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El filósofo y profesor de Literatura italiano Nuccio Ordine explicó a un grupo de alumnos de bachillerato que «una sociedad donde se corta la relación con el pasado, donde destruimos la memoria, es una sociedad que se dispondrá únicamente a crear ignorantes. Cuando nosotros ... perdemos la relación con la memoria, perdemos la relación con nuestra identidad, porque si tú no sabes qué hay antes, no puedes comprender el presente y, sobre todo, no puedes prever el futuro». Algo que sabe muy bien Justino Rodríguez Poncela, quien desde hace casi cuatro décadas se ha convertido en el cronista de La Mudarra.
Natural del pueblo vallisoletano de Bercero, llegó a La Mudarra en 1956, cuando su padre, Crisóstomo Rodríguez, fue destinado como trabajador de la subestación eléctrica. Tras sus años de infancia y juventud en el pueblo, intercalados con cursos de internado por diversos colegios nacionales, comenzó a trabajar en 1976 como profesor y director en la recién creada sección de Formación Profesional de Medina de Rioseco. Un año después, contrajo matrimonio en La Mudarra con Mercedes Serrano, hija de otro empleado de la subestación, y es también allí donde sus hijos mayores, Fernando y Patricia, dieron sus primeros pasos.
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Tras toda una vida dedicada a la docencia, se jubiló en 2001. Aunque residente en Medina de Rioseco, su vinculación con La Mudarra nunca cesó. Fue en 1979 cuando el entonces alcalde mudarreño Eladio Álvarez, amigo de la infancia, le nombró pregonero de las fiestas patronales de San Antonio, encomienda para la que recabó información sobre el pueblo para intentar hacerlo lo mejor posible. En agradecimiento al municipio, creó una página web, y para completar su información buscó documentación escrita y visual que va completando año tras año. Esa información le ha permitido poseer actualmente un inmenso archivo gráfico, visual y sonoro de La Mudarra, que ha compartido con los vecinos a través de publicaciones escritas y visuales.
Desde entonces, la historia, el patrimonio, las tradiciones, las fuentes, los caminos, los pagos o el campo, entre otros muchos temas, son caminos abiertos de Justino para conocer su entorno, nada se escapa a su interés. «Para que no se pierda eso que ya está medio olvidado y que de esta forma la gente lo pueda guardar, repasarlo cuando quiera e incluso que lo disfruten generaciones futuras». Una tarea que asumió, «no porque sea más listo, sino porque tenía medios, ganas y tiempo. «Mi profesión ha sido la de profesor, más o menos tengo cierta facultad para escribir, y dispongo de tiempo y ganas porque estoy jubilado». A sus 70 años, Justino reconoce que, «sin que sea vanidad», en todos los pueblos debería existir alguien como él, «que se encargue de divulgar lo que es el pueblo, tenerlo vivo, que se hable de él, que salga en los medios».
El veterano profesor tiene claro que La Mudarra y sus vecinos saben agradecer su esfuerzo y trabajo. «Me han hecho algún pequeño homenaje, me aplauden un montón, siempre que vengo por aquí todo el mundo me quiere, todo el mundo me saluda y estoy aquí muy a gusto». Es autor de una página web sobre La Mudarra que actualiza constantemente, posee un canal exclusivo en Internet para colgar sus vídeos y documentales, y es corresponsal de su pueblo de adopción desde hace catorce años del periódico comarcal 'La Mar de Campos'. Colaboró durante diez años con la revista local 'El Santillo', donde salieron a la luz numerosos artículos sobre la historia mudarreña. Publicó varias ediciones desde 2003 de un libro con notas breves e imágenes de La Mudarra y tiene pendiente escribir otro más extenso con su historia completa, gentes, tradiciones y particularidades aprovechando los artículos sueltos ya publicados. Será el momento de recordar que la localidad obtuvo su independencia en 1856 al comprar el término a Rioseco por 84.000 euros, acogiéndose a lo legislado en la segunda desamortización promovida por el ministro Madoz.
Mientras tanto, Justino se acerca muchos días al arbolado de la fuente para conversar con un grupo de veteranos vecinos para seguir recogiendo información. El último regalo a su pueblo de adopción ha sido un documental sobre la historia de la escuela desde 1842 hasta 2006.
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