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La Virgen de la Guía, patrona de Tordesillas, permanece bajo llave en una de las capillas laterales de la iglesia de Santa María, la más grande de la villa. Foto y vídeo: Pilar Pastor
El Hilo

El robo de joyas más sorprendente y menos sonado de Valladolid

Los ladrones se llevaron de Tordesillas las esmeraldas que Francisco Pizarro había regalado a la Reina Juana I de Castilla y que la hija de Isabel la Católica donó a la Virgen de la Guía

Berta Muñoz Castro

Valladolid

Sábado, 9 de noviembre 2024, 09:00

Lo ocurrido en Tordesillas la noche del sábado al domingo del 4 de febrero de 1951 sigue siendo, 73 años después, todo un misterio. Se trata de uno de los robos de joyas más importantes registrados en la provincia de Valladolid y quizá, por el valor histórico de las piezas sustraídas, de España. Lo que se llevaron los ladrones ese gélido sábado fue, ni más ni menos, que las alhajas que la Reina Juana I de Castilla había regalado a la Virgen de la Guía, patrona de la localidad vallisoletana. Un tesoro que incluía un collar de oro con cerca de un centenar de esmeraldas que Francisco Pizarro había mandado a la hija de Isabel La Católica desde Perú cuando estaba recluida en el Palacio Real de la Villa del Tratado. Abro hilo:

↓ Es posible que se trate del robo de joyas más reseñable del último siglo en Valladolid, pero pocos lo recuerdan. Solo quedan pequeñas pinceladas de lo ocurrido en la memoria de los vecinos más mayores de Tordesillas, la villa donde sucedió lo que hoy nos ocupa. Nos trasladamos a 1951, a la iglesia de San Pedro Apóstol, un templo gótico que, dicho sea de paso, bien merece una visita. Fue el cura de la iglesia Francisco Lozano García el primero en denunciar a la Guardia Civil que la noche del sábado alguien había entrado en el templo «sin forzar la puerta», se había dirigido a la sacristía de la capilla del Carmen, donde se encontraba el joyero, y después de forzar «una puerta de hierro de seis candados», se había esfumado con las joyas de la Virgen de la Guía, algunas de ellas del siglo XVI.

Altar mayor de la iglesia de San Pedro y entrada, a la derecha, de la capilla donde se encontraban las joyas. Jaci Navas

↓ Ya en esa primera declaración, el párroco aseguró a los agentes que entre las piezas robadas con nocturnidad y alevosía destacaba un collar de oro con decenas de esmeraldas que la hija de Isabel de la Católica había regalado a la patrona de la villa. Conocido era también que las esmeraldas engarzadas en ese collar habían se las había entregado el mismísimo Francisco Pizarro «a la atormentada viuda del archiduque de Austria don Felipe 'El Hermoso'». Una crónica de El Norte de Castilla, un año después del suceso, explicaba cómo el conquistador de Perú había regalado a la Reina Juana «un valioso cinturón de esmeraldas de muy buen oriente y limpieza engarzado en eslabones de oro, que la soberana de Castilla lo transformó en un regio collar que, con otras joyas donó a la patrona particular de Tordesillas». Una carta escrita por el descubridor, datada el 28 febrero de 1539 en Cuzco, da fe de ello: «Sacra Católica Cesárea Magestad. Los reales pies y manos de Vuestra Magestad beso», comienza la misiva en la que el marqués extremeño, apodado 'El Largo', suplica a la reina que acepte seis esmeraldas «que ay en esta tierra de Vuestra Magestad que yó descubrí [...] sintiendo que Vuestra Magestad es aficionada á ellas». Cuentan además que Pizarro fue una de las personas que visitó a la madre de Carlos I de España durante su largo encerramiento –46 años entre cuatro paredes– en el Palacio Real de Tordesillas. Pero ese es otro tema.

