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Agustín Montoya, mira al horizonte. Rodrigo Ucero

El agricultor de Tiedra que predice el tiempo

Agustín Montoya, de 85 años y ya jubilado, lleva toda la vida recurriendo al ancestral método de las cabañuelas de Santa Lucía

Laura Negro

Tiedra

Martes, 10 de agosto 2021

Para Agustín Montoya Esteban el campo es donde empieza y acaba todo. Es un erudito de la vida agraria y un amante de su pueblo, Tiedra. La curiosidad y la capacidad de observación son cualidades que han acompañado a este agricultor jubilado a lo largo de sus casi 85 años de vida y que le han ayudado a ser capaz, cada mes de diciembre, de pronosticar el tiempo de todo el año siguiente. Agustín sabe interpretar las cabañuelas y lo hace «a su manera», igual que lo hicieron sus padres y antes que ellos, sus abuelos.

«Me rijo por Santa Lucía», dice el veterano labrador. «Se celebra el 13 de diciembre y el tiempo que hace ese día, lo apunto en una hoja de papel porque así es como hará en el mes de enero. El día 14 será el tiempo que haga en febrero, el 15 corresponde a marzo y así… hasta el día de Nochebuena, que nos dirá el tiempo de diciembre del año siguiente», explica mientras saca del bolsillo una hoja de cuaderno que lleva doblada y a buen recaudo.

Allí lo lleva todo bien apuntado, aunque no quiere enseñarlo, «no sea que me falte alguna hache», dice con sorna. «Fui poco a la escuela. Éramos muchos hermanos y mi padre me quitó de estudiar para ir a ganar el pan. Todo lo que sé es lo que me ha enseñado la vida», dice humilde este sabio agricultor. «En enero acerté con las nieblas y el sol. En febrero tuvimos sol y también lluvias, tal y como tenía apuntado. Marzo estuvo revuelto, como también predije. En abril sabía que habría muchas lluvias, como así fue. En mayo, nieblas, y no cayó ni una gota», relata Agustín. «Junio iba a destacar por las nieblas, y así fue. En julio también nieblas y sol. En agosto niebla y buen tiempo, igual que en septiembre y octubre. En noviembre más nieblas y llegará la lluvia. En diciembre habrá días fríos y otros buenos. Yo toda la vida se lo he visto hacer así a mis padres y yo sigo la misma tradición. Antes salía clavado. Ahora, con el cambio climático puede que me confunda un poco, pero en lo esencial todo se cumple», afirma.

El 24 de junio, día de San Juan, es una fecha crucial para este meteorólogo rural. Tal y como haga ese día, así hará todo el verano. «Nunca falla. Este año, ese día fue frío y estuvo revuelto. Al final salió el sol y así es como se está desarrollando julio y agosto. Unos días hace sol, pero por las mañanas y las noches están siendo frías. Estamos pasando un verano fresco con pocos días buenos», apunta Agustín.

Aurelia, su mujer, también es buena observadora y, como a su marido, le gusta barruntar el tiempo que hará. «Ella se fija mucho en las puestas del sol. Si al atardecer el sol tiene una nube grande alrededor, entonces al día siguiente estará nublo. Si el sol se mete claro y limpio, al día siguiente hará bueno. Si está muy rojo, calentará mucho», prosigue.

Hoja con las notas que toma Agustín sobre el tiempo que hará. R. U.

El comportamiento de los animales también ayuda a este matrimonio a pronosticar el tiempo. «Durante muchos años hemos tenido vacas y cuando Aurelia entraba en la cuadra enseguida sabía si iba a llover o no. Si se echaban todas juntas en un lado, al día siguiente, o como mucho a los dos días, llovía. Si, en cambio, se echaban cada una hacia un lado, entonces no había precipitaciones a la vista. El viento también tiene mucho que ver. Cuando por el día viene del norte, por las noches refresca. En cambio, si viene del sur, todo está en calma», añade.

El mayor de sus hijos es agricultor y sigue al pie de la letra las predicciones meteorológicas de sus padres para saber cómo vendrá el año. «En 1992 no quise sembrar. Todo el mundo me preguntaba que por qué, pero yo no dije nada. Resulta que ese año no se segó el campo, porque no cayó ni una gota. Yo sabía que iba a ser así. Otro año venía muy malo, no había llovido nada y mi hijo andaba todo preocupado. Le dije que no se apurara, que abril y mayo venían lluviosos. Nadie confiaba, pero al final llovió y el campo se puso que daba gloria», relata Agustín, a quien le gusta consultar el calendario zaragozano y cree a pies juntillas en las predicciones del tradicional higrómetro del fraile del tiempo. «Nunca falla», dice.

«Si el fraile sale con la capucha puesta, entonces llueve. Antaño también sabíamos si iba a llover cuando el gato volvía el culo hacia la lumbre», se ríe.

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