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Sus compañeros de comunidad recuerdan la voz «poderosa y bien timbrada», su compromiso con los demás, su alma misionera que se prolongó durante 22 años en Latinoamérica, sobre todo Honduras. Y también subrayan su entrega sin miedo. Con charlas espirituales en residencias de ancianos y, los sábados y domingos por la tarde, apoyo en la capellanía del hospital Río Hortega. Con los pacientes. Con sus familias.
«Podríamos decir que fue un accidente laboral en pleno ejercicio de su ministerio de acompañamiento a los enfermos y moribundos», destaca Gonzalo Fernández, misionero soriano cuando traza una semblanza de Julio Vivas González, el sacerdote nacido en Aldeamayor de San Martín que este martes, 14 de abril, habría cumplido 84 años.
Julio falleció el pasado miércoles por coronavirus, después de permanecer, desde el 30 de marzo, ingresado en el hospital Río Hortega, el mismo centro donde acudía para consolar a otros enfermos. Hijo de Guardia Civil, conoció la congregación claretiana gracias a la predicación popular de los misioneros y llegó con 12 años al postulantado de Castro Urdiales. Después de formarse también en Segovia, Aranda de Duero y Sigüenza, hizo el noviciado en Ciudad Real y completó su formación con estudios de Filosofía y Teología y estancias académicas en Roma. En noviembre de 1967 inició una larga etapa como misionero en América Latina, para regresar a España en 1989.
Después de varios destinos en Madrid, Palencia y Colmenar Viejo, en el verano de 2014 llegó a Valladolid, a la pequeña comunidad que la orden tiene en la calle Padre Claret. «Éramos cuatro. Ahora, nos quedamos solo tres», comenta entristecido Eugenio Oterino, compañero claretiano, quien permanece estos días en constante observación por parte de su médico de Atención Primaria. «Aunque vivimos en comunidad, hemos seguido en todo momento las recomendaciones de las autoridades. Medidas higiéncias, distancia de seguridad. Los tres compañeros hemos estado en cuarentena y ninguno de nosotros ha presentado síntomas», añade Oterino. La comunidad claretiana, que atiende la parroquia de la Circular, está presente en la calle Padre Claret desde el año 1941, donde despliega también una labor asistencial, con programas de apoyo para personas sin hogar.
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