Exterior de la iglesia de San Pedro de Tordesillas. Jaci Navas

↓ Además del valioso «collar de oro, con unos ocho rombos, aproximadamente, cada uno de los cuales con unas diez esmeraldas», los ladrones se llevaron «en sacos» decenas de piezas paganas y sagradas de valor incalculable. En un primer intento de localizar el «tesoro» de la Virgen de la Guía, se publicó un listado detallado en el Boletín de la Provincia de Valladolid del 7 de febrero de 1951 firmado por el juez instructor de Tordesillas, don Federico Mariscal de Gante Pardo Balmonte. En el inventario oficial del robo –«el más vil, cobarde, ruín, vandálico y sacrílego robo de lesa Historia», según publicaba el decano de la prensa española el 19 de noviembre de 1952– figuraban además cinco sortijas de oro, un juego de pendientes de oro con tres colgantillos y un alfiler haciendo juego con un diamante en el centro.

Monumento a la reina Juana, en Tordesillas. P. G.

↓ Esa noche desaparecieron cuatro cálices de plata, aunque solo se detallan dos de ellos –uno de plata dorada con las figuras en relieve de San Pedro, San Antolín y la Virgen de la Guía y otro con el pie en forma de rosa–; una pieza de aljófar cuajada de perlas, dos rosarios de oro, un copón románico y un collar sobre una trencilla con doble hilo de perlas. Fue la última vez que los feligreses vieron una pareja de bueyes con yugo y arado de plata sobre plataforma de hierro ondulada simulando los cerros de una tierra arada. Una figura de unos veinte centímetros que según asegura Luis Ángel Arranz, el actual párroco de San Pedro, «algunos parroquianos todavía recuerdan». También se esfumó esa noche una veneral de oro y esmalte con la inscripción 'Monseñor Exuperio Alonso', prelado de Tordesillas que también cuenta con una plaza en la localidad.

Mapa del templo incluido en el sumario de la investigación.

↓ Fue tal el revuelo generado, que los diarios de tirada nacional lo llegaron a comparar con el robo de la piedra de la coronación de la Abadía de Westminster, ocurrido en Londres un par de meses antes, la noche de Navidad de 1950. «Con una pequeña diferencia, que allí se ha hecho pregón y alharaca de tan terrible expoliación, asustando al mundo y poniendo en juego a la fantasmagórica Scotland Yard, mientras que en España, frente a un robo tan sensacional o más que el de Londres, no conmocionamos a nadie, mientras que únicamente se moviliza y se encomienda el sencillo caso al viejo cuerpo policiaco de la Guardia Civil», aseguraba Alfonso Izquierdo Laguna en el periódico 'Libertad' el 21 de marzo de 1951.

Artículo 'Dos casos y dos historias' del diario 'Libertad'.

↓ Pero fue la revista '7 Fechas' la que aportó datos más concretos del suceso. Incluso se atrevieron a cuantificar el valor del collar de esmeraldas. 440.000 pesetas, decía la publicación de tirada semanal de la denominada Prensa del Movimiento que valía la joya donada por la Juana la Loca. Y no se confundieron mucho, porque en la documentación del caso aparece una tasación realizada por dos vecinos de Tordesillas «conocedores de las piezas» que cifran en 600.000 pesetas el valor de lo robado. [En la década de los cincuenta una vivienda costaba alrededor de 50.000 pesetas]. Antonio Zúñiga, presidente del gremio de Joyeros de Valladolid y experto tasador de alhajas, asegura que a fecha de hoy «es difícil dar una valoración» del botín total y del collar de esmeraldas en particular. En primer lugar, porque «no tenemos ningún documento fotográfico de cómo eran las piezas» y, en segundo, porque «el precio de la esmeralda puede variar mucho» dependiendo de su tamaño y la calidad. «Hay un baremo amplísimo. Una esmeralda puede costar desde 200 euros hasta 20.000, 30.000 o muchísimo más», explica. «Pero teniendo en cuenta que son piezas históricas, muchas veces el valor trasciende a lo que es el valor material del oro y las piedras. Lo más triste –reconoce– es que seguramente, después del robo lo desguazaron para hacer otras joyas».

