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Veinte años del euro: ¿Qué ha pasado con los precios?
Capítulo 1

¿Qué ha pasado con los precios?

En enero de 2002 comenzó la implantación del euro en España, que durante tres meses convivió con la peseta. El redondeo al alza y las posteriores crisis económicas han encarecido los precios de la mayor parte de los productos

Laura Negro

Valladolid

Lunes, 27 de diciembre 2021

Vídeo. Rodrigo Ucero

El próximo 1 de enero se cumplirán veinte años desde la implantación del euro en España, que llegó para sustituir a la peseta. Moneda, esta última, que sigue presente en el subconsciente colectivo de muchos ciudadanos. Algunos de los cuales, todavía la echan de menos. Un euro pasaba a ser lo mismo que 166,386 pesetas. La conversión resultaba complicada y las calculadoras se convirtieron en el mejor aliado para conocer los precios de los productos que, por cierto, en la mayoría de los casos sufrieron el efecto del famoso y temido redondeo al alza. Muchas empresas aprovecharon el momento para subir sus tarifas, en gran medida para facilitar las cuentas con cifras más 'redondas' y, sobre todo, para cubrir los costes derivados de la conversión, como el nuevo etiquetado, los cambios contables o la adaptación de las cajas y las máquinas expendedoras, entre otros.

Veinte años después de aquel gran cambio de divisa, es buen momento para echar números. ¿Cuánto han cambiado los precios desde entonces? La mayoría de los ciudadanos admiten que el euro ha encarecido la vida. Solo hay que comparar la factura de la luz para darse cuenta de ello. Un café costaba el 31 de diciembre de 2001, unas 100 pesetas. Al día siguiente, su precio pasó a ser, en muchos casos, de 1 euro. Un 66% de aumento de un día para otro. Pero, ¿y el resto de productos? El pan, tomarse una caña o viajar en autobús también empezó a costar más, pero… ¿cuánto más?

Al ser un producto de primera necesidad, el precio del pan, siempre está en boca de todos. En diciembre 2002 se pagaban 75 pesetas (0,45 euros) por una barra. «En enero mantuvimos el precio y simplemente lo convertimos a la nueva moneda, sin redondeo», explica Mario Serna, panadero de Montemayor de Pililla. «Aquellos primeros días fueron muy complicados al tener que trabajar con monedas y billetes de dos clases. Cuando terminaba la jornada y echaba cuentas, al calcularlo en euros, parecía que había hecho menos caja que de costumbre», recuerda. En la actualidad, debido a la subida de los precios de las materias primas, combustibles y al coste de la energía, a Mario y a muchos otros panaderos, no les ha quedado más remedio que subir el precio de la barra a 0, 85 euros. Lo que supone que llevarnos el pan a la boca cuesta ahora un 89% más que en diciembre de 2001.

Rubén Herranz Villacé, quiosquero del centro de Valladolid; Queti de Fuentes, de Inmobiliaria Fin-vall; y Francisco Castro, copropietario de Café del Norte. Rodrigo Ucero
Imagen principal - Rubén Herranz Villacé, quiosquero del centro de Valladolid; Queti de Fuentes, de Inmobiliaria Fin-vall; y Francisco Castro, copropietario de Café del Norte.
Imagen secundaria 1 - Rubén Herranz Villacé, quiosquero del centro de Valladolid; Queti de Fuentes, de Inmobiliaria Fin-vall; y Francisco Castro, copropietario de Café del Norte.
Imagen secundaria 2 - Rubén Herranz Villacé, quiosquero del centro de Valladolid; Queti de Fuentes, de Inmobiliaria Fin-vall; y Francisco Castro, copropietario de Café del Norte.

El caso de las chucherías es especial, puesto que fue el formato del producto el que se adaptó al nuevo precio. Los fabricantes optaron por aumentar el tamaño de las golosinas para cobrar 5 céntimos, en lugar de las 5 pesetas a las que estábamos acostumbrados. Las chuches, por tanto, pasaron a ser más caras, pero también más grandes. De esta manera, se aseguraban que las se siguieran comprando de cinco en cinco. Las 5 pesetas (0,03 euros) se transformaron en 5 céntimos (8,3 pesetas). Rubén Herranz Villacé es el propietario de uno de los kioscos con más solera de Valladolid, el situado en la calle Ferrari, 5. Se trata de un negocio familiar que fundó su abuelo Honorato en los años 40 y que ya ha pasado por tres generaciones. Rubén, que ha crecido entre pipas y chuches, asegura que aquel momento de transición de moneda, fue lo más complicado a lo que se ha enfrentado como kiosquero. «Ahora, pasados los años, se mantiene el precio en los 0,05 euros, sin embargo, el gramaje ha vuelto a ser el antiguo, que era menor. Las bolsas de pipas antes se vendían por 30 pesetas (0,18 euros), ahora, en cambio, una bolsa de pipas del mismo gramaje o incluso menor, se vende por 0,40 euros. El paquete de tabaco costaba 375 pesetas (2,25 euros), cuando ahora pagamos por ello, 4,35 euros. Una apuesta de 'La Primitiva', valía 100 pesetas (0,60 euros), ahora vale un euro. Todo ha subido pero los sueldos siguen siendo los mismos que cuando teníamos la peseta. Si te paras a pensarlo, es grave», opina Rubén.

