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El teniente Mariano Armijo perdió la vida con 24 años dos días después de sufrir un accidente de aviación en Alaejos. El Norte
El Hilo

El trágico domingo en el que Alaejos vio cómo un avión se estrellaba en su cementerio

Durante el funeral del piloto, que murió días después en Valladolid, un aparato sobrevoló el camposanto del Carmen para arrojar flores sobre la sepultura del joven teniente

Berta Muñoz Castro

Valladolid

Sábado, 11 de enero 2025, 08:43

En el último artículo de esta sección, donde trataba de explicar por qué no hay ningún toro de Osborne en Valladolid, uno de los lectores [Juan J. López] no solo me advirtió de que había patinado en varios datos, sino que además me animaba a incluir una anécdota del diseñador de la icónica valla publicitaria que desconocía por completo. Le respondí con gratitud. «No pida mucho rigor a los plumillas de hoy en día, muchos se documentan en la Wikipedia», le advertía a Juan J. renglón seguido otro suscriptor [Evaristo]. A este no le contesté. Prefiero tener paz que la razón. En vez de entrar al trapo, le hice caso y me fui a Wikipedia para ver si encontraba algo sobre un suceso que me rondaba por la cabeza. Se trata de un accidente de aviación, quizá el primero en suelo vallisoletano, que costó la vida a un joven piloto murciano que se estrelló en el cementerio de Alaejos –a 60 kilómetros de Valladolid– cuando trataba de llegar al aeródromo militar de León. Ha pasado casi un siglo de aquello. Fue el 28 de octubre de 1928. Este dato –el único de todo lo que van a leer a continuación– se lo debemos a la enciclopedia de los internautas y, por supuesto, a Evaristo. Abro hilo:

↓ El 27 de octubre de 1928, cuando España vivía en tinieblas, apenas había coches y quedaban todavía un par de décadas para que se encendieran los primeros televisores, Alaejos vivió un acontecimiento inusual. Ese sábado de otoño, los vecinos de la localidad vallisoletana, que entonces superaba los 3.600 habitantes, contemplaron ojipláticos cómo un avión bajaba desde el cielo hasta quedar encallado en una tierra recién arada del municipio. «El aparato descendió en tan excelentes condiciones y con tanta pericia por parte de sus conductores, que ni el avión, ni sus tripulantes, experimentaron el menor daño», explicaba El Norte de Castilla, que se hizo eco de la noticia al día siguiente. La aeronave formaba parte de una escuadra de la base aérea de León que había partido del aeródromo de Getafe con rumbo a la base de La Virgen del Camino, a seis kilómetros de la capital leonesa. «A las once de la mañana pasaron por Medina del Campo dos aeroplanos y uno de ellos llevaba avería en el motor, que el piloto notó al pasar por Segovia», aseguraba el diario 'El Siglo Futuro'. «Volaba muy bajo y se podía apreciar que el motor 'rateaba' mucho», añadía 'La Voz' de Madrid, un periódico que detallaba además que «aunque el piloto hizo todo lo posible por llegar a su destino, tuvo que aterrizar en Alaejos a las doce y media de la mañana».

↓ En el aparato viajaban el teniente y «experimentado piloto» Mariano Armijo y Fernández de Alarcón y el suboficial y mecánico Tomás González Martín. Los dos, jóvenes militares rozando la veintena, nada más tomar tierra en Alaejos se pusieron manos a la obra para arreglar el motor y continuar lo antes posible el vuelo hacia León, donde tenían encomendada la misión de dejar la aeronave. La avería se encontraba «en el tubo de conducción de gasolina» y consiguieron repararla en tiempo récord gracias, en buena parte, a la ayuda de los vecinos del pueblo que, según destacó la prensa de todo el país, «prodigaron todo género de auxilio y atenciones a los aviadores militares». Incluso, les prepararon un banquete. Al día siguiente, domingo, tenían previsto partir.

El Potez 25, biplano francés similar al que pilotaba el teniente Armijo. Blog lasegundaguerramundial.com

↓ El domingo, 28 de octubre de 1928, cuando a primera hora de la tarde iban a emprender el vuelo hacia León «se congregó en el improvisado campo de aterrizaje todo el pueblo de Alaejos y muchos vecinos de los limítrofes, especialmente de Siete Iglesias de Trabancos». Los aviadores habían prometido al vecindario que, en gratitud a las atenciones recibidas, antes de partir «realizarían algunas evoluciones y volarían sobre la ermita de la Virgen de 'La Casita', venerada en aquellos contornos». «Sobre las dos de la tarde –relataba este diario– todo marchaba admirablemente. Los aviadores reconocieron el aparato, giraron rápidamente las hélices del motor zumbando al rasgar el viento que reinaba en el descampado».

