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Belén González llega con sigilo a la plaza de las Batallas. A escasos metros de la imponente escultura de la 'Niña Leyendo' se para, le tira una foto y frunce ligeramente el ceño. Ajena al barullo de la plazoleta, se acerca a la obra, pasa la palma de la mano por el bronce y susurra cuatro palabras: «Aquí hay un fallo». Solo ella lo ve. Es su mirada escrupulosamente perfeccionista y crítica la que atisba un ínfimo defecto en esa adolescente pluscuamperfecta ensimismada en la lectura que salió de su taller –y de su alma– hace más de dos décadas. Abro hilo:
↓ Belén González (Valladolid,1954) se licenció en Historia del Arte en Valladolid en 1978 y en la Facultad de Bellas Artes, en la especialidad de escultura, de la Universidad Complutense de Madrid en el año 1984. «Por casualidad», como la mayoría de las cosas extraordinarias que ocurren en la vida, «cuando solo tenía 14 años y cursaba Bachillerato, entré en la Escuela de Artes y Oficios y esa visita me captó para siempre», rememora. Allí, de la mano de Ana Jiménez López –profesora de modelado y pupila del escultor de Serrada José Luis Medina–, aprendió «todo lo que sé». Que es mucho.
↓ 'Elisa leyendo' o la 'Niña Leyendo' no fue una escultura pensada 'ac hoc' para Valladolid. «Una tarde, cuando estaba comiendo con Luis –su marido–, Elisa estaba leyendo a nuestro lado y la dibujé», recuerda Belén. «Luego, basándome en ese dibujo, modelé una figurita con plastilina. No con plastilina como la que utilizan los niños –sonríe–, sino con una plastilina profesional [una pasta más dura que se moldea con facilidad y que no se seca al aire]». Y ese boceto lo presentó junto a un equipo de urbanistas a un certamen de escultura que organizó el Ayuntamiento de Palencia para conmemorar que la primera universidad reconocida en España, en el año 1212, fue la de la capital palentina. «Como no ganamos –seleccionaron una obra de Carmen Castillo, que está en la Plaza de San Pablo de Palencia desde 1997– me llevé el boceto a mi estudio».
↓ Allí, en el taller que Belén González tiene muy cerca de la plaza de las Batallas, su barrio de toda la vida, permaneció la miniatura de 'Elisa leyendo' unas cuantas primaveras. Hasta finales de siglo, cuando recibe una llamada de Alberto Gutiérrez Alberca, entonces concejal de Urbanismo. Al fijo. «Me dijo que Valladolid quería una escultura mía y que podía ponerla donde quisiera», explica. «Me comprometí a hacer el trabajo, no sin antes decirles que esa propuesta debía de ser para Lorenzo Frechilla, que había fallecido unos años antes». Debieron de tomar nota, porque el 29 de julio de 1999 se inauguró frente al centro comercial Vallsur la inmensa 'Columna Forma del Sonido', una escultura de acero corten encargada por el Ayuntamiento a la viuda de Frechilla, la también escultora Teresa Eguíbar, como homenaje al artista vallisoletano.
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↓ Sea como fuere, Belén González aceptó el encargo del Ayuntamiento comandado por Javier León de la Riva. «Elegí el boceto de mi hija Elisa porque me seguía inspirando mucho. Siempre se ponía en esa postura al leer y era muy bonita. Su gran tamaño y su diseño –sin peana– está pensado para que los niños puedan subirse y jugar con ella», desvela la artista vallisoletana. Y comenzó así un proceso largo y laborioso en el que invirtió «alrededor de cinco años».
