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La familia Abellón Delgado desayunando en la cocina de su vivienda.
Coronavirus en Valladolid: Así vive el confinamiento una familia numerosa

Así vive el confinamiento una familia numerosa

Intendencia doméstica ·

Un piso de 90 metros cuadrados es el hogar de los Abellón Delgado, matrimonio con cuatro hijos, que afrontan el encierro en La Rondilla «con fe, cariño, ilusión y organización»

Laura Negro

Valladolid

Martes, 31 de marzo 2020, 07:07

La casa de los Abellón Delgado es de todo menos aburrida. En el corazón del barrio vallisoletano de La Rondilla, en un piso de 90 metros cuadrados de la calle Portillo de Balboa, vive esta familia numerosa que tiene muy bien planificadas todas las horas del día. Su receta para pasar el confinamiento forzoso de la mejor manera posible es la siguiente: fe, cariño, ilusión y mucha organización.

Mario Abellón y Sara Delgado son los padres de esta gran familia. Sus hijos son Manuel (13), Juan (12), Daniel (10) y Marina (8). Llevan dos semanas en casa y el día a día se ha convertido para ellos en un gran reto que todos parecen tener superado. A las 8:00 de la mañana suena el despertador del matrimonio. Aprovechan ese rato en que está la casa tranquila para cumplir con su costumbre de rezar laudes. Los Abellón pertenecen a la comunidad cristiana Camino Neocatecumenal, y es esa fe la que les está sirviendo para hacer más llevadera la situación. Después desayunan y pasan por las habitaciones despertando a sus niños.

A las 9:00 ya están todos listos para cumplir con sus obligaciones. Mario se pone a teletrabajar. Es gestor de grandes cuentas en un 'contact center' y Sara, que es profesora de música en una academia, dedica toda la mañana a las tareas escolares de sus hijos. Todos comparten el mismo espacio, el salón. «Es como si estuvieran en el cole. Respetamos el horario de recreo y todo. Pero lo cierto es que está siendo más complicado de lo que esperábamos. Hay muchos deberes y el problema es que no tenemos un ordenador para cada hijo. Todos lo quieren a la vez, pero no puede ser. Hay que respetar turnos», dice Sara. «Entiendo que a estas alturas de curso no se puede parar, pero hay veces que estoy superada, y ellos también», reconoce.

La comida siempre la dejan hecha del día anterior, así que solo tienen que calentarla, y a la hora de fregar han marcado un calendario. Cada día le toca a uno. «Se nos ha estropeado el lavavajillas, pero mientras esté el estado de alarma no podemos arreglarlo porque no se considera artículo de primera necesidad, aunque en una familia como la nuestra, si que lo es», bromea Mario.

Por las tardes Sara prepara deberes para sus alumnos y escucha sus audiciones. «Soy consciente de que los padres priorizan las tareas del colegio a las extraescolares, así que trato de no poner mucha carga de trabajo», explica. A las 18:00 horas Mario acaba su jornada laboral, y entonces ya pueden disfrutar de su momento más esperado, la clase de música. Sara, al piano, da las indicaciones a la pequeña Marina, que toca el violín, mientras Daniel saca sus mejores notas al clarinete o la guitarra eléctrica. Ese rato Mario lo aprovecha para resolver las dudas de matemáticas de sus dos hijos mayores, que cursan ESO. Después organizan talleres de todo tipo para tener a los niños entretenidos. «Hemos hecho de todo: pan, bollos, bollos preñaos… y también campeonatos de Monopoly y de todos los juegos de mesa que tenemos en casa. Juan incluso se ha inventado su propio juego de rol, con el que nos divertimos muchas tardes. Los fines de semana limpiamos y planchamos, vemos películas y jugamos hasta la hora de cenar. Tenemos que tenerles entretenidos de alguna manera. A veces les dejamos a ellos solos y nos vamos a la cocina a charlar. De vez en cuando tenemos que levantar un poco la mano y dejarles la tablet o el móvil, porque ya se nos acaban las ideas», dicen estos padres.

Charla sobre dudas y miedos

Muchos días Sara y Marina ofrecen un pequeño concierto desde su ventana para animar al vecindario y después salen a aplaudir. Luego se reúnen todos en el salón para rezar vísperas. «El párroco de La Magdalena envía a todos los niños el Evangelio por mail y lo rezamos. Es un rato que aprovechamos para hablar de nuestras dudas, miedos o problemas. Intentamos animarles y hacerles entender la situación. Es un rato que a nosotros, como familia, nos ayuda y a los niños les gusta mucho», dicen los padres. En general llevan bien el confinamiento, aunque reconocen que también pasan «momentos de crisis». «Son 24 horas, siete días a la semana y somos muchos. Hay veces que necesitamos un rato para estar solos», confiesa Mario.

Después de cenar ven la tele un rato y a las diez los niños se van a la cama. «Luego cenamos nosotros tranquilamente, hablamos de cómo ha ido el día, vemos la tele y a dormir. Al día siguiente, vuelta a empezar», indican estos padres de familia numerosa. «Parece mentira esto que está pasando. Estamos concienciados de que va para largo. Cuando anunciaron que se alargaba quince días más nos vinimos abajo, así que hemos decidido plantearnos esta situación pensando solo en el día a día. Afrontamos cada jornada y mañana ya veremos. Todas las noches les digo antes de ir a dormir que ya tenemos un día más superado», relata la madre, que solo baja una vez a la semana al supermercado, «cuando se acaban todas las existencias».

Manuel, el mayor de los hermanos a veces se aburre y echa de menos jugar al fútbol con sus amigos. «Es lo que peor llevo. Eso y no ver a los abuelos. Ellos también nos echan mucho en falta, aunque hablamos mucho por teléfono. Cada noche, cuando me meto en la cama, pienso que ya queda un día menos», reflexiona. Marina y Daniel añoran el cole y a sus amigos. «Tenemos muchos deberes. Nos deberían dar vacaciones ya», reclama la benjamina. «Sin salir de casa, tantos hermanos, a veces es complicado. Me llevo bien con ellos, pero después de todo el día, al final todos nos ponemos un poco pesados», reconoce Juan. «Lo bueno de ser tantos es que si riño con uno, pues juego con otro», concluye.

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