Capilla del Carmen de la iglesia de San Pedro de Tordesillas. Jaci Navas

↓ La noticia publicada en '7 Fechas' –en el mismo número se anunciaba el bombazo informativo de la ruptura de Lola Flores y Manolo Caracol– aportaba datos guardados con celo por la investigación, como que fue la sobrina del sacerdote, Natividad Villagarcía, la que a las siete y media de la mañana se sorprendió al ver la puerta del templo abierta y la luz de la capilla del Carmen encendida. La joven de 17 años no vio nada más. Tampoco notó nada raro cuando entró a trabajar antes del alba el panadero Eugenio Morales, que años atrás había ayudado a su tía a barrer la iglesia profanada y que declaró que desconocía que en el templo existiera un joyero. El organista de la iglesia aseguró a la Guardia Civil haber conocido la noticia del robo «por el monaguillo» y que, a pesar de «tener llaves para las dos puertas» de San Pedro, ni él ni su mujer las habían utilizado para otra cosa que no fuera entrar a cantar y tocar el órgano. El Cabo de Serenos, que la noche de los hechos estuvo «rondando por Tordesillas hasta las cuatro de la madrugada», no vio nada extraño. Tampoco recuerda la presencia de ningún forastero por las calles. En su declaración, solo destaca que esa noche «había más jaleo de lo habitual porque ese día se había celebrado una boda en la villa y había habido baile».

Noticia sobre el robo en la revista semanal '7 fechas'.

↓ En la prensa se llegó a asegurar que los ladrones habían aprovechado la ceremonia nupcial para quedarse dentro de la iglesia y profanar el joyero cuando la villa dormía. Pero es un aspecto que la investigación nunca llegó a confirmar. Durante los meses que sucedieron al robo, la Benemérita interrogó a decenas de vecinos y personas vinculadas a la congregación y procedió al registro de varias viviendas de maleantes de la zona. El primer registro fue en Castromocho, donde residía Filiberto, un sacristán que había sido cazado un par de años antes «violentando un cestillo de limosnas» y que finalmente resultó no tener nada que ver con los hechos. Fue el testimonio de un jornalero, que dijo haber visto a dos individuos «con pellizas de cuero como las que utilizan los motoristas» merodeando por las inmediaciones de la iglesia, el que llevó a los agentes a ampliar el radio de búsqueda más allá de la ribera del Duero.

↓ La investigación tomó un tinte nacional. Agentes del Cuerpo General de Policía (CGP) se sumaron al caso para poner el foco en delincuentes comunes fichados por robos similares. Y tirando del hilo consiguieron localizar en la prisión de Logroño a Atilano Gómez Tomé, un preso madrileño que aseguró haber participado en el robo de las joyas de la Virgen de la Guía junto a otros tres amigos: Pedro Guillén 'El Quincallero', Emilio Martínez 'El narices' y Francisco Martín 'El Vicente. En su primera declaración, Atilano aseguró que el golpe se gestó en Madrid y que viajaron a Valladolid en el coche de línea. Cuenta con todo detalle cómo llegaron a la parada del Paseo de Zorrilla y pernoctaron en una pensión junto a un cuartel. Al día siguiente, según el relato, se apoderaron de un coche en Valladolid, que dejaron a las afueras de Tordesillas sobre las doce de la noche del sábado 3 de febrero de 1951.

Los ladrones entraron por la puerta derecha del templo. Jaci Navas

↓ Comenzaron a forzar la puerta de la iglesia media hora después. Habían llevado en un saco con palanquetas conocidas como 'tranviarias', varias llaves falsas y algunas ganzúas. Atilano testifica que colocaron tres palanquetas en la parte inferior de la puerta derecha y procedieron a levantarla consiguiendo meter una cuña con la que ayudaron a forzarla. Al penetrar en el templo, explica en la declaración, se dividieron en dos grupos. Atilano y Francisco se encargaron de desvalijar el altar mayor y Pedro y Emilio se centraron en el saqueo de la sacristía. «En el momento de apoderarme del copón del sagrario se cayeron por el suelo las sagradas formas que en él estaban depositadas», dijo.