Exterior de la ermita de 'La Casita' de Alaejos. P. G.

↓ Pero todo se torció en el momento del despegue, a las cuatro de la tarde de aquel último domingo de octubre. «Los pilotos hicieron funcionar las palancas y el aparato despegó con alguna dificultad. El tren de aterrizaje empotrado en la tierra reciclada, reblandecida con la lluvia, salió con dificultad de los surcos», recuerdan las noticias de aquel día. Apenas alcanzó la elevación de unos tres o cuatro metros, la aeronave se topó con los hilos de conducción eléctrica de alta tensión. El avión dio instantáneamente la vuelta de campana y fue a caer dentro del cementerio, donde, «después de destrozar varios panteones y sacar de la tierra algunos cadáveres» se estrelló contra un muro. No exageramos. El actual alcalde de la localidad, Carlos Mangas, asegura conocer este trágico suceso: «Cayó en medio del cementerio. Supongo que se toparon con la línea de alta tensión de la Fundición, porque Alaejos fue uno de los primeros pueblos de la provincia en tener luz [y uno de los pocos que cuenta en la actualidad con distribuidora propia]», explica el regidor. «Mi madre siempre me contaba que unos días antes habían enterrado a una niña de la familia y que mi abuela, después de que cayera la aeronave, fue corriendo al cementerio rezando para que no hubiera desenterrado a la pequeña. Hoy –asegura– no queda nadie que viviera aquello». Muchos ni lo recuerdan.

↓ El vecindario en masa se dirigió al campo santo para auxiliar a los aviadores y liberar los «cuerpos inertes de los pilotos» de entre los restos del «aparato deshecho». Mariano Armijo había salido despedido y Tomás González permanecía en el interior del avión. «Estaban gravemente heridos y no perecieron carbonizados porque al ser domingo no había corriente eléctrica», remarcaba el diario 'El Siglo Futuro' en su edición del martes 30. En un primer momento fueron conducidos hasta el hospital de Alaejos, donde los médicos de la localidad Segismundo Martín y Julio Hernández les prestaron los primeros auxilios. El parte médico evidenciaba la gravedad de la situación: «Don Mariano Armijo sufría tan graves lesiones que se estimaba inminente su fallecimiento. En cuanto al suboficial González Martín, aunque en grave estado, se espera fundamentalmente salvarle». Inmediatamente, se dio cuenta del suceso a Valladolid y se pidió que se enviara una brigada sanitaria para trasladar a los heridos a la capital.

Vista de Alaejos desde la ermita 'La Casita' de la localidad. F. JIMÉNEZ

↓ Según el 'Heraldo de Madrid' y otros medios nacionales como 'La Voz' o 'La Correspondencia Militar' el avezado piloto volaba y su acompañante volaban en un biplano diseñado por la firma francesa Potez «con el fatídico número 13». En las decenas de noticias publicadas sobre el trágico accidente de Alaejos no se especifica el modelo del aparato, pero una de las crónicas especifica que se trata de una aparato «relativamente nuevo». Por la fecha, todo apunta a que Mariano Armijo y Tomás González volaban en un Potez 25, un biplano de madera y metal diseñado en los años 1920. Era un avión multiusos que, a pesar de ser concebido para operaciones de reconocimiento y bombardeo, valía para todo. Se convirtió en uno de los aviones más populares del periodo de entreguerras. Contaba con dos plazas, dos ametralladoras, una envergadura de 14 metros y una longitud de 9,40. Alcanzaba una velocidad máxima de 220 kilómetros por hora y en España se fabricó en la Hispano-Suiza de Guadalajara a partir de 1926.

«Cayó en medio del cementerio. Supongo que se toparon con la línea de alta tensión de la Fundición, porque Alaejos fue uno de los primeros pueblos de la provincia en tener luz»

Carlos Mangas

Alcalde de Alaejos

↓ Del aparato «de reciente construcción» y de las pertenencias de los malogrados aviadores se hizo cargo, primero, el juzgado de Nava del Rey y, después, el Juzgado Militar. Fue el juez Jesús González López el encargado de practicar las diligencias necesarias, ordenar las hospitalización de los heridos, custodiar el aparato –un amasijo de «astillas y herrajes»– y recoger las escasas pertenencias de los tripulantes: los carnés militares de viaje y los carnés del Cuerpo Aviación, las cédulas personales, «algunos papeles sin importancia, billetes del banco, un reloj de pulsera y el retrato del hijo de Armijo».

El teniente Mariano Armijo, en una imagen publicada por El Norte.

