Empeñado en conservar el legado del adobe en Gallegos de Hornija
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Su gran apego a la tierra ha llevado a José Manuel Correjes a construir dos chozos en su puebloDice la sabiduría popular, que «viendo al chozo, se ve al guarda». Así pues, observando los dos chozos que presiden la entrada a Gallegos de Hornija, nos podemos hacer una idea de cómo es su artífice, José Manuel Correjes Bruña. Trabajador, meticuloso, perfeccionista y ... un amante de la arquitectura tradicional. Este agricultor jubilado de 69 años ha levantado con sus propias manos dos chozos de pastor en su pueblo para dejar constancia a las generaciones futuras de esta construcción tan identitaria para la localidad.
En 2005 hizo su primer chozo, en el prado municipal de Gallegos, muy cerca de donde antaño se levantaban dos de estos singulares edificios pastoriles, de los que actualmente no queda más que el recuerdo entre los vecinos. Lo construyó en adobe y lo forró de piedra. Desde entonces luce orgulloso junto al antiguo cauce del río. El segundo chozo lo levantó en 2019, en una tierra de labor, propiedad de su yerno, en la localidad de Castrodeza. «Lo hice para que pudiera resguardarse del frío, del calor y de la lluvia. Aquel lo lodé por fuera con cal blanca, arena roja y cemento blanco», explica.
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En este mes de agosto, José Manuel ha estado inmerso en la construcción de su tercer chozo, el segundo en su pueblo, Gallegos, situado en el conocido Teso de la Horca. Desde sus tres ventanucos se observa una maravillosa vista del Valle Hornija, con las localidades de Vega de Valdetronco, Marzales, Pedrosa del Rey, Toro, San Salvador y Villasexmir como telón de fondo. Mientras José Manuel trabajaba, han sido muchos los vecinos y curiosos que se han acercado para acompañarle durante la jornada de trabajo. Juan José Villar y Paco Martín han sido dos de los visitantes más asiduos. «Le está quedando de maravilla», alababan ambos mientras José Manuel, subido al andamio, manejaba con soltura la paleta. «Y, además, lo hace sin interés alguno, solo por el bien del pueblo. Ahí quedarán los chozos, por los siglos de los siglos y siempre se recordará que los hizo José Manuel», prosiguen.
Muy madrugador, a las seis de la mañana ya subía camino del chozo para aprovechar la fresca. «Mi hermano Luis Miguel me ha animado mucho y me ha echado una mano en lo que he necesitado», agradece. «La base la he hecho de ladrillo, para protegerlo de la humedad. Tiene 2,10 metros de diámetro y para que su forma fuera un círculo perfecto, coloqué una guía de hierro en el centro. Cuando cogió suficiente altura, decidí ir cerrando. Primero dos centímetros y más tarde tres. En total he empleado unos 500 adobes. Cuando esté terminado, arriba del todo colocaré la bandera de España», informaba este constructor aficionado, pocos días antes de concluirlo. Bandera que ya ondea al viento y es visible desde muchos puntos del municipio.
Ya desde niño sentía mucha curiosidad al ver cómo una de las familias del pueblo, los Morchón, elaboraban adobes. «Me di cuenta de que algo tan sencillo como es envolver la tierra con paja, se convertía en la materia prima idónea para construir una casa. El barro es, sin duda alguna, el material más natural y ecológico que existe. También es el mejor aislante; por eso, cuando hace calor, la frescura interior no es comparable con la de las construcciones de ladrillo, por ejemplo. Me encanta trabajar el barro. Parece que ensucia mucho, pero no es así. Se elimina muy bien y al lavarse, quedan las manos muy suaves y limpias, como si fuera jabón», añade.
Para este vecino de Gallegos, estos edificios singulares son un testimonio cultural muy valioso y escaso que habría que poner en valor. «Todos deberíamos preocuparnos más de mantener las construcciones tradicionales en el medio rural. Cuando yo era niño, recuerdo que había dos chozos que servían de refugio a las personas que cuidaban el ganado. En el invierno les protegía del frío y la lluvia, y en verano del sofocante calor. Eran de adobe y el paso del tiempo y las heladas los hicieron desaparecer. Por eso, le puse voluntad y quise levantar dos en mi pueblo». Correjes quiere que este trabajo «sirva para recordar a las futuras generaciones lo que fuimos en el pasado».
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