Sumario 3 de 1951 del robo de joyas en Tordesillas.

↓ Metieron los objetos robados en los sacos y emprendieron «la huida en un vehículo Ford hacia Palencia por carreteras secundarias y caminos vecinales que Pedro Guillén, como quincallero ambulante, conocía a la perfección», narró Atilano a los agentes en una de las salas de la prisión de Logroño. Llegaron a las proximidades de Palencia al amanecer y abandonaron el automóvil después de haber hecho una división de los objetos robados. Atilano y Pedro se dirigieron a Santander en tren y Emilio y Francisco a Madrid. «Pedro conocía un anticuario en Santander, gran amigo suyo, que compraría a buen precio los objetos de mayor valor y Emilio conocía a un comprador en Madrid que podía quedarse con el resto de los objetos», explica bajo juramento. «El anticuario de Santander les compró por 180.000 pesetas (1.080 euros) la cruz parroquial dorada, un copón de oro, dos coronas de oro y piedras preciosas y dos mantos bordados de oro, todos estos objetos procedentes del robo sacrílego de la iglesia de Tordesillas [...] De la persona que en Madrid compró los géneros restantes del robo por 90.000 pesetas solo sabe que se llama Alfonso y que frecuenta los bares de la calle Peligros». Los cuatro componentes de la banda se juntaron en el bar Clavel de calle Echegaray de Madrid para repartirse el parné a partes iguales, después de descontar los gastos, que eran cuantiosos porque los viajes eran «en primera clase». Tocaron a 75.000 pesetas por barba.

Telegramas enviados por el juzgado de Tordesillas para informar del robo.

↓ Con la declaración jurada de Atilano, que meses después cambiaría para negar su participación en los hechos, los agentes procedieron a localizar e interrogar al resto de los presuntos implicados. Emilio Martínez 'El narices', encarcelado en Madrid, no solo desmintió haber estado en Tordesillas el día de autos, sino que rizó más el rizo apuntando a que había escuchado en su estancia entre rejas que la compradora del botín era una tal Aura Rovira, que vivía en las inmediaciones del puente de San Lázaro de Plasencia. Los agentes del CGP Manuel Iglesias Domínguez y Juan Martín Bengoa se desplazaron a la capital de Cantabria primero y a Plasencia después, para regresar un par de días más tarde, con las manos vacías y el ánimo por los suelos.

El precio de una esmeralda puede ir de 200 a 30.000 euros o más.

↓ No había rastro del tesoro de la Virgen de la Guía y los sospechosos, presos en diferentes puntos del país, cambiaban sus declaraciones constantemente con «el objetivo de ser trasladados de prisión a prisión y de Audiencia a Audiencia para aprovechar el menor descuido de los encargados de su custodia y darse a la fuga, cosa que ya intentó Atilano Gómez en Logroño». Habían pasado más de dos años del robo sacrílego y la investigación hacía aguas. El 24 de marzo de 1953 el comisario principal jefe del Cuerpo General de Policía remite una carta al juzgado de Tordesillas en la que anuncia el carpetazo del caso: «A pesar de que el personal que está a mis órdenes está poniendo el máximo interés en aclarar el hecho que nos ocupa, teniendo en cuenta el tiempo transcurrido y las contracciones en que incurren los implicados es sumamente difícil que se logre el deseado éxito». El 11 de julio de 1956, cinco años y medio después del robo, se firmó el auto que cierra el sumario «sin que se haya podido averiguar quién haya podido ser el autor o autores de los hechos».

La semana que viene... El grupo que levitó sobre el Pisuerga

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