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Perspectiva de la plaza del Salvador y escultura dedicada a San Pedro Regalado. J. M.
Un paseo por la historia en torno a la plaza del Salvador
El Cronista | Estampas de ayer y de hoy

Un paseo por la historia en torno a la plaza del Salvador

Este espacio y sus calles adyacentes muestran retazos del pasado de Valladolid en forma de templos, conventos o casas nobiliarias

Jesús Misiego

Valladolid

Martes, 11 de julio 2023, 00:05

Entre los espacios peatonales que se prodigan por el centro de Valladolid encontramos un rincón de agradable estancia, alejado del bullicio y de las aglomeraciones, donde se respira una tranquilidad que da la impresión de que allí se paró el tiempo. Es la plaza del Salvador, que toma el nombre del templo homónimo, y en cuyos alrededores se pueden contemplar algunas edificaciones que poseen un destacado valor histórico y cultural. Trataremos de acercaremos a la historia de esta plaza y de las numerosas calles que la jalonan, además de reseñar algunos de los vestigios arqueológicos que se han documentado en su subsuelo.

Este área se considera una ampliación hacia el sureste de la villa y surge en un momento impreciso, comprendido entre finales del siglo XII y principios del XIII, rellenando progresivamente el vacío poblacional que existía entre los dos brazos del río Esgueva. Como otras barriadas perimetrales al recinto medieval, esta del Salvador será englobada dentro del trazado de la segunda cerca de la ciudad, levantada entre el siglo XIII y principios del XIV, y que acogería una superficie próxima a las 127 hectáreas.

Un pequeño tramo de esta muralla se ha conservado en la plaza de España, donde las obras de excavación del aparcamiento subterráneo posibilitaron la exhumación de uno de sus paños, realizado con materiales pobres, en los que se mezcla la piedra caliza con el ladrillo o el tapial. Este tramo, que puede observarse junto a la rampa de salida del estacionamiento, se situaría en las inmediaciones de la conocida como puerta de Teresa Gil. La muralla se prolongaría hacia el este por la actual calle José María Lacort, siguiendo hasta la plaza de la Cruz Verde, punto donde se encontraba otra de las puertas, la de Santiesteban, derribándose todo este tramo en 1608.

Arriba, cementerio en la capilla de San Juan Bautista. Debajo, a la izquierda, suelo de cristal de la capilla, desde el que se observan los enterramientos. A la derecha, enterramiento con forma antropomorfa del cementerio del Salvador. Foramen y J. M.
Imagen principal - Arriba, cementerio en la capilla de San Juan Bautista. Debajo, a la izquierda, suelo de cristal de la capilla, desde el que se observan los enterramientos. A la derecha, enterramiento con forma antropomorfa del cementerio del Salvador.
Imagen secundaria 1 - Arriba, cementerio en la capilla de San Juan Bautista. Debajo, a la izquierda, suelo de cristal de la capilla, desde el que se observan los enterramientos. A la derecha, enterramiento con forma antropomorfa del cementerio del Salvador.
Imagen secundaria 2 - Arriba, cementerio en la capilla de San Juan Bautista. Debajo, a la izquierda, suelo de cristal de la capilla, desde el que se observan los enterramientos. A la derecha, enterramiento con forma antropomorfa del cementerio del Salvador.

En el espacio donde actualmente se encuentra la iglesia de El Salvador se levantó, hacia el año 1245, la ermita de Santa Elena, que pronto se convertiría en el punto de referencia de este nuevo barrio. En sus orígenes fue un edificio de arquitectura modesta, pero que con el paso del tiempo sería ampliado y decorado con una ornamentación mudéjar. En 1336 pasaría a convertirse en parroquia, reflejando el crecimiento de la zona, y cambiándose en ese momento la advocación a El Salvador. Desde sus orígenes contó, tanto en su interior como en su perímetro exterior, con un extenso camposanto, cuyos enterramientos han podido documentarse en las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo con motivo de las obras de restauración de la iglesia, mereciendo especial reseña algunas tumbas de planta antropomorfa y cubierta de lajas que se asociarían a los primeros momentos de uso del templo.

En 1487 se añadió, junto a la nave meridional o de la Epístola, una capilla dedicada a San Juan Bautista, que ampliaría la configuración original del edificio. Esta estancia serviría de capilla funeraria a la familia de Gonzalo González de Illescas, oidor de los Reyes Católicos, que ostentará el patronato hasta mediados del siglo XVI, cuando la propiedad recaiga en la familia de los Medinaceli. Ejecutada en un estilo hispano-flamenco, destaca especialmente el tríptico dispuesto en su cabecera, siendo terminada en 1492, tal y como se refleja en la inscripción que recorre el friso interior de la capilla.

