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La auténtica historia del toro sin orejas del Paseo de ZorrillaA la altura del número 174 del Paseo de Zorrilla, entre el puente de Arturo Eyries y los Jardines de la Rubia, justo en la intersección que dirige el tráfico hacia el polígono de Argales. Ahí, imponente, hierático, mayestático, testigo del devenir de los días, con la mirada clavada en el antiguo matadero, descansa desde hace un cuarto de siglo la última obra del genial escultor vallisoletano José Luis Medina: el monumento al toro (sin orejas). Abro hilo:
↓ Pintor, escultor y poeta, maestro de generaciones de artistas en Valladolid y Madrid, José Luis Medina Castro (Serrada, 1909-2003) realizó la escultura del toro cuando contaba con 90 años. Fue su último trabajo. El primero –la mano de La Magdalena del paso procesional 'El retorno del Sepulcro' de la Semana Santa de Zamora– lo realizó cuando era un joven aprendiz en el taller del imaginero Ramón Núñez, en la capital vallisoletana.
↓ José Luis Medina tenía la costumbre de trabajar en su estudio de Madrid durante los meses de invierno y en su localidad natal, Serrada, cuando apretaba el calor. Y así fue cómo gestó el monumento al toro de Valladolid, una escultura que modeló «con mucho cariño» y que fue colocada –como él mismo reconoció– en un «enclave perfecto». «Enfrente estaba el colegio La Providencia donde estuve interno hace ochenta años –ingresó en 1919–», aseguró a la prensa el día de la inauguración de la obra, el 19 de mayo de 1999. En el acto estuvo acompañado por el entonces alcalde, Francisco Javier León de la Riva, y el concejal de Urbanismo, Alberto Gutiérrez. Y de su hijo, el arquitecto José Luis Medina Bores, que fue testigo de todo el proceso creativo. «Significó su reconciliación con Valladolid», explica al otro lado del teléfono, una ciudad que hasta entonces no había reconocido la trayectoria del mejor animalista del siglo XX.
↓ José Luis Medina Castro tuvo una vida intensa, marcada por la vocación. En 1928, con 19 años, entró en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. Dos años después, la falta del sustento económico le obligó a interrumpir los estudios y a regresar a Serrada. De 1930 a 1932, según se recoge en su biografía, agotaba los días cazando a caballo y dibujando. Y buscando un salvoconducto para volver a la capital. «Crió un cerdo, lo vendió y con el dinero pudo regresar a Madrid para retomar sus estudios», resume su primogénito.
↓ Dos años después de que Medina terminara con premio extraordinario la carrera de Bellas Artes estalló la Guerra Civil. Durante la contienda, ambos bandos ficharon a delineantes que se encargaron de dibujar millones de mapas cartográficos para las tropas. José Luis Medina fue uno de ellos. Estuvo en un cuartel de Carabanchel, «en primera línea», trabajando con la brújula y el sextante para representar en papel las singularidades del terreno. Hasta que en 1939 consiguió dejar el frente y regresar a Serrada para reponerse física y emocionalmente. Estuvo en tierras vallisoletanas como docente y creador hasta los sesenta, década que inauguró casándose con Pilar Bores y regresando a Madrid. Allí, en 1962, nació su único hijo, José Luis Medina Bores.
↓ Tres hitos marcaron la carrera profesional de José Luis Medina. El primero, en 1963, fue el Premio Nacional de Escultura, que logró con 'La oca'. Un año después, consiguió la Medalla de Oro en la Exposición Nacional de Bellas Artes con 'La cabeza de Estrella', conocida como la Nefertiti de Medina. Ese mismo año, ganó por oposición la Cátedra de Modelado de la Facultad de Bellas Artes de Madrid. En esta ocasión, tuvo que presentar una memoria docente, una selección de dibujos y una escultura, 'Maisina', recuerda su hijo.
↓ El toro, realizado en bronce sobre una peana de piedra de metro y medio de altura, fue el culmen de su carrera. «El Ayuntamiento de Valladolid le encargó un toro pequeño, una escultura de unos 50 centímetros. El procedimiento de ampliación lo hizo, con el control de mi padre Tomás Bañuelos, antiguo alumno suyo y profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid», aclara Medina Bores.
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↓ «Mi padre pensaba que el toro era un animal muy difícil de reproducir. Lo empezó en agosto de 1998 en Serrada y lo terminó en Madrid, en enero del año siguiente», explica José Luis Medina Bores. Fue la empresa Arte 6 de Arganda del Rey la que se encargó de la ampliación. «Todas las semanas, durante los dos meses que duró el proceso en la fundición, le acompañé hasta la sede de la empresa para que hiciera las correcciones y supervisara la obra final», recuerda. Jose Luis Medina era un artista minucioso y perfeccionista hasta el extremo. Además, la ocasión lo merecía. El monumento al toro, no solo se convertiría en un homenaje a su carrera artística, sino que cerraba el ambicioso plan de la Concejalía de Urbanismo de transformar Valladolid en la ciudad de la escultura.
↓ Y no tiene orejas. Un detalle que llamó la atención a los vallisoletanos desde su puesta de largo. En los mentideros de la ciudad se dijo que el escultor se había olvidado de este detalle. También se rumoreó que el autor era vegetariano e hizo el toro sin orejas en protesta por el matadero que estaba situado enfrente. Otras versiones, en cambio, apuntaban que José Luis Medina era antitaurino y evitó colocar los apéndices en protesta por las corridas de toros. Nada más lejos de la realidad.
↓ «Mi padre puso las orejas al toro y me dijo: 'Hijo, le voy a quitar las orejas, porque entran en conflicto con la agudeza de los cuernos y yo no quiero que haya un apéndice afilado hacia abajo en contraposición a los cuernos hacia arriba. Y como esto no es un toro, sino que es la escultura de un toro, voy a hacer lo que me dé la gana'», aclara José Luis Medina Bores. «Las puso y las quitó, sin otro tipo de pretensión que buscar una forma más limpia, mayor pureza», asegura el arquitecto. «No hay otra razón».
↓ Hubo tanto revuelo por las orejas del toro que el hijo del artista decidió escribir una carta meses después de la inauguración, el 28 de julio de 1999, en la extinta sección 'Correo espontáneo' de El Norte de Castilla para zanjar la polémica: «Comenzaré diciendo que esto no es un toro, que es la escultura de un toro, y por lo tanto, es la representación artística de un animal filtrada por la sensibilidad y cultura de nuestro artista vallisoletano. Sentado esto, la escultura del toro de José Luis Medina es fruto de su sensibilidad, de su sentimiento y de su personal interpretación de las formas y volúmenes que los toros tienen. Las formas de José Luis Medina tienden a la sencillez, a lo rítmico, a la misma esencia. Busca la pureza, simplificando lo superfluo, lo anecdótico. Por esa personal interpretación de las formas y volúmenes, es por lo que el toro, sin dejar de ser toro, carece de orejas». Así de simple.
↓ «Y tiene una versión vegetal», revela José Luis Medina Bores. La armadura metálica que se utilizó para sostener la arcilla y modelar el toro en Arganda del Rey también se encuentra en Valladolid. La jaula fue adquirida por el Ayuntamiento de la ciudad y está 'camuflada' bajo un manto verde en la capital. Lo explicaremos en el próximo hilo.
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