Óscar Puente se marca el reto de dejar su «impronta» en un ministerio de plazos largos

Isabel Rodríguez fue la siguiente en intervenir. Y Óscar Puente tomó la palabra en último lugar. Si Isabel Rodríguez se saltó levemente el guion que traía escrito, Óscar Puente salió directamente sin él. Ni un papel, ni una mirada al atril de soslayo. Y tras un discurso tranquilo, repleto de agradecimientos y loas al equipo ministerial, dejó su objetivo: «Hay una cosa a la que no renuncio y es a dejar mi impronta. Estoy en política para hacer, no para estar».

El Puente ministro se apoyó en el Puente alcalde para cotejar las dos realidades, la que vivió y la que vivirá, y las diferencias evidentes entre ambas. «Cuando era alcalde me preguntaban que por qué era tan fanático de la política municipal y ponía un ejemplo. Decía que cuando un alcalde piensa en una infraestructura, por ejemplo en sacar los accesos de un parking de la Plaza Mayor, como hice en Valladolid, la piensa, la diseña, la proyecta, la ejecuta y la inaugura. Aquí me temo que eso no va a ser posible. De hecho en unos días abriremos una infraestructura muy importante para unir la Meseta con Asturias, después de probablemente dos décadas desde que se pensó, y llegaré a mesa puesta».

También se apoyó en su pasado como regidor para defender «lo público». «Soy un firme defensor de lo público, todo el mundo lo sabe. Remunicipalicé el agua en Valladolid. Y creo aún más en la profesionalidad de la gente de este ministerio», aseguró. Gente con la que ha compartido muchas reuniones de mesa y proyectos, especialmente en lo tocante a las infraestructuras ferroviarias en Valladolid y el cambio del soterramiento por la integración. «He tenido la oportunidad de hablar en infinidad de ocasiones con funcionarios de esta casa y siempre he observado su trabajo con asombro. Si este Ministerio es lo que es, es gracias a sus trabajadores y trabajadoras. Quiero reivindicarlo hoy».

Antes de que en su despacho, «que estará siempre abierto», empiecen a amontonarse las reivindicaciones históricas –la N-122, el traspaso de Rodalies, el tren extremeño y, por supuesto, el soterramiento en Valladolid–, Óscar Puente fijó el gran objetivo de su departamento para la legislatura: acelerar el cambio del país hacia una movilidad «sostenible y sana». Que dicho así parece sencillo pero que implica cambios incluso a nivel industrial, para empezar en Valladolid y en Castilla y León, territorio que vive en buena medida de la automoción.

«A trabajar para hacer un país y un planeta mejor. Desde un ámbito que, a diferente escala, conozco bien. Con valentía y con rigor, para aprovechar una palanca de transformación tan poderosa como son las infraestructuras y el transporte», concluía el mensaje tuitero que escribió antes del evento. Buenas intenciones, tono más sereno, más tranquilo, casi conciliador, muy alejado del papel que le tocó hace en la investidura de Feijóo. Solo que su mensaje anterior, como réplica a que Jesús Julio Carnero considere que su llegada al Ministerio es una «oportunidad única» para retomar el soterramiento, demostró que el ministro tuitero sigue siendo el alcalde tuitero: «Ocho años llevan culpándome del fiasco del soterramiento en Valladolid, mientras he sido alcalde. Ahora he pasado de ser el culpable a ser la esperanza del soterramiento. Que semejante contradicción no llame la atención de nuestros avezados observadores es algo prodigioso».