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Si la semana pasada las farolas más antiguas de Valladolid fueron las protagonistas de esta sección, este sábado trasladamos la mirada a otras luminarias de la ciudad, las que jalonan los 350 metros de la calle Santiago. Si se detienen un minuto en cualquiera de las veinte farolas de fundición de hierro de esta céntrica vía podrán observar que en su base está inscrito en relieve el año 1832 y un escudo formado por dos 'F' y un 'VII', rematado por dos coronas superpuestas. Se trata de un homenaje a la infanta María Luisa Fernanda de Borbón, la segunda y última hija de Fernando VII, un rey que ha pasado a la historia por sus traiciones y sus problemas para tener descendencia. Abro hilo:
↓ Ríos de tinta se han escrito sobre la figura de Fernando VII (1784-1833). La historia le recuerda como un rey déspota y cruel, que conspiró contra su padre, Carlos IV, y que cuando consiguió el trono derogó la Constitución de 1812 para reinstaurar el absolutismo. El pueblo le apodó inicialmente como 'El Deseado' por considerarlo paladín de las libertades contra la opresión francesa, pero tras el reinado de José Bonaparte (1808-1813) los españoles no imaginaban que Fernando VII, al que también llamarían 'el rey felón', ayudado por el enemigo galo, reinaría rodeado de una camarilla que segó toda esperanza de libertad en España.
↓ Las crónicas de la época pintan a Fernando VII como un hombre vengativo, vago, malhablado, poco agraciado físicamente, glotón, fumador empedernido y habitual de los prostíbulos. Pero si por algo ha sido recordado el monarca, además de por sus ataques de gota y su afición al billar, es por su incapacidad para tener descendencia. Y es que Fernando VII sufría macrofalasomía, un trastorno genético que hace que las dimensiones del pene sean muy superiores a la media. Este asunto trascendió a la política porque sus tres primeras esposas no pudieron darle descendencia a causa de lo complicado de las relaciones sexuales con el monarca. Tanto es así, que los médicos de palacio tuvieron que idear un cojín circular con un agujero central que el rey utilizaba para yacer con su esposa. Éste y otros detalles de los archiconocidos problemas del Borbón en el lecho conyugal fueron narrados en el penúltimo capítulo de la cuarta temporada de 'El ministerio del tiempo' de TVE.
↓ «El Rey Fernando VII tenía el miembro viril de dimensiones mayores que de ordinario, a lo que atribuyese el no haber tenido sucesión en sus tres primeras mujeres», escribió un facultativo de la época sobre el problema genital del rey, que el historiador francés Prosper Mérimée describió como «fino como una barra de lacre en su base, tan gordo como el puño en su extremidad». Únicamente con su cuarta esposa, María Cristina de Borbón, logró tener descendencia. Dos herederas. El 10 de diciembre de 1830 dio a luz una niña, la futura reina Isabel II. Trece meses después, el 30 de enero de 1832, se oyó por primera vez en el Palacio Real de Madrid el llanto de la segunda hija del matrimonio, María Luisa Fernanda.
↓ Las calles y plazas más emblemáticas de Madrid se vistieron con la luz de más de cien faroles para celebrar el nacimiento de la infanta. El 2 de marzo de 1832, la capital de España vivió su primera prueba pública con el gas como fuente de iluminación. Para conmemorar el alumbramiento de la segunda y última hija de Fernando VII se iluminaron el exterior del Palacio Real, la Puerta del Sol y las calles de Alcalá, Montera, Carretas, Mayor y Carrera de San Jerónimo con columnas fundidas en Londres que tenían grabada en la base junto a la fecha de nacimiento de María Luisa Fernanda, el escudo de Fernando VII con el ordinal en número romanos. El farol era acristalado, con forma cilíndrica y su parte de arriba acaba en cúpula con corona, además de una corona más pequeña encima.
↓ Tal fue el éxito del diseño de las farolas fernandinas, que los ayuntamientos de las principales ciudades del país comenzaron a demandarlas para iluminar sus centros históricos. Infinidad de fundiciones se lanzaron a reproducir un modelo que sobrevivió al reinado de Isabel II –época en la que recibieron el nombre de isabelinas– y sigue hn los catálogos de las empresas a fecha de hoy. Prácticamente idénticas. En estos dos siglos solo hay que destacar una modificación en la columna de la farola. Si las primeras tenían la fecha completa del día del nacimiento de la infanta, 30 de enero de 1832, en los fustes se fundieron posteriormente solo se conservó el año.
↓ Las farolas fernandinas que todavía se conservan en la calle Santiago de Valladolid no datan de esa fecha. Ni mucho menos. Aunque seguro que la ciudad ha lucido en sus calles fustes fernadinos originales, las veinte que se conservan en esta vía que desemboca en la Plaza Mayor son una reproducción llevada a cabo por Fabricados La Nave de Miranda de Ebro en la década de los noventa. «Son farolas de 4,15 metros de altura y calculo que las haríamos entre 1994 y 1998», explica Alberto Gil, actual propietario de una empresa que fundó su abuelo en 1947 en Miranda de Ebro. «La lira, el farol y la decoración parecen obra de la antigua Indal de Valladolid», asegura al otro lado de la línea telefónica.
↓ «Es un modelo clásico que se sigue demandando sobre todo para las zonas históricas o céntricas de las ciudades y para las plazas de las zonas rurales. Nosotros ya no fabricamos las farolas, las importamos de China. No existe ninguna fundición de hierro en España», matiza el propietario de La Nave, una empresa que se encargó del diseño y de la fundición de otras de las farolas más curiosas de Valladolid, las que iluminan el Paseo de Zorrilla. Son candelabros «hechos en exclusiva para Valladolid y en la empresa las seguimos llamando modelo Zorrilla», recuerda Alberto Gil, que asegura que todavía tienen alguna en stock para ofrecer al Ayuntamiento en el caso de que algún vehículo –como ya ha ocurrido en alguna ocasión– se la lleve por delante.
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↓ Las calles de Valladolid tienen en la actualidad 48.000 puntos de luz. Ha pasado más de un siglo desde que el Ayuntamiento decidiera sustituir el sistema de alumbrado público de petróleo por la energía eléctrica. Era 1909 y en la ciudad vivían 70.000 personas. Pocos transeúntes se atrevían entonces a pisar la calle de noche y los que se aventuraban a salir de casa antes de que cayera el alba lo hacían armados de velones, antorchas, candiles o linternas. El Consistorio encargó a la empresa Siemens la renovación total de sus luminarias y la innovación del sistema de abastecimiento energético de las mismas. Así, se habilitó una antigua fábrica de tejidos para la generación del fluido eléctrico con el que iluminar tanto las calles adyacentes a la Plaza Mayor. A partir de entonces, la factoría textil pasó a ser conocida como La Electra, un imponente edificio que ahora se va a reconvertir en 64 apartamentos asistidos para personas mayores.
↓ La llegada de la electricidad a las calles de Valladolid permitió que los serenos dejaran de subir con escaleras a lo alto de las farolas para instalar cada noche las luminarias. Eran los porteros nocturnos de la ciudad que no solo controlaban el alumbrado público y avisaban a los bomberos en caso de incendio sino que se atribuyeron además otras tareas como ayudar a los vecinos desorientados, detectar los desperfectos en el mobiliario urbano, colaborar con los agentes de seguridad y avisar del tiempo a los ciudadanos. Otro sábado ahondaremos en su historia.
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