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El artesano Julio Arribas muestra uno de los instrumentos que construye a mano en su taller de Laguna de Duero. Rodrigo Ucero

Un alquimista del instrumento tradicional

Artesanía ·

Julio Arribas, de Laguna de Duero, es hacedor de música. Su finura, precisión y meticulosidad son las artífices de las más bellas melodías

Laura Negro

Laguna de Duero

Lunes, 2 de agosto 2021

Julio Arribas tiene un bello y antiguo oficio. Él es hacedor de música. Es artesano especializado en la realización instrumentos tradicionales. Con su ingenio, sus increíbles manos y su pasión, es capaz de sacar de cualquier tipo de material las más bellas melodías.

La modestia de este veterano fresador abulense, afincado en Laguna de Duero, le impide utilizar la palabra luthier. Dice que le va grande. «Me quedo mucho más tranquilo diciendo que soy artesano», explica. Lo suyo tiene mérito. No sabe leer un pentagrama y aún así, consigue sacar el mejor partido a cada una de sus creaciones artesanales.

De su taller han salido cientos de rabeles, su instrumento favorito. También panderos, zambombas, sonajas, carajillos, mirlitones, hueseras, castañuelas y carracas. Una casualidad fue lo que le llevó a descubrir este hobby que más tarde semiprofesionalizó. Fue su suegro el que en 1991 le mostró un rabel de cuerno y Julio se enamoró de ese pequeño, curioso y ancestral instrumento pastoril que tiene hechura de laúd y está compuesto de una, dos o tres cuerdas que se tañen con un arco. Los que él construye sorprenden por su sonido especialmente alto y agudo.

«El rabel tiene algo especial. Su construcción me distrae y a medida que voy avanzando, me va entrando más y más ansia por ver cómo suena»

Julio Arribas

El coco fue el material elegido para su primer rabel. «Sonaba muy poquito, pero me sirvió para aprender que tenía que dar resina al arco. Ese fue mi primer fracaso, tras el cual decidí que lo oportuno era ponerme a estudiar antes de hacer más instrumentos», dice. Así, cursó estudios sobre la tradición en la Universidad de Valladolid y eso le abrió camino a dar numerosas conferencias sobre la construcción de instrumentos y sus sonidos. «El abanico de posibilidades se fue abriendo y las aproveché todas. Tras la primera conferencia, comencé a participar en ferias de artesanía, charlas, talleres, festivales y muestras de folclore», añade Arribas, quien con su inseparable amigo y escultor Lorenzo Duque ha formado el dúo Pujavante, famoso por representar coplas de ciego. «El rabel tiene algo especial. Su construcción me distrae y a medida que voy avanzando, me va entrando más y más ansia por ver cómo suena. Lo más bonito de todo es cuando consigues la primera melodía. Es como un gusanillo que a medida que voy construyendo me va comiendo poco a poco y cuando suena bien, entonces la satisfacción es enorme», explica.

Rabeles de cuerno, ancestral instrumento pastoril que se tañe con un arco. R. U.

Utiliza materiales de primer nivel, algunos difíciles de encontrar, como el cocobolo, el zebrano o el ébano. Pero también usa otro tipo de materiales, como calabazas, calabacines, huesos, cuernos, viejas latas de membrillo e incluso madreñas. Prueba y prueba con paciencia y maestría, hasta que da con la combinación perfecta. «Todo es aprovechable. No desprecio ningún material. Si me encuentro una corchera de una colmena, me hago una zambomba preciosa», afirma orgulloso.

Su pequeño taller es su santuario. Presume de que allí no hay más máquina que el taladro. «Todo lo hago a mano, incluso las clavijas, que las hago con madera guineana. Trabajar con maderas como el ébano es una bendición, aunque para los rabeles no son las más adecuadas porque tienen menos resonancia que, por ejemplo, el abeto», informa.

Las muelas de leche de su hijo

Guarda con celo muchos de los instrumentos que ha fabricado a lo largo de su vida. «Tengo muchos favoritos», reconoce mientras acaricia un rabel de madera de sabina. «Hice uno con viejos materiales que utilizaba mi padre para trabajar y para construir el puente de otro, utilicé las muelas de leche de mi hijo. Son mi mayor tesoro. Los hago a capricho, con recuerdos familiares curiosos y especiales. De esos no me desprendo. Hago también para amigos y clientes y lo que me gusta es que sean tocados. Me da pena que los instrumentos se utilicen como adorno, ya que están fabricados para hacer música con ellos», dice.

Usa materiales de primer nivel, como el cocobolo, el zebrano o el ébano, pero también calabazas, calabacines, huesos, cuernos, viejas latas de membrillo y hasta madreñas

Tiene en proceso un rabel de cuerno. Ya lo ha cocido y lo ha dejado secar. «Los consigo en el matadero», dice. El siguiente paso consiste en cortar el cuero a la medida. «Cuánta más caja de resonancia tenga, mucho mejor». Lo siguiente será colocar el puente y el cordal. «Este es un trabajo más de cabeza que de manos», indica este referente de la música con reminiscencias de antaño. La parte más complicada de su trabajo es recopilar la información teórica sobre cada instrumento, algo fundamental para sacarles el mejor partido.

Le satisface decir que su oficio está más vivo que nunca. «Hace años, el rabel solo lo usaban unos pocos pastores. En cambio, ahora está en un momento de esplendor, igual que la zanfona. Hay muchos jóvenes aficionados a construirlos y hacer buena música con ellos. Un buen ejemplo es la música de raíz que hace la lagunera Vanesa Muela». A Julio, esta pasión le sirve para liberarse de todos sus problemas. Es su capricho y su ilusión. «Cuando no sé qué hacer, vengo al taller y construyo una carraca o un rabel. A unos les gusta leer, a otros ver la televisión. Lo mío es construir y unir piezas de madera. Para mí esa es una adrenalina que me resulta completamente relajante», completa.

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