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Una mujer, en la calle Padilla de Valladolid, en los años ochenta. Foto: El Norte; Vídeo: R. Ucero
El hilo

Las últimas prostitutas del barrio chino de Valladolid

La calle Padilla fue el epicentro del sexo de pago en la ciudad. La demolición del bar Florida, en 1984, obligó a la treintena de mujeres que ofrecían allí sus servicios a buscarse la vida fuera del entorno de San Martín

Sábado, 2 de diciembre 2023, 00:03

Trasegar de copas, cortinas de humo tejidas con trujas apurados, carmín barato en rostros avejentados por la (mala) vida, miradas de reojo, morbo encendido en esquinas insalubres, familias con paso apresurado... Así se vivía en la céntrica calle Padilla de Valladolid un día cualquiera, de cualquier año, de cualquier década de mediados a finales de siglo pasado. Abro hilo:

↓ Si paseamos hoy por los escasos 150 metros de la calle Padilla, con su famoso restaurante Niza en la esquina y la Casa del Sol al fondo, nada hace pensar que no hace mucho -o quizá sí, según la edad del lector- por esta céntrica vía de Valladolid la prostitución campaba a sus anchas. Padilla, junto con Torrecilla y Empecinado, contaba hace medio siglo con una docena de bares y otros tantos inmuebles cochambrosos que daban cobijo a maleantes y prostitutas.

Calle Padilla, con la iglesia de San Benito el Viejo (actual Museo Nacional de Escultura) al fondo, en la década de los setenta. Archivo Municipal de Valladolid

↓ Y mucho antes. El entorno de San Martín fue el epicentro de la ramería de la ciudad «antes de la Guerra Civil Española», puntualiza José Miguel Ortega, autor del libro 'De la mancebía al club de alterne. 7 siglos de prostitución en Valladolid' (Maxtor Classic). «Los fines de semana se llenaba de adictos al sexo, sobre todo la calle Padilla, que era la arteria principal». No faltaban los clientes. Incluso, en épocas de pobreza extrema, como la década de los cuarenta. «En plena posguerra, se cobraba unas 30 pesetas por servicio (18 céntimos de euro), incluida la cama», recuerda el periodista.

Edificios en ruinas de la calle Padilla, a principios de los ochenta. El Norte

↓ En los años cincuenta y sesenta, una de las profesionales más conocidas era 'La Mari Sol', que siempre estaba en Los Claveles. El local más popular por aquellos entonces era El Sevilla (en el chaflán de Torrecilla con Cadenas de San Gregorio) y en la calle Democracia el Pasapoga, con 'La Peseta', que cobraba una moneda rubia por cada revolcón. La policía hacía la vista gorda. En algunas ocasiones, detenían a las chicas con el único propósito de que pasaran un rudimentario chequeo sanitario. Si presentaban alguna enfermedad venérea, las impedían volver a la calle durante unos días. Gonorrea, sífilis, ladillas, herpes genital.... estaban a la orden del día. «Los pobres sufrían en silencio los síntomas; los ricos, en cambio, siempre tenían un amigo médico que minimizaba y ocultaba el problema», explica Ortega.

A la derecha de la imagen, las prostitutas, a plena luz del día, en la calle Padilla en 1981. Cacho

↓ Aunque parezca increíble, no hace tanto, la calle Padilla era una vía lúgubre de estrechos márgenes, «foco de ratas, escombros y malos olores», donde las mujeres hacían la 'carrera' a diario, incluso, como recogen las crónicas de El Norte de Castilla, en avanzado estado de gestación. Tal era el movimiento de la zona, que en la calle Empecinado se fijó una parada de taxis ilegal para el servicio, exclusivo, de putas y puteros.

Un coche en medio de la Calle Padilla, con el Hospital Clínico al fondo. Archivo Municipal de Valladolid

↓ Esa parada fue un no parar los días 17, 21 y 24 de junio de 1982. En el estadio José Zorrilla se jugaban tres partidos del mundial. Tres encuentros que enfrentaron a las selecciones de Inglaterra, Francia, Checoslovaquia y Kuwait a las cinco y cuarto de la tarde. Acabado el fútbol, aficionados, directivos y deportistas seguían con ganas de jarana. Esos días todo el sexo de pago se concentró en un par de hoteles de lujo de la ciudad del Pisuerga y las chicas de Padilla hicieron su particular mundial. Durante tres jornadas cobraron sus servicios en marcos, libras y coronas y dejaron la insalubridad de su 'despacho' por la comodidad de las sábanas limpias y el lujo de un buen baño de agua caliente.

