Relacionada
En ocasión del número 50.000 de este periódico escribí que colaborar en él, ser amigo de estos escritores y relacionarme con la Semana de Cine había sido parte de mis aspiraciones cuando llegué a la ciudad. Se cumplieron y es sobre todo el punto de vista humano el más importante, el que persiste. Ahora, tras la muerte de José, al que hacía tiempo que no veía por circunstancias físicas, pasan por delante de mi imaginación esas caminatas, ese contacto que a mí me enriquecía, con su presencia física y la lectura de las obras que iban apareciendo, tan diversas desde la sencillez de 'El mudejarillo' y la grandeza artística y filosófica de 'Los ojos del icono'. Iba comprendiendo la grandeza de este hombre humilde pero exigente para proclamar la verdad, su verdad y rechazar todo aquello que obedeciera a otros móviles. Afirmaba José Luis Lera que Pepe nunca quiso ser director de El Norte. Así me lo confesaba. Le encantaba el periodismo, esas editoriales con las que yo no siempre coincidía, sinceras y profundas, nunca acomodaticias, forman un todo que algún día debería ser publicado, pero era también un escritor nato de obras de imaginación, trasvases de personajes de la Biblia, proyecciones medievales, conflictos del presente… Novela, cuento, ensayo, el de 'Los cementerios civiles' un absoluto milagro… y al final, poesía, a la que tanto se había resistido. 'Tantas devastaciones' fue decisiva para José y para mí mismo en un tema unido al eterno problema de la transcendencia del que me lo pregunto ahora si tendremos alguna vez respuesta. Jiménez Lozano en su vida y su obra era totalmente coherente. Hombre paternal, afectuoso con todos pero implacable con los mentirosos y aprovechados.
Vecino de Alcazarén donde tenía su palomar, ese lugar secreto en que escribía, inmerso en la realidad pero a la vez lejano de ella. Un lugar sagrado que todo el mundo debería conocer.
Más sobre Jiménez Lozano
Lo primero que leí escrito por la pluma de José Jiménez Lozano fueron sus crónicas en la Revista 'Destino' sobre el Concilio Vaticano. Me lo hizo comprender en su significado religioso, social y político. El cambio que supuso la figura del Papa Roncalli, Juan XXIII. Desde entonces la figura de Pepe y el pontífice significaron para mí una simbiosis de humildad, transparencia, fervor y elevación. Más allá de lo teológico era lo humano lo que destacaba. Lo humano como acercamiento al misterio y necesidad de superación. Cada libro de José, cada charla de nuestros paseos incidía en ese punto, formando como una especie de Suma de diversos géneros y temas. Literatura, teatro, ensayo, poesía, visión del arte de la época en relación con el actual. Cine y música que también buscaban allí su lugar.
La vinculación de José Jiménez Lozano, Miguel Delibes, Francisco Umbral, Emilio Salcedo y demás, dio a El Norte de Castilla un carácter especial, un diario unido a la cultura, un periódico rebelde en lo que pudo en todos los tiempos, con una pátina especial y pluralista. Un ejemplo de la prensa periodística que alternaba varios aspectos con absoluto rigor. Cada novela de Miguel o Pepe suponía un hito que traspasaba los límites de la ciudad o de la región. Hoy, marzo de 2020, la muerte ha unido a estas figuras que estuvieron muchos años en contacto. Unas luctuosas fechas que ponen fin a una etapa gloriosa en ese mundo de la exigencia ética y artística que vivimos, y al que le faltan esos insustituibles personajes.
Más sobre Jiménez Lozano
El Norte
Enrique Berzal
Enrique Berzal
Enrique Berzal
Estoy escribiendo estas sencillas notas aunque será necesario tiempo y trabajo para estudiar la ingente obra de José Jiménez Lozano, pero ya no será posible recuperar su figura, su forma de andar, su voz especial, su ironía, hablar sobre cine ('El Festín de Babette' le encantaba), sobre música (adoraba toda la relacionada con 'Port Royal') de política, la inmediata y la menos inmediata, de lecturas, del mundo del teatro, del mundo en general. Los grandes hombres, cuando desaparecen, dejan las huellas de su arte en sus obras y en su imagen. José o el misterio de la vida, de la transcendencia. José que nos hizo mejores. José en su retiro y en su presencia. Este diario ha dedicado estupendos artículos sobre el escritor y el personaje. Este que escribo es un modesto recuerdo al amigo que no olvidaré.
Unos amigos recuperamos 'Artes y letras', suplemento cultural que precedió a esta 'Sombra del Ciprés', dirigido por José. Unas fechas inolvidables por esa presencia que nos acercó al mundo de la cultura y por una amistad profunda y rica.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.