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Si nos paramos un segundo a analizar los recuerdos de nuestra infancia podemos observar que en la mayoría de los casos son reminiscencias con un decorado muy nítido y una banda sonora concreta. En el telón de fondo de la niñez de Pablo Sanz, en Medina del Campo, siempre se proyecta un Seat 600 blanco, con la voz amable de su abuelo Miguel invitándole a tomar asiento en esa singular tapicería de tela de pata de gallo. «Era el coche familiar, pero mi abuela lo vendió cuando murió mi abuelo y, desde entonces, siempre he querido recuperarlo». Ahora, un cuarto de siglo después, se ha obrado el milagro. Abro hilo:
↓ Miguel, el abuelo de Pablo Sanz, compró su Seat 600 en octubre de 1969 en un concesionario de Valladolid y, en seguida, se convirtió en el coche de toda la familia Martínez. «Utilizábamos el Seiscientos para todo. Íbamos al río a comer, al pinar a por leña y de vacaciones a Asturias. Mi abuela Soledad –explica Pablo– era asturiana y cada verano viajábamos en el Seat 600 desde Medina del Campo hasta Moal, una aldea del concejo de Cangas del Narcea». Así, kilómetro a kilómetro, este utilitario de diminutas dimensiones –1,38 metros de alto y 3,29 de largo– se fue cargando de recuerdos.
↓ A finales de los años setenta, tener coche propio era todavía un lujo en un país que avanzaba a trompicones. El turismo que Miguel Martínez adquirió por 75.327 pesetas [cantidad que correspondería a unos 23.000 euros en la actualidad] era la segunda serie del Seat 600, la denominada versión D. Este modelo, presentado en la feria de muestras de Barcelona en 1963, permitía alcanzar una velocidad punta de 108 kilómetros hora gracias a la incorporación de un motor de 25 CV, siete caballos más que el primer Seiscientos, aquella versión calcada del Fiat 600 diseñado por Dante Giacosa, que pisó por primera vez el asfalto español en mayo de 1957.
↓ Pero Pablo no recuerda haber ido a tanta velocidad cuando viajaban al norte para disfrutar de las vacaciones estivales. Sí que guarda en la memoria, en cambio, las «horas interminables en la carretera» y las paradas obligadas en León para ver a la familia y para que el coche se refrigerara. «Aunque era un cuatro plazas, siempre viajábamos más, hasta seis. Además, mi abuelo le acopló una baca para llevar las maletas y los bártulos. Y se calentaba mucho. Imagínate», rememora. El 600 fue diseñado con el motor en la parte trasera, lo que generaba calentones en cuanto el calor apretaba o se conducía durante un largo recorrido. Por eso, en el coche de los Martínez nunca podía faltar una botella de agua para rellenar el radiador.
↓ Con el Seat 600 las familias españolas comenzaron a acariciar la libertad, a pesar de que la gran mayoría tuviera que apoquinarlo a plazos. Conscientes de las necesidades de financiación, la automovilística creó la financiera FiSeat para facilitar las compras. Así, la 'pelotilla', que costaba la mitad que un Seat 1400 y su precio estaba por debajo del Renault 4, se convirtió en un lujo al alcance de la clase media del país. No obstante, no era barato, su precio cuando salió al mercado suponía la suma del salario de tres años y medio de trabajo. Ahí es nada. Pero Miguel Martínez podía pagarlo. Era un hombre ahorrador y muy trabajador. «Y tenía la suerte de contar con un salario fijo en Renfe», explica su nieto.
