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Veinte años de la llegada del euro: Cuando Valladolid multiplicaba por 166,386
Capítulo 6

Cuando Valladolid multiplicaba por 166,386

Las colas en los bancos y las dudas por la conversión de la peseta al euro fueron protagonistas en las primeras jornadas con la nueva divisa. Ganó la autóctona

J. Asua

Valladolid

Sábado, 1 de enero 2022, 08:13

Vídeo. Jorge Prado, del bazar Radio Valdeprado, muestra dos de las típicas calculadoras conversoras. Rodrigo Jiménez

Su llegada no cautivó a los vallisoletanos. 134 años con pesetas en la cartera es mucho tiempo para que un extraño que venía de centroeuropa lograra el cariño de la ciudad en su primera visita. Aquel martes 1 de enero de 2002, tras la resaca de la Nochevieja, nuestra 'rubia', con la que se pudo pagar hasta el 28 de­ febrero de ese año en un periodo de convivencia de lo nacional con lo europeo, ganó por goleada al euro en las cajas de establecimientos y servicios. El Norte de Castilla plasmaba en sus primeras páginas esa resistencia a olvidarse de la moneda autóctona para entregar la confianza a un metal que generaba incertidumbre. Mucha. «A mí dímelo en cristiano», reclamaban en la ventanilla los viajeros que esa jornada iban a coger un autobús cuando se les pedía el importe del billete en la nueva divisa.

Ese día, Jesús Presencio, director de la sucursal que el Banco Santander tenía en la avenida de Segovia, llegó muy pronto a la oficina. Aunque llevaban muchos meses trabajando en los preparativos, se lo veían venir. El decano de la prensa plasmó en una foto el momento. Desde la pecera blindada de la caja, una enorme cola de clientes esperaba para hacerse con algo del nuevo efectivo que ya era oficial en el viejo continente. Pasó en esta entidad y en todas. «Fue muy complicado, sobre todo para los profesionales de caja, que tenían que tener dos: una en euros y otra en pesetas. A la hora de cuadrar hubo dificultades y esa jornada la acabamos a las diez de la noche», rememora el exconcejal. En los escaparates, los precios ya aparecían con la € y, de repente, la multiplicación se convirtió en la operación matemática estrella. Cuatro euros por 166,386 igual a 665,554 pesetas. Era la forma de hacerse una idea.

Galería. Así vivieron los vallisoletanos el paso de la peseta al euro.

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Galería. Así vivieron los vallisoletanos el paso de la peseta al euro.

Recuerda Jorge de Prado, del histórico bazar Radio Valdeprado, en el número 2 de la calle Montero Calvo, ese estreno. «Fue un lío, nosotros no aplicamos redondeo, hicimos el cambio exacto y mantuvimos así esos productos hasta que se vendieron», relata. Su tienda fue entonces un referente. La venta de calculadoras conversoras se disparó. «Vendíamos tres o cuatro cada día y teníamos que explicar a los clientes cómo funcionaban, sobre todo a la gente más mayor, a la que le costaba más entenderlo», destaca. Aquel éxito del producto es ya historia, aunque Jorge confirma que aún se despachan. Los clientes: personas de avanzada edad que quieren comprobar lo que tienen o lo que compran en las pesetas de antaño y profesionales del campo que aún hacen operaciones con productos en la exdivisa española, que luego recalculan a la oficial de la UE.

De ese mes de enero, Prudencio Prieto, veterano presidente de la Unión de Consumidores y Usuarios, recuerda una palabra que entonces fue clave: redondeo. «El principal problema fue el encarecimiento de las cosas de una forma grande. Se notó mucho en la hostelería. Un café, de buenas a primeras, subió de ochenta pesetas a un euro. Hubo una inflación muy fuerte y no acompañaron los salarios, que se estancaron, lo que provocó una pérdida de poder adquisitivo muy importante», recalca.

