Cuarenta y cinco minutos. Ese es el tiempo que Isabel Castelani, vallisoletana de 39 años, tarda cada mañana en acudir desde su casa, ubicada en el barrio de Las Delicias, hasta su puesto de trabajo, en la Avenida de Salamanca. Desde que se decretara el estado de alarma, eso sí. Antes, dice, cogía el autobús urbano. Pero ahora, por el «miedo» a un posible contagio por coronavirus, rehuye de la posibilidad de coger el transporte público y prefiere ir «caminando, dando un paseo». «Solía ir el bus, pero ahora ni me lo planteo. Me da miedo poder contagiarme, tanto ahí como en otro sitio, y por eso procuro no estar en espacios cerrados con otras personas que no sean los que conviven conmigo día a día», afirma.
Desde hace «más o menos» una década trabaja como limpiadora en varios edificios de la citada calle y ahora, en plena crisis sanitaria, «no iba a ser menos». «En la comunidad nadie me ha dicho nada así que, mientras no digan lo contrario, yo seguiré yendo todos los días a trabajar, que es mi obligación», sostiene.
Hasta el pasado día 14, momento en el que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció el aislamiento obligatorio domiciliario, compaginaba este empleo con el de limpiadora en una residencia privada. Entonces, le dijeron que «hasta nueva orden, hasta que todo pase», prescindían de sus servicios. «Antes iba por la mañana a la residencia y por la tarde limpiaba las zonas comunes de los edificios, pero como en el primero me dijeron que no volviera hasta que retomáramos la normalidad, he cambiado el turno y así el resto del día me despreocupo», asevera.
Esta «preocupación» a la que se refiere Castelani no es otra que el hecho de estar «constantemente expuesta». Cuenta que duerme «peor», pero asume que es su «responsabilidad» y, por tanto, «seguiré yendo y haciéndolo lo mejor que sé».
Si de ella dependiera, admite que se «quedaría en casa». «Ya no es solo que pueda contagiarme yo, que también, sino que vivo con personas mayores que son de riesgo y como lo cojan puede ser grave», lamenta, al tiempo que asegura que «de momento y por suerte», tanto ella como su entorno se está «librando» del Covid-19. «Por el momento estamos todos bien; de mi casa solo salgo yo a la calle, pero para trabajar y hacer la compra. Los demás están guardando el aislamiento a rajatabla, así que esperamos no tener la mala suerte de coger el virus», apostilla.
Está «orgullosa»
Mientras la «salud lo permita» seguirá al pie del cañón, en primera línea frente a esta crisis sanitaria sin precedentes. Está «orgullosa» de aportar su granito de arena para «mantener todo limpio y en orden», aunque considera que la suya es una exposición injustificada. «Pienso que, aunque es un trabajo necesario porque las cosas tienen que estar limpias, los que nos dedicamos a limpiar zonas comunes de edificios no deberíamos seguir trabajando porque los portales no están sucios», comenta.
«La mejor prueba», según explica, es que durante las cerca de tres horas que está desinfectando zonas comunes –«principalmente pomos de las puertas, barandillas, botones del ascensor... Todo aquello que puede tocarse usarse más», matiza– apenas se cruza con un par de vecinos. Está «prácticamente sola todo el tiempo». «Salen muy poquito de casa. El contacto es mínimo e imprescindible, por eso me siento más o menos segura, al saber que no he estado en contacto con nadie, solo limpiando y tomo las precauciones necesarias», subraya esta vallisoletana.
La protagonista de esta historia está «deseando que pase todo de una vez». Sabe que será un proceso «muy lento» hasta que se retome la normalidad, pero confía en todas las medidas de prevención que se están tomando. «Creo que tardará; no me aventuro a decir una fecha, pero visto el tiempo que llevamos y que cada día salen más muertes y más positivos... Solo nos queda ser pacientes y aguantar, que es por el bien de todos», insiste.
«Tenemos que estar unidos»
Asimismo, revela que se le está «haciendo pesado» el confinamiento. Ella era «mucho de salir de casa» y ahora, confinada en el interior de su domicilio, solo «desea» una cosa: «Que afecte al menor número de personas posible». «Por lo que más temo es por contagiar. Si yo me contagio me da más o menos igual, pero hay gente mayor que es de riesgo y lo está pasando fatal», añade. Isabel Castelani es una heroína sin capa. Sí con bata azul, guantes, mascarilla. Está plantando cara al Covid-19 y, dice, solo el propio virus la detendrá. «Tenemos que estar unidos, cada uno aportando lo que sabe», concluye.
Medidas de precaución extremas para no «coger el bicho»: guantes, mascarilla y «mucha» lejía
La vallisoletana Isabel Castelani comenzó a intensificar las medidas de precaución «incluso antes» de que se decretara el estado de alarma para frenar la propagación del coronavirus. Cuenta que «cualquier cosa que se haga es poco para no coger el bicho». En su caso, y aunque reconoce no tener apenas contacto con gente «porque los vecinos salen de casa muy poquito, para lo justo», asume prevenciones como ponerse una mascarilla o utilizar guantes. «Creo que es lo mínimo, así al menos te aseguras que mientras pasas la bayeta no se te queda en las manos», asevera, al tiempo que admite que también tiene «cuidado» para no tocarse seguidamente el rostro.
A todo ello, además, hay que añadir los productos «especiales» de limpieza que han incorporado para garantizar la desinfección de las zonas comunes, así como otras iniciativas personales como «no subir por el ascensor». «La verdad es que las medidas de precaución las llevo a rajatabla, las he aumentado muchísimo. Además de guantes y mascarillas, que es lo que recomiendan para todo el mundo, me aseguro de que todos los sitios por donde paso –en referencia a la limpieza– estén
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.