↓ «Lo hago yo todo. Del boceto pequeño que presenté en Palencia hice una nueva escultura en escayola con Elisa como modelo, que ya no era tan niña, a escala 1:1 (natural). Después llegó la ampliación en porexpan. Fueron muchas horas de trabajo con el cepillo eléctrico y la sierra para desbastar. Para mí, además de modelar, es una gozada hacer ampliaciones. Esta obra fue ampliada a escala 3:1, es decir, que todas las medidas son tres veces su tamaño natural», se explaya Belén. La niña lectora, que roza los tres metros de altura y pesa 1.400 kilos, se fundió en Fademesa, una empresa de Madrid, «con la técnica de la arena, una fórmula tradicional que se suele utilizar para las esculturas grandes», puntualiza la escultora, que recuerda con cariño cómo para trasladarla a la fundición querían trocearla por el cuello y «les obligué a cortar por el escote para que no se viera la junta».
↓ Y llegó el día de la inauguración. El domingo 20 de octubre de 2002. «Había mucha expectación y fue un desastre. Llovía y hacía viento. La tela que cubría la escultura salió volando y luego desapareció», recuerda Belén, que asegura que lo que realmente empañó el acto fueron las protestas de un grupo de padres del colegio Federico García Lorca, que exigían la eliminación de las antenas de telefonía móvil de las proximidades del centro. La megafonía trataba de acallar el griterío con el 'Aserejé' de Las Ketchup a un volumen atronador. El alcalde tuvo que hacer un discurso muy breve por los silbidos de los manifestantes y la muchacha que debía amenizar el acto con la narración de un cuento «no le dejaron ni empezar».
↓ Belén González considera que «reivindicar es una cosa estupenda, siempre que se haga sin fastidiar a los demás». Y no fue el caso. La escultora recuerda que tuvieron que refugiarse en la sede de la asociación de vecinos y que Javier León de la Riva, nada más entrar al local y para quitar hierro al asunto, preguntó: '¿Tres para un mus?'». «Me fui a casa con mi familia muy disgustada y con las orejas gachas. No se inaugura una escultura así todos los días», se lamenta. «Y no solo estaba disgustada por mí, sino también por José Jiménez Lozano –el autor del libro del libro lee la niña de las Batallas– al que había invitado personalmente».
↓ «Jiménez Lozano y yo nos conocimos de una manera casual y atrevida por mi parte. Le pedí que viniera a posar a mi estudio y le hice un retrato», explica Belén. Las conversaciones en el taller derivaron en tertulias en el café Lion D'or, a las que se sumaba «mi amiga Teresa Camps». «Por entonces –asegura la escultora– leía bastante más que ahora. Elegí 'Sara de Ur' para la escultura porque en esa época me gustaban mucho las obras de Jiménez Lozano. Son fáciles de leer, muy comunicativas y, además, Sara me recordó a Elisa».
↓ La decisión de Belén González de inmortalizar en bronce un fragmento de 'Sara de Ur' fue todo un homenaje para el escritor José Jiménez Lozano, que dos meses después, el 12 de diciembre de 2002, recibiría el Premio Cervantes, el máximo galardón de las letras españolas. Director de El Norte de Castilla hasta 1995, Jiménez Lozano publicó cerca de 90 libros de cuentos, artículos, ensayos, dietarios, novelas y poemarios. El periodismo fue su sueldo y acató los límites, sin embargo, como escritor se permitió muchas licencias, hasta sacar a los personajes de La Biblia. Y así lo hizo en 'Sara de Ur', una de sus más deliciosas «ficciones verdaderas» y la única que perdurará en papel y en bronce.
↓ Decenas de personas se acercan cada día al barrio de las Batallas para fotografiar a esa muchacha eterna que lleva 22 años absorta en su lectura. «Trasmite paz», dice una vecina, y se ha convertido en «un icono del barrio y de la ciudad», añade su acompañante bajo la sombra de uno de los prunos de la plaza. A todos y cada uno de ellos les pertenece esta escultura que desde que salió del estudio de Belén González «tiene vida propia». A cambio, solo pide una cosa: «Que la cuiden».
En la siguiente entrega de 'El Hilo', la periodista Berta Muñoz entrevista a Emilio Laguna, el prestigioso actor y humorista vallisoletano que se convirtió en uno de los rostros más populares de nuestro país. Va camino de los 94 años y vive en Cubillas de Santa Marta.
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