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Fue un 'figura', un ejemplo de su generación, nacido antes de la Guerra Civil y que desde muy joven tuvo que ganarse las alubias, porque con el sueldo de su padre, secretario del Ayuntamiento de Hontoria de Cerrato, no llegaba para todo. Un 'burro' trabajador -como afirma su hijo Juan Carlos- que vivió el éxito en los negocios y también en el azar, pues le tocó el 'Gordo' de Navidad en 1963 y compartió la suerte con sus empleados, a los que regaló participaciones. Pero la suerte le fue esquiva a Germán Renedo Mélida al final de sus días en la residencia Domus de Arroyo de la Encomienda, donde a sus 94 años falleció el pasado 25 de marzo víctima del coronavirus.
«Llevábamos tres semanas sin verle, porque desde el día 9 se prohibieron las visitas. La gente que trabaja allí es maravillosa, pero ha habido ocultismo en la dirección, que ha sido incapaz de decirme si murió a consecuencia del Covid-19, cuando consta en el certificado de la funeraria, que dijo que no podíamos llevar a mi padre a enterrarle en su pueblo, Hontoria de Cerrato, en Palencia. Estuvimos cuatro personas en el crematorio, una en cada esquina y solo cuatro minutos. Mi padre no se merecía morir así, sin que pudiéramos acompañarle», dice Juan Carlos Renedo, uno de los tres hijos de Germán (los otros dos son Rafael y Mercedes), un palentino que tuvo a gala serlo y que presumía de ello en cuanto la ocasión se le presentaba.
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Nacido en 1925, a los 12 años dejó la escuela Germán Renedo Mélida para dedicarse a todo tipo de trabajos y tratos. Lo mismo compraba la corta de la leña de un monte y luego la vendía, que cultivaba de todo en el huerto de la familia o cazaba lo que se ponía a tiro o ayudaba a su padre en la secretaría del pueblo. Y criaba al menor de sus cuatro hermanos. Germán se había sacrificado para que sus dos hermanos mayores pudieran estudiar en Palencia.
Ya de joven, le contrató la empresa que estaba montando Cementos Hontoria y fue el primer empleado de la misma. Ayudó en el montaje, selección de personal, proveedores y fue administrativo allí, hasta que, con posterioridad, montó una empresa de transportes que, con el tiempo, llegó a ser la mayor de la región en transporte de cemento a granel.
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Tuvo Germán una gasolinera y dos canteras, y en esos años sufrió un accidente de coche que le dejó una cadera seriamente afectada y que le condicionó toda su vida, pero no se amilanaba por nada. Teniendo camiones por media España, cogía su coche los lunes, hacía la ronda y volvía a casa los sábados. Diez vehículos quemó en diez años Germán, que en 1963 fue noticia porque le tocó el 'Gordo' de Navidad, que había repartido también entre amigos, empleados, clientes y familia. «La noche anterior al sorteo se había despertado dos veces diciéndole a mi madre que nos había tocado. Cuando fue el sorteo, cantaron el 'Gordo' con la bola del 19.993, pero al momento lo corrigieron en la televisión y dijeron el 19.936, que era el nuestro», comenta su hijo Juan Carlos, que incide en cómo su padre vendió en 1978 todo lo que tenía en Palencia y se fue a Salamanca, donde compró una finca casi perdida y la puso en producción, pero Germán iba y venía haciendo más de 150 kilómetros al día.
La lesión en la cadera le pasó factura y tuvo que vender esa finca y se compró otra al lado del Cubo del Vino, en Zamora, ciudad en la que residió hasta su jubilación en el año 1990. Una vez jubilado, trasladó su domicilio a Valladolid, pues allí residían dos de sus tres hijos. Durante esos años pudo volver a disfrutar de la familia, aunque a finales de 1996 sufrió el duro mazazo de la pérdida de su mujer, Feli, su gran amor. Compartió después quince años de su vida con Teresa, una catalana que fue una más de la familia hasta que volvió a su pueblo natal.
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