↓ «Mi abuelo fue revisor de Renfe durante cuatro décadas, desde 1940 hasta 1981. Tenía un sueldo fijo y eso fue de gran ayuda a la hora de comprar el coche. Con el Seat 600 me iba a buscar al colegio y, si se lo pedía, llevaba a mis amigos. Viajaba mucho, pero cuando volvía a Medina del Campo siempre estaba conmigo. Para mí, mis abuelos han sido como mis padres. Les debo todo», dice emocionado Pablo. Por eso, cuando Miguel falleció en 1999, su nieto quiso quedarse con el coche. «Tenía 16 años y mi abuela no me dejó. Después, como le daba mucha pena verlo en el garage parado, se lo vendió a un conocido de Medina, que con los años también se deshizo del turismo». Y así, perdieron la pista del Seiscientos de la familia Martínez.
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↓ Y a Pablo se le quedó una espina clavada. Una pequeña herida que cada cierto tiempo se abría para recordarle que tenía cuentas pendientes que saldar. Así que, hace unos meses, animado por su pareja, comenzó a indagar para localizar el coche de su abuelo. El primer paso fue solicitar información en la Dirección General de Tráfico. «Como sabía la matrícula, pedí un informe y vi que seguía dado de alta en Simancas», explica. Ese fue el primer golpe de suerte. Se estima que de los 794.406 Seat 600 que salieron de la Zona Franca de Barcelona durante 16 años (de 1957 a 1973) siguen en circulación unos 10.000. Y entre esos afortunados que no han acabado en la chatarra estaba el 'seíta' de Miguel. El siguiente paso fue dar con el propietario. «A mí me encantan las motos clásicas y pertenezco al Club de Vespas de Medina. Un amigo del club es de Simancas y fue él el que dio con el dueño», explica agradecido Pablo. Así supieron que el coche estaba guardado en Montemayor de Pililla, a solo 50 kilómetros de Medina.
↓ Y allí se presentó Pablo. «Estaba igual que lo recordaba. Al principio, el propietario no me lo quería vender, pero después de contarle la historia de mi abuelo cambió de opinión. Me dijo que ese coche me pertenecía». Le pagó 3.500 euros y se lo trajo a Medina, «al mismo garage donde lo guardó mi abuelo hace medio siglo», asegura. Llevaba parado desde el 2014, pero con un par de arreglos básicos –«cambio de batería y aceite y revisión de frenos»– funciona como un rehilete. Va tan fino, que Pablo lo utiliza a diario. Y lo hará durante muchos años, porque de Medina del Campo –recalca– «este coche no vuelve a salir».
↓ Localizar un vehículo con más de medio siglo de vida y una matrícula concreta roza el milagro. Aunque se trate de un Seat 600, uno de los turismos más icónicos del siglo pasado. Tal fue su popularidad que, además de los sobrenombres de 'seílla' y 'pelotilla', era conocido como el 'ombligo', por aquello de que todo el mundo tenía uno. En la década de los setenta, uno de cada cuatro automóviles que circulaban por las carreteras españolas era un 600. Si pusiéramos en fila todas las unidades de este modelo que se fabricaron en Barcelona durante 16 años, la línea equivaldría a la distancia desde Madrid a Berlín, unos 2.320 kilómetros.
↓ Además, el Seat 600 D que acaba de recuperar Pablo tiene otra peculiaridad: las puertas se abren de manera invertida. Estas puertas, que solo se colocaron en los modelos del 600 fabricados entre 1957 y 1970, fueron denominadas 'puertas suicidas' o 'mirabragas'. 'Suicidas' porque si la puerta estaba mal cerrada, con el aire del coche en circulación, se podía abrir con el consiguiente peligro de caerse en marcha (no llevaban cinturones). Y 'mirabragas' porque el coche coincidió con la popularización del uso de la minifalda y para muchas conductoras y acompañantes que las puertas se abrieran al revés resultó ser un serio problema. Hoy, en pleno siglo XXI, esta singularidad aporta más valor a un coche histórico que cambió la vida de millones de familias en España. Familias que pudieron ver el mar por primera vez, familias que se echaron a la carretera para conocer a sus parientes lejanos, familias normales y corrientes, como Los Martínez de Medina del Campo, que fueron (más) felices gracias al Seat 600.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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