Presencio apunta, desde su visión bancaria y en tono jocoso, otro aspecto que descolocó a algunos. «Dejó de haber muchos millonarios, una persona que tenía en la cuenta dos millones de pesetas pasó a tener 12.000 euros. A los clientes que tenían sus plazos fijos en pesetas y recibían las notificaciones en casa en euros no les cuadraba. La cantidad de calculadoras para la conversión que se vendieron y regalaron fueron infinitas, creo que las daban hasta en las peluquerías», señala. El aterrizaje fue complejo y llevó hasta su despacho decenas de consultas en las que se buscaba aclarar la situación financiera. Además, subraya el exempleado del Santander, el euro hizo «aflorar mucho dinero que no estaba en el sistema, lo que unido a una falta de previsión generalizada provocó en algún momento la escasez de la nueva divisa», sobre todo en los primeros días.

Las manera de afrontar este histórico cambio fueron diversas. Este diario recogía el caso del Café del Norte, que mantuvo abiertas dos cajas registradoras para evitar confusiones. Fran Castro, propietario del establecimiento, destaca que «hasta que se pudo casi todo el mundo pagó en pesetas». «Imagino que porque era la moneda que la gente tenía en casa y no se liaba tanto al hacer la conversión con los euros». Reconoce que en el sector se ajustaron los precios y se redondeó al alza, «pero unos céntimos, en nuestro caso no hubo un incremento de precios tan brutal como se dijo entonces». Los preparativos en este bar y en todos los de la ciudad fueron intensos. «Fue mucho trabajo previo, el hacer todas las tablas con los precios nuevos, el aprenderte los más habituales; entonces no había cajas TPV como las de ahora, que pulsas y te dan el coste de la consumición, entonces había que memorizarlos», cuenta.

Portada del 2 de enero de 2002 en El Norte de Castilla con el euro como gran protagonista.

Esther Rodríguez lo confirma. Recibió al euro en su pollería de las Galerías López Gomez -ahora tiene el puesto en el Mercado del Val- con muchas dudas, al igual que el resto de los españoles. «Hacer la caja día a día era un lío, hacíamos un poco de bancos. Recogíamos pesetas, pero había que dar la vuelta en euros para ir quitando la moneda española. Se hizo un redondeo, pero es que ya nos vino desde arriba, desde los distribuidores», explica. Esta carnicera, que comparte mostrador con su hija Raquel, quien llegó a recibir la propina en pesetas hasta los doce años, asegura que sus clientes no querían que la moneda nacional se marchara. «Me acuerdo que la gente que antes traía un billete de diez mil pesetas para hacer la compra un sábado, luego traía uno de cincuenta euros y me comentaban que no les daba de sí. ¡Pero es que era menos dinero! Se lo decías, pero...», rememora.

Según la información del Banco de España, el 3 de enero el 96% de los cajeros automáticos de la zona del euro ya dispensaban billetes en esta moneda y una semana después del lanzamiento más de la mitad de las transacciones en efectivo se hicieron en la divisa de la UE. Sin embargo, el cambio siguió costando.

En el Café del Norte se trabajaba con dos cajas registradoras. Ramón Gómez

En el supermercado de El Corte Inglés del Paseo de Zorrilla, la cajera Pilar Mongil, que trabaja en estos grandes almacenes desde su inauguración, recuerda esas jornadas como «de miedo». «Veníamos asustadas, preocupadas, aunque el final no fue para tanto», reconoce. La convivencia de las dos monedas les obligó a trabajar en euros y en pesetas al mismo tiempo y el cuadre de la caja fue complicado porque había que hacer dos cierres. «La gente fue comprensiva, venían con sus calculadoras, sobre todo los más mayores», recuerda. Las etiquetas de los productos colocados en los estantes y mostradores ofrecían el coste en las dos divisas. Pilar subraya que los clientes que acuden a este centro comercial lo hacen con «la confianza» de que sus empleados están para ayudarles y despejar sus dudas. «Hubo más trabajo, sí, pero se superó sin problemas», recalca.

Veinte años después, el euro ya está más que interiorizado. La peseta, nuestra rubia, es ya solo un recuerdo para numismáticos y nostálgicos. El pasado 30 junio, el Banco de España cerraba el plazo para canjearlas por la moneda única en un sepelio definitivo que provocó grandes colas en las sucursales. La peseta moría definitivamente.

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