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El inabarcable y voluptuoso, al menos en sus lienzos, Peter Paul Rubens llegó a Valladolid en los primeros años del siglo XVII no solo como un asceta y un artista digno de recordar en la historia del arte, sino también como embajador en funciones que dedicó su ímpetu a acercar posturas entre las coronas de España e Italia.
Era un momento de fulgor artístico en Valladolid, pues las relaciones entre la que en ese momento era capital del Reino y otras ciudades extranjeras intensifican el trasiego de turistas, pintores, escultores, y escritores, llegando a converger en el mismo lugar Cervantes, Góngora o Rubens. Ese resol renacentista llega a nosotros a través de diferentes historias sobre la estancia de todos ellos en Valladolid, una de las más famosas, la que relata la creación de 'Heráclito y Demócrito', cuadro exhibido en el Museo Nacional de Escultura hoy en día.
Fundamentalmente, la perístasis de este breve artículo se centra en la aparición de una obra mayúscula en el índice mitológico de Peter Paul Rubens: la pérdida de su cuadro 'Judith y Holofernes'. De él tan solo remanece un grabado realizado por Cornellis de Galle, con la dedicatoria del propio Rubens, como reconoce Pérez Sánchez, para el único hombre que consiguió una copia de aquella primigenia ópera prima de Rubens.
Lo llamativo no es el maravilloso y elocuentemente engalanado grabado de Cornellis, que refleja la voluptuosidad de las figuras angelicales de Rubens, sino la aparición, en el Museo de Escultura de Valladolid, de una mímesis demasiado llamativa como para no tenerla en cuenta.
El grupo de ángeles que sobrevuela a las figuras centrales fue copiado, en modo negativo, en el cuadro del celebérrimo pintor vallisoletano Diego Valentín Díaz, consiguiendo que las figuras sobrevivan al paso de los siglos y la sombra de Rubens se proyecte sobre los artistas de la época.
En relación a la historia de Rubens con Felipe III y el duque de Lerma, este último un gran coleccionista de arte yque poseía una pinacoteca abundante con célebres nombres, en tanto que su pasión por el arte era conocida en otros reinos, el duque de Mantua, como detalle, ordenó a Rubens acompañar una serie de copias originales de obras maestras enviadas al de Lerma como demostración de una amistad y una frugal relación que se mantenía entre los ducados.
Rubens arriba a Valladolid finalmente el 13 de mayo de 1603, casi a la vez que el manco de Lepanto. A lo largo del viaje de Rubens por el Mediterráneo, hasta Alicante y de allí hasta Valladolid, las pinturas, 12 en total, que acompañaban el regalo del duque de Mantua, sufrieron daños considerables. Rubens se vio forzado a trabajar durante semanas en la restauración de los cuadros, dando por perdidos dos de ellos, denominados como el 'San Juan de Rafael' y una 'Madonna' de autor desconocido.
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Rubens, sobrecogido por la pérdida de estos cuadros tan reconocibles, aunque eran copias originales de obras maestras, ofreció al duque un cuadro pintado por él mismo que descansa hoy en la sala del Museo Nacional de Escultura: el 'Heráclito y Demócrito'.
El paso de Peter Paul Rubens por España supuso además el nacimiento de una cercana amistad con el Duque de Lerma.
Daniel Casado narra la historia de Felipe II, el rey piadoso que resucitó a Valladolid durante el siglo XVII.
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