Pese a que asegura no haber perdido el optimismo, la popularmente conocida como 'Abuelita mochilera' de Íscar, Kandy García Santos (1935), exabogada que durante años ejerció profesionalmente en Granada, sufre una preocupante situación en Myanmar. Cuando llegó a la vieja Birmania, el 10 de marzo, la incidencia del Covid-19 era aún escasa y España no había decretado aún el estado de alarma, si bien en los últimos días los infectados han aumentado. «Es algo que ni en el peor de mis sueños había imaginado me iba a pasar a lo largo de mi dilatada vida viajando por todo el mundo», explica por teléfono.
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Coronavirus en Valladolid
Kandy está atrapada en Yangon, una de las ciudades más grandes del país asiático. Como otros cientos de españoles que no pueden regresar desde el extranjero, vive en un hotel junto a las cuatro compañeras con las que partió de Madrid: Mercedes Gómez, Amparo Martín, Ana Fernández y Katina López. Cinco mujeres de entre 66 años de edad y los 85 de la 'Abuelita mochilera', que recibe este apelativo porque presume de haber dado la vuelta al mundo varias veces desde que colgó la toga solo con esa pieza de equipaje.
Están angustiadas y se sienten desamparadas por el consulado, que solo les transmite buenas palabras y mucho ánimo, «pero nada de que haya encontrado billete con fecha definida, sin necesidad de visa ni certificados médicos, con el que poder regresar a nuestras casas».
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Kandy relata que están a punto de quedarse sin visado y no se lo renuevan, ya no tienen seguro médico ni pueden comprar un pasaje de avión por el cierre de fronteras: «El problema está en que todos los vuelos hacen escala en Bangkok y para estar de tránsito en esa ciudad nos exigen un certificado médico que asegure que estamos libres de coronavirus». Un documento imposible de obtener, pues necesitan un seguro de viaje que les cubra la asistencia médica por coronavirus y este cuesta unos 200.000 euros. «Ninguna compañía nos lo hace, y además no disponemos de semejante cantidad de dinero aquí para poder hacer frente el pago», lamenta.
Ante este desolador panorama, la exabogada iscariense –una enamorada del sudeste asiático, que ha viajado a la India más de 20 ocasiones, otras catorce a Vietnam y siete a Myanmar– pensó alquilar una casa un mes en Yangon o algún pueblo cercano a la espera de que pasara la crisis, pero sin visado no pueden. «El Gobierno birmano lo que quiere es que no quede aquí ningún europeo», constata.
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La situación se ha agravado y están «al límite» porque Katina, diabética y con una insuficiencia pancreática, «necesita una medicación que en Birmania no le pueden dar si no es con receta, y aunque se ha pedido que envíen desde España, no sabemos si llegará por el bloqueo». Acostumbrada a sortear muchas dificultades, lo que más le duele es que «se alejan de nosotros como si tuviéramos sarna o malaria».
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