↓ La noticia del grave accidente llegó a Valladolid a través de un lacónico telegrama enviado por el alcalde de Alaejos desde la estación de Nava del Rey. Inmediatamente, se dispuso la salida de una brigada sanitaria del Instituto Provincial de Higiene en la que viajaban el doctor Ramón Valverde y el practicante Arsenio Ares. Llegaron de noche y el doctor Valverde, nada más reconocer a los heridos, explicó por teléfono al Gobernador Civil que «el teniente Armijo Hernández presentaba intensa conmoción cerebral y probable fractura de la base del cráneo, grandes contusiones en la región y otras contusiones en diversas partes del cuerpo. El suboficial González Martín sufría la fractura del cúbito y radio del brazo derecho en su tercio inferior, varias contusiones y contusión pulmonar. El estado del primero, al que no se conseguía hacer reaccionar, era verdaderamente desesperado. El de el suboficial, hacía concebir esperanza». Y deciden trasladarlos al Hospital Militar de Valladolid. Allí, el suboficial González experimenta una ligera mejoría, pero el teniente Armijo continuaba demasiado inestable para someterse a una intervención que, aunque necesaria, los médicos consideran demasiado arriesgada.

Complejo fúnebre por las calles de Valladolid el 31 de octubre de 1928.

↓ Mariano Armijo murió en Valladolid «sin haber recobrado el conocimiento» dos días después del accidente. Solo tenía 24 años, había nacido en Cartagena (Murcia) el 22 de abril de 1904 y acababa de ser padre por primera vez. «Desde su entrada en el hospital militar hasta el momento de fallecer la vida del infortunado aviador fue extinguiéndose lentamente. Los doctores encargados de su asistencia no se atrevieron a practicar la difícil intervención necesaria, pues el estado del herido era cada vez más desesperado», decía la crónica del deceso. «Con los ojos cerrados, permanecía inmóvil, tan solo una ligera crispación y movimiento de la mano izquierda que simulaba el manejo del aparato daba idea de que el experto piloto aún conservaba la existencia». El teniente estuvo acompañado por su esposa, María de los Ángeles Estévez, y por uno de sus ocho hermanos, el comandante de Infantería Jacobo Armijo que, años después, en 1933, se convertiría en el primer director del Aeropuerto Madrid-Barajas, inaugurado con el nombre de Aeropuerto Nacional de Madrid.

El teniente solo tenía 24 años, había nacido en Cartagena el 22 de abril de 1904 y acababa de ser padre por primera vez

↓ La noticia del desgraciado accidente produjo en Valladolid «un gran sentimiento« y la ciudad se volcó en el funeral. La conducción del cadáver tuvo lugar el día 31 de octubre. «Fue una verdadera manifestación de duelo [...] Antes de salir el féretro del hospital militar y de partir la fúnebre comitiva, un gran gentío se agolpaba en las inmediaciones de dicho centro. A las dos empezaron a llegar las autoridades, visitando la capilla ardiente donde descansaba el desgraciado aviador, varios capellanes militares y otros sacerdotes. Rezaban responsos. A las 2:30 fue sacado el féretro a hombros de algunos compañeros de la víctima y depositado en el coche fúnebre. Precedía el cadáver, el clero parroquial con cruz alzada y seguía féretro el fúnebre cortejo presidido por los hermanos del finado [...]. También formaban parte de la presidencia de duelo el jefe del Grupo de Aviación de León, donde estaba destinado el señor Armijo», aseguraba el decano de la prensa. Sobre el féretro se había colocado una gorra de uniforme del finado y tres coronas de flores naturales.

Familiares y autoridades en el cementerio de Valladolid durante el funeral del teniente Armijo. El Norte

↓ La comitiva recorrió las calles Constitución, Regalado, Catedral, Libertad, Angustias y San Martín hasta llegar a San Pedro, donde se despidió el duelo. El regimiento de Infantería de Isabel II desfiló por delante del cadáver, haciendo después la tradicional descarga de fusil. En el cementerio del Carmen, la familia estuvo acompañada de numerosos jefes militares y autoridades que fueron testigos de algo inaudito en la ciudad. En el momento de la inhumación, un aparato de la base de León sobrevoló el cementerio «no a mucha altura» y arrojó decenas de flores sobre la sepultura del aviador emocionando a todos los presentes. Fue algo nunca vivido en la ciuad, que seguía pendiente de la evolución del otro herido en Alaejos.

Imagen publicada en El Norte del avión volando el día del funeral sobre el cementerio del Carmen.

↓ El suboficial permaneció durante unos días postrado en una cama del hospital mililar, pero consiguió recuperarse. En un primer momento, no se le comunicó la noticia del fallecimiento del teniente «para evitar la triste impresión que tal desgracia habría de producirle». Y más sabiendo que Tomás González volaba en el avión siniestrado por casualidad. El mecánico que debería de haber acompañado al Mariano Armijo durante la travesía había pedido un permiso especial para realizar el viaje hasta León acompañado con su familia por carretera. Cosas del destino.

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