![Coronavirus en Valladolid: Una cita diaria con 1.100 panaderos en Castilla y León](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202003/30/media/cortadas/panadero-kP4G-U100735436687MT-624x385@El%20Norte.jpg)
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Una barra, un lechuguino o una torta es lo último que escasea en una casa. El trabajo de los panaderos, esencial en época de certidumbre, lo es aún más en estos días, aun cuando estos negocios están acusando el cierre de la hostelería y las ... pastelerias, de los que depende en muchos casos el 40% de su facturación.
Coronavirus en Valladolid
El del pan es un gremio que año a año ve mermar sus filas, de autónomos en su mayoría, que amparándose en elaboraciones más artesanas, resisten la competencia del pan precocido y congelado de los supermercados, pero se ven inermes ante el embate de la despoblación. En la región el sector panadero se ha reducido hasta un 15% en el último lustro, estima Miguel Ángel Santos, secretario regional de la Federación Regional de Organizaciones de Panadería de Castilla y León. «El consumo de pan ha disminuido», agrega. «Además, se han abierto muchísimos supermercados, algunos con su propia fábrica de pan, y se han cerrado tiendas de ultramarinos a las que servíamos», abunda Santos. En este complicado ecosistema sobreviven 1.100 panaderos en Castilla y León, pequeños negocios con varios empleados que también acusan los efectos de la alerta sanitaria. Hasta doce empleados tiene la panadería Serna, de Montemayor de Pililla. Mario es, junto a su hermano, el dueño de un negocio con despacho de venta en su misma localidad, en Cuéllar, y una pastelería en Mojados. Su ruta incluye una decena de municipios cercnos además de la capital.
«Para nosotros el cierre de bares, hoteles y restaurantes se ha traducido en una caída de ventas del 50%», reconoce Serna. «Estamos pasando por unos días complicados porque es muy difícil calcular cuánto pan hacer, la gente coge pan para cuatro o cinco días para salir menos de casa».
A las dos de la madrugada se levanta Félix Pascual. Un café y un cigarro anticipan la puesta en marcha del obrador de la panadería La Toñi, en La Cistérniga, donde trabaja junto a otros tres empleados. Es el inicio de una jornada laboral que se prolongará como mínimo hasta las 11:30 de la mañana, fabricando pan que se reparte en tres furgonetas por las carreteras que llevan a Santovenia, Portillo, Zaratán, Wamba y otros municipios, además del barrio de la Rondilla.
Consejos y recomendaciones
Carmen Barreiro
Con una pequeña siesta y vuelta a dormir desde las once de la noche hasta las dos de la madrugada se las apaña Félix Pascual para mantenerse despierto en un negocio nocturno que no conoce de descansos en días festivos. Una peculiaridad que ahuyenta posibles incorporaciones, como reconocen en la Federación que aglutina a las panaderías de la comunidad. «A los cierres de negocios en muchos pueblos por escasez de vecinos se une la falta de relevo generacional, escasean los candidatos a panaderos porque se trabaja de noche, festivos y fines de semana, es un trabajo muy esclavo», arguye Miguel Ángel Santos.
Con todas estas singularidades este sector de primera necesidad sigue prestando un servicio diario que desde el colectivo se considera «garantizado». «No hay problemas con el suministro de harinas ni otros ingredientes. Así nos lo han hecho saber los proveedores», asegura Santos, gerente de la marca Pan de Valladolid. «Que la gente esté tranquila, que pan no va a faltar», remacha Mario Serna desde su obrador de Montemayor.
«Quiero agradecerte todo lo que estás haciendo por las personas que viven en el pueblo ante la situación que tenemos». Éste es uno de los muchos mensajes que estos días llega al wasap de Cristina Valles, la alguacila de Castrodeza, informa Laura Negro. En todos ellos, sus vecinos le agradecen el esfuerzo que hace por su bienestar. Y es que, a sus tareas habituales acaba de añadir una más, la de llevar el pan hasta la puerta de casa. Algo que hace con gusto.
Ante el miedo de contagio, el Ayuntamiento de este pequeño pueblo vallisoletano que ronda el centenar de habitantes puso en marcha esta iniciativa con muy buena acogida. Desde hace varios días ninguno de los vecinos sale a comprar el pan, sino que es Cristina la encargada de repartir por las cassas las barras y panes que los vecinos han pedido, colocándolos en una bolsa que previamente han dejado colgada en las puertas de sus domicilios.
«Queremos por todos los medios minimizar riesgos. Tenemos una población muy mayor y el hecho de que coincidan a la hora de llegada del panadero, puede generarnos un disgusto que preferimos evitar», dice el alcalde, José Antonio González Gerbolés.
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