Imágenes aéreas del estadio José Zorrilla en 1982 El Norte

↓ A principios de los ochenta, el crecimiento anárquico de la ciudad dio lugar a una calle Padilla pavimentada hasta su ecuador, justo hasta el inmueble en el que estaba el bar Florida. A partir de ahí, sin aceras ni asfalto, la vía se estrechaba para seguir dando cobijo a «señoritas, fisgones, chulos y ratas de cuatro patas». La convivencia cada vez se hacía más insoportable.

Grúa en un solar de la calle Padilla, en 1981. El armazón de metal estuvo en la calle trece años sin ningún tipo de protección

↓ En Padilla ya residían 600 personas. Familias que tenían que lidiar cada noche con la música de los 'antros', el trapicheo de drogas, los acelerones de los coches y las continuas discusiones de las chicas con los clientes y sus chulos. Y con los ladrones, que aprovechaban las ruinas para esconder los televisores y electrodomésticos que birlaban. Los vecinos suplicaban al Ayuntamiento una solución que no acababa de llegar. Incluso, en 1981, cámara en mano, grabaron una película para que el gobernador civil creyera lo que ocurría en Padilla cuando caía la noche.

La demolición del edificio que quedaba en medio de la calle Padilla, en 1984, acabó con las estrecheces de la vía. Cacho

↓ La solución llegó de la manera más sencilla. Con la demolición del edificio en el que estaba el bar Florida, en mayo de 1984, la «calle de los líos» recuperó una anchura donde era imposible mantener el secreto público de sus garitos ante los ojos inquisitivos de la ciudad. Ya no había lugar para la treintena de veteranas que sobrevivían a duras penas. «Aquí nos estamos muriendo de hambre. Apenas quedan cuatro tascas abiertas», aseguraban a El Norte. Años antes, por esta calle habían desfilado paisanos llegados de pueblos de toda la provincia. Aunque los cliente habituales eran los miles de «jóvenes que hacían el servicio militar en San Quintín o en la Academia de Artillería», especifica Ortega.

En la actualidad, la calle Padilla es una céntrica calle de 150 metros. Rodrigo Ucero

↓ El auge de los clubes nocturnos, modernos templos de la sexualidad, dio la puntilla a un modelo de prostitución que acababa con la calle Padilla y el barrio chino de Valladolid. Las nuevas reinas del sexo se buscaban la vida en casas de citas, clubes nocturnos -hasta 34 se registraron en la ciudad- donde además de vender sus servicios se llevaban una comisión de las consumiciones o en la calle, pero alejadas del centro.

José Miguel Ortega, en la calle Padilla.

↓ «Muy cerca de la calle Padilla estaba la calle de Las Vírgenes, con el famoso bar Levante, donde ejercían las prostitutas de alto standing, las más jóvenes y aseadas», recuerda José Miguel Ortega. «Entonces era una vía muy estrecha y, en menos de 50 metros, había ocho locales de alterne repletos de mujeres. Que se llamara calle de Las Vírgenes era un contrasentido y el hazmerreír de los vecinos. Así que, en el año 1947, el arquitecto municipal propuso cambiarla de nombre por calle Estrecha, como se conoce en la actualidad».

Placa de la calle Estrecha, hasta 1947 calle de Las Vírgenes.

↓ En la actualidad hay 171 viviendas construidas ambos lados de la calle Padilla de Valladolid. Tienen entre 75 a 90 metros cuadrados y la mayoría se edificaron en la década de los sesenta. Es casi imposible hacerse con un piso en esta vía. Lo último que se ha vendido en abril de este mismo año. Fue un inmueble de 142.000 euros. Tampoco hay nada para alquilar. Se trata de una buena zona en el presente y una calle que las familias evitaban en el pasado. Si las paredes hablaran...

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