Para los clientes fue complicado, pero también para los propios comerciantes, que tuvieron que lidiar con llevar una doble contabilidad. Una para cada moneda. «Para las personas más mayores fue muy difícil adaptarse al cambio. Se volvían locos, con la 'perra chica' como llamaban ellos a los céntimos. Los niños, en cambio, lo cogieron rápido», explica mientras sella la quiniela a un cliente. «Fue un momento épico. Divertido y caótico a la vez. Teníamos que dar las vueltas en euros y ni los clientes ni nosotros nos enterábamos de nada. Estábamos siempre con la calculadora en la mano y nunca cuadraba la caja. Mi madre, María Eugenia, llevaba toda la vida en el kiosco y decidió jubilarse con la llegada del euro, porque la resultó muy complicado adaptarse», comenta mientras hace memoria.

En el sector de las inmobiliarias, el cambio también ha sido complicado. Queti de Fuentes, de Inmobiliaria Fin-vall, en la Plaza Mayor, recuerda que los clientes que acudían a su oficina preferían los precios expresados en pesetas. «Así estuvimos por lo menos dos años, y las facturas las hacíamos incluyendo las dos monedas. A nivel personal, me costó habituarme a hablar solo en euros, en cambio ahora, volver a pensar en pesetas, me costaría muchísimo. Creo que adaptarnos a los precios más pequeños, de 5, 10 o 20 euros fue relativamente sencillo, ya que era algo que manejábamos a diario. En cambio, en nuestro sector, que manejamos cifras de miles de euros, resultó más complicado hacerse a la idea del valor real de los productos. Los clientes tenían como referencia que 32 millones de pesetas eran 200.000 euros y a partir de ahí, echaban cuentas», subraya Queti, quien calcula que el precio de los alquileres ha subido aproximadamente entre un 30 y un 40% en Valladolid en estos 20 años. «A finales del año 2001 alquilamos un apartamento en la zona centro por 68.000 pesetas (408 euros). Casualmente, acabamos de volver a alquilar ese mismo apartamento, esta vez por 590 euros (45% de incremento). En aquella época se podían encontrar alquileres de pisos normales por 300-320 euros. Ahora no baja nada de los 400-420 euros». En cuanto a las ventas, esta experta asegura que «hay que tener en cuenta que 20 años es un plazo de tiempo muy grande y desde el año 2000 al 2006, hubo muchísima actividad y una enorme subida en los precios, que luego cayeron cuando explotó el boom inmobiliario. Ahora los precios han vuelto a la normalidad y están un aproximadamente un 30% más bajos que en el año 2006».

El sector del transporte también ha visto cambiar sus tarifas. Así, la bajada de bandera del taxi, ha sufrido un aumento del 75%, al pasar de 1,06 euros en 2002 a 1,75 euros en la actualidad. «Todavía recuerdo la primera carrera que me pagaron en euros», dice Miguel Ángel Pérez, taxista con 28 años de experiencia al volante. «Fue el mismo 1 de enero, una carrera desde Plaza España a calle Gallo. Antes de subir, la cliente me preguntó si podía pagar con la nueva moneda. El taxímetro marcó 3,37 euros, ella me dio 3,50 y me dijo que me quedara los céntimos restantes de propina. Hasta que se retiró la peseta, estuve llevando dos monederos diferentes, uno para cada moneda», prosigue este taxista. Viajar en autobús urbano es un 100% más caro que en el 2001. En aquel entonces, el billete ordinario costaba 125 pesetas (0,75 euros), un importe que se mantuvo con la llegada del euro, pero que, con el tiempo se ha duplicado, ya que en la actualidad cuesta 1,5 euros.

«Hasta que se retiró la peseta estuve llevando dos monederos diferentes»

Miguel ángel Pérez, taxista

El euro también tuvo un gran impacto en el sector del ocio. Así, en diciembre de 2001 la entrada de cine costaba 700 pesetas (4,20 euros). Con la nueva moneda se redondeó a los 4,5 euros. En la actualidad, ver una película en la gran pantalla cuesta 8 euros. Beatriz Valverde, de Cines Manhattan, todavía recuerda las largas colas que se formaron los primeros días de aquel enero, debido a la dificultad de dar el cambio a los clientes. «Fue una auténtica locura. Nos daban una parte del precio de la entrada en pesetas y la otra parte en euros. Teníamos que echar mano continuamente a la calculadora. Algunos nos venían con billetes de 100 euros a comprar una entrada, porque se hacían mucha idea del valor real del billete. Otros nos vaciaban el monedero encima de la taquilla para que cogiéramos nosotros lo que correspondiera. Los compañeros nos ayudábamos unos a otros para no confundirnos y que la caja cuadrara. Recuerdo que incluso llegamos a pegar en un celofán todas las monedas para tenerlas a la vista e identificarlas bien», comenta.

