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Seis trabajadores y autónomos de Valladolid muestran su visión sobre cómo repercute el coronavirus en sus negocios. Ramón Gómez

«Esta situación será difícil de remontar»

Autónomos y trabajadores de pequeños negocios de Valladolid muestran su «miedo y preocupación» por el escenario económico que dejará el coronavirus y anticipan que, desde que se decretara el estado de alarma, las ventas han disminuido entre el 40 y el 60% y «empeorará»

Eva Esteban

Valladolid

Martes, 31 de marzo 2020, 06:41

Tienen el miedo en el cuerpo. Permanecen abiertos por necesidad y «responsabilidad», aunque la afluencia de clientes sea «mínima». La pandemia del coronavirus les ha dejado noqueados, sin aliento, prácticamente al borde del colapso. El pequeño comercio, uno de los sectores más perjudicados por el impacto del Covid-19, afronta la tercera semana de confina Observan con «mucha incertidumbre» el horizonte económico y social que dejará tras de sí este virus.miento con «miedo y preocupación» por el escenario que prevalecerá tras la crisis sanitaria. Observan con «mucha incertidumbre» el horizonte económico y social que dejará tras de sí este virus. Lo que será de ellos –y de sus negocios– una vez concluya el estado de alarma y la alerta sanitaria.

Mientras, siguen haciendo frente a pagos y gastos elevados casi sin clientes. Milagros Retortillo, propietaria de la clínica veterinaria Tudela, situada en la calle de la capital que tiene el mismo nombre, es uno de los rostros –de entre los miles de vallisoletanos– que ha visto cómo, «de la noche a la mañana», su vida ha cambiado por el coronavirus. Reitera una y otra vez que ella no quiere cerrar su establecimiento, pero la situación le va a «obligar». Va a llegar un momento, dice, en el que solo atenderán urgencias y consultas telefónicas porque «está todo muy difícil». «Va a ser muy complicado; hay unos gastos fijos mensuales muy altos y ahora no se van a poder afrontar», afirma.

A ello, además, hay que añadir que desde que se decretara el aislamiento domiciliario obligatorio, el tránsito de personas por su clínica se ha reducido a la mitad. «Notamos muchísima disminución de clientes. De hecho, hemos reducido el horario y por las tardes ya no se abre», sostiene. Trata de mirar al futuro con «optimismo», pero cree que, desde el punto de vista profesional, la situación solo empeorará. «La tercera semana va a ser peor. Hoy –en referencia a ayer– ya lo estamos notando; normalmente tenemos dos personas dentro o sino esperando en la calle y ahora solo hay una», incide, al tiempo que anticipa que no descarta «reducir la jornada laboral». «Es algo complicado para todos;va a ser difícil de remontar porque es tocar fondo y volver a levantarse, y es algo que solo podemos hacer nosotros».

Mientras aguarda impaciente el sonido de la campanilla que anticipe que un cliente está a punto de entrar en su tienda, la propietaria de Frutos Secos Carlos, Ana María Frutos, mantiene a punto el interior del establecimiento. Sabe que esta circunstancia se antoja misión imposible –cuenta que las ventas se han desplomado «casi un 80 o 90%» durante los últimos quince días– y, por ello, admite que le resulta «muy difícil pensar que esto va a cambiar». «Hay muchísimo miedo, la gente casi no viene y se afronta cada vez peor; vamos a empezar mes, los gastos vienen y no hay ingresos. Para los autónomos no hay mucho que hacer», subraya.

«Volver con la misma fuerza»

Revela que si no han bajado ya la persiana de su negocio familiar es porque tienen «unos hijos a los que mantener y alimentar». «Si esto sigue así habrá que plantearse de todo; vamos a aguantar lo que sea, pero la gente tiene que darse cuenta de que, por el bien de todos, hay que comprar en el pequeño comercio», insiste.

En una tesitura similar se encuentran los gerentes de la panadería Capriz, en la Plaza de San Juan. Una de las empleadas, María Krasenova, asegura tener «miedo por todo lo que pueda venir». Son autónomos y aún desconocen si podrán llegar a final de mes. Considera, además, que «será difícil remontar». «Los ingresos han disminuido muchísimo. Estamos esperando a que acabe el mes para determinar cuánto, pero estimamos que igual han caído a la mitad; antes teníamos unos 300 clientes y ahora no sé si llegaremos a los cien», relata.

En su caso, ni tan siquiera se plantean echar el cierre porque, justifica, «sería peor». «Intentaremos aguantar todo lo que podamos para que, cuando todo acabe, podamos volver con la misma fuerza», apostilla. El hombre es un ser de costumbres. De ello está convencida Krasenova. La «mejor prueba», asevera, es que en tan solo dos semanas se ha «acostumbrado a una situación insólita». «Los primeros días fueron súper raros, pero ahora nos hemos adecuado y estimamos que esta semana será igual que las anteriores», prosigue.

Por otra parte, los estancos repartidos por la capital vallisoletana siguen operativos y a pleno rendimiento. Uno de ellos, situado en la Plaza de San Juan, ha visto cómo los hábitos de consumo han cambiado de un momento para otro. Así al menos lo confirma uno de sus empleados, Ulpi Ciudad, quien argumenta que «se compra de golpe, más cantidades en lugar de venir todos los días». El negocio «se mantiene», aunque experimenta un «ligero incremento» en un momento concreto: «cada vez que Pedro Sánchez sale hablando en la televisión». «Siempre que el presidente habla y comenta algo, la gente se asusta y viene a comprar».

La misma suerte corre el herbolario La Ventana Natural. «Gotita a gotita», opina una empleada, Katerina Bravo, están logrando 'sujetar' la cifra de ventas. «Hemos notado un incremento de pedidos telefónicos; la gente compra para más tiempo, hace pedidos grandes para no tener que salir de casa tan a menudo», apunta. Parapetada bajo una mascarilla que le cubre dos tercios del rostro, aclara que, aunque un posible contagio de Covid-19 le infunde «respeto», lo lleva «bastante bien». «Creo que la tercera semana va a ser igual a las anteriores, quizás un poco más porque es final de mes, la gente ha cobrado y tiene que acopiarse para otras dos semanas de confinamiento», añade.

Un futuro «complicado»

Desde hace quince días, el día a día de Juan Carlos Sánchez, propietario de QR Informática, «no es ni parecido». Como el del resto de autónomos que, «como buenamente podamos», harán frente a las consecuencias derivadas de la alerta sanitaria. Opta por vivir «el momento», pero augura un futuro «complicado». «Creo que irá a peor; tenemos en torno al 50%menos de clientes, pero no nos hemos planteado cerrar», confirma. «Supongo que, con las nuevas restricciones, que hace que haya menos necesidades, el pequeño comercio se verá muy afectado», concluye.

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