Volver a la peseta, «un retroceso imperdonable»

El hostal-restaurante El Botafumeiro lleva desde 1987 al pie de la A6 Madrid-Coruña, a la altura de la localidad vallisoletana de Mota del Marqués. En 2018 fue seleccionado como uno de los 50 mejores restaurantes de carretera de España. Su propietario Gonzalo González ha echado la vista atrás para recordar aquellos primeros momentos con el euro. «En nuestro caso no hicimos redondeo al alza, simplemente hicimos la conversión de moneda. Así, el menú del día, que costaba 1.000 pesetas pasó a costar 6 euros. Pero pasados unos pocos meses, como todos los precios de las materias primas se habían disparado tanto, no nos quedó más remedio que subirlo a 7,5 euros. Ahora nuestro menú es de 13 euros. Con la caña de cerveza ocurrió lo mismo. En aquel momento costaba 125 pesetas (0,75 euros), fue subiendo paulatinamente y ahora su precio es de 1,50 euros. Mucha gente piensa que con la peseta viviríamos mejor, pero yo creo que volver a nuestra antigua moneda sería un retroceso imperdonable», afirma.

Con sus 160 años de historia, el Café del Norte es uno de los negocios de hostelería más emblemáticos de la ciudad. Su clave siempre ha sido saber adaptarse a las circunstancias de cada momento. El cambio de la peseta al euro supuso todo un desafío para este negocio. «Como todo el mundo, lo vivimos con incertidumbre. Al principio hubo mucho miedo, luego con el día a día, lo asumimos sin problema», dice Francisco Castro, copropietario. «Nos llevó varios días de oficina convertir todos los precios. Hicimos un redondeo mínimo, para no tener que devolver 1 ó 2 céntimos. Si al hacer la conversión el precio que salía era de 1,21 euros, lo redondeamos a 1,25 euros. Pero nunca hicimos la conversión de 100 pesetas por un euro. Eso hubiera sido una barbaridad», expone este hostelero.

La lotería, en cambio, ha mantenido su precio invariable durante dos décadas. Hasta 1990 un décimo costaba 2.500 pesetas (15 euros). A partir de esa fecha aumentó hasta las 3.000 pesetas, 18,03 euros. Fue en 2002 cuando el precio del décimo se fijó en 20 euros y desde entonces, no ha sufrido ninguna modificación. 'La Primitiva' también se ha mantenido estable. Desde 1989 hasta diciembre de 2001 su importe ascendía a 150 pesetas. Con la llegada del euro, el precio se establece en 1 euro por día jugado y se mantiene hasta la actualidad.

Las farmacias también notaron el cambio. Alejandro García Nogueiras, presidente del Colegio de Farmacéuticos de Valladolid, así lo recuerda. «Tomarse la tensión costaba 100 pesetas y al día siguiente empezó a costar un euro, es decir un 66% más caro. Y pesarse pasó de costar 25 pesetas a 20 céntimos de euro es decir, un 33% más de un día para otro. Actualmente, pesarse y tomarse la tensión sigue costando lo mismo que en 2002. En cuanto a los fármacos, no guardamos las tarifas de la época, pero en internet hemos visto que en el 2001 las 'Aspirinas' de 500 MG y 20 pastillas costaban 450 pesetas (2,70 euros). Hoy valen 5,20 euros, que serían 865 pesetas. Sin embargo, los medicamentos de prescripción han tenido el recorrido contrario. El 'Omeprazol' que empezó valiendo más de 30 euros, ahora cuesta 2,42 euros».

«Tuvimos que hacer verdaderos esfuerzos para que los clientes se acostumbraran»

José Antonio Lobato, director de Comunicación y relaciones externas de el Corte inglés

José Antonio Lobato, director de Comunicación y Relaciones Externas de El Corte Inglés, recuerda bien que aquellos primeros momentos de transición fueron «ciertamente complejos». «Hubo que hacer verdaderos esfuerzos para que los clientes se acostumbraran y dejaran atrás una moneda histórica que llevaba vigente más de 130 años», comenta. «Nuestros empleados recibieron formación para atender correctamente todas las dudas de los clientes respecto a la moneda. Tuvieron que ser especialmente solícitos y pacientes porque lo que pedía el público, era saber el precio del producto en pesetas ya que era la única manera de conocer su valor real. Cuanto mayor era el coste de un producto, el cálculo era más complicado y más se necesitaba la ayuda de nuestros vendedores. A los más mayores les costó adaptarse al valor de la moneda, sin embargo, el manejo lo llevaron muy bien, puesto que estaban acostumbrados a utilizar los céntimos de peseta», continúa.

La llegada del euro condujo también a un reposicionamiento de los denominados 'precios psicológicos o de marketing'. Por regla general, se intentó que las terminaciones en céntimos de euros acabaran siempre en 5 ó 0, ya que también eran las más habituales cuando los precios estaban en pesetas. La terminación en 9, que también era muy habitual, dejó de ser la preferida de los comerciantes, ya que así, se evitaban la devolución de monedas de uno o dos céntimos de euros que, sin duda, son las más denostadas en todos los países de la UE.

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