Arriba, tríptico que preside la capilla de San Juan Bautista. Debajo, a la izquierda, cripta bajo la capilla de San Juan Bautista. A la derecha, cripta de la familia González Illescas. J. M. y Foramen
Imagen principal - Arriba, tríptico que preside la capilla de San Juan Bautista. Debajo, a la izquierda, cripta bajo la capilla de San Juan Bautista. A la derecha, cripta de la familia González Illescas.
Imagen secundaria 1 - Arriba, tríptico que preside la capilla de San Juan Bautista. Debajo, a la izquierda, cripta bajo la capilla de San Juan Bautista. A la derecha, cripta de la familia González Illescas.
Imagen secundaria 2 - Arriba, tríptico que preside la capilla de San Juan Bautista. Debajo, a la izquierda, cripta bajo la capilla de San Juan Bautista. A la derecha, cripta de la familia González Illescas.

En su subsuelo se abrieron dos criptas funerarias: la primera con dos cámaras unidas entre sí, mientras que la segunda parece ser más antigua, fechándose en el siglo XVI. Estas criptas fueron utilizadas como lugar de enterramiento hasta bien entrado el siglo XVII, en un principio, para las familias que ostentaban el patronato de la capilla, ampliándose posteriormente a otros nobles y, por último, como cementerio de niños. Las últimas reformas efectuadas en la iglesia, entre 2006 y 2009, propiciaron la restauración de estas criptas y la mejora de su acceso, que se realiza desde el interior de la capilla de San Juan Bautista, permitiendo la visita a su interior. En él destaca un conjunto de calaveras halladas en las actuaciones realizadas y colocadas en una repisa de hormigón, que recibe al visitante de manera sobrecogedora. Bajo el propio suelo de la capilla se pueden observar, gracias a unos vidrios transparentes, varios de los enterramientos documentados en este espacio y vinculados al habitual uso cementerial de las iglesias.

La construcción medieval pronto se quedó pequeña, por lo que hubo que levantarse un nuevo templo, que es el que ha llegado a nuestros días y que se construye en el primer tercio del siglo XVII. Contó con el patrocinio del conde de Gondomar, siendo Diego de Praves el arquitecto que diseñara sus trazas y Bartolomé de la Calzada quien las ejecutara. Es una construcción de una única nave, dividida en cinco tramos, con capillas poco profundas, y una cabecera en forma de ábside poligonal. En varios puntos del interior y del exterior se observan, en sus paredes, los escudos de las familias nobiliarias que regentaron el patrocinio, entre ellas el del Almirante de Castilla.

La fachada principal, que da a la plaza, fue realizada por Juan Sanz de Escalante a mediados del siglo XVI, mientras que junto a la cabecera se levantó un esbelta torre de dos cuerpos diferenciados, el primero con piedra caliza y el segundo con planta ochavada y dos pisos de arcos de ladrillo, que se erigió en 1693 sobre la ruina de otra precedente, la cual se desplomó unos años antes.

Arriba, cabecera de la iglesia, con diferentes escudos, en la calle Galera. Debajo, a la izquierda, la fachada del templo en la actualidad. Debajo, entre 1900 y 1905. J. M. y Archivo Municipal de Valladolid
Imagen principal - Arriba, cabecera de la iglesia, con diferentes escudos, en la calle Galera. Debajo, a la izquierda, la fachada del templo en la actualidad. Debajo, entre 1900 y 1905.
Imagen secundaria 1 - Arriba, cabecera de la iglesia, con diferentes escudos, en la calle Galera. Debajo, a la izquierda, la fachada del templo en la actualidad. Debajo, entre 1900 y 1905.
Imagen secundaria 2 - Arriba, cabecera de la iglesia, con diferentes escudos, en la calle Galera. Debajo, a la izquierda, la fachada del templo en la actualidad. Debajo, entre 1900 y 1905.

Por su parte, entre 1709 y 1727, se adosó una nueva capilla en el extremo del lado del Evangelio, cerca de la capilla mayor, realizada en planta rectangular, con tres tramos y un camarín, donde se albergaría la imagen de San Pedro Regalado. El santo nació en 1390 en la calle de la Platería y dice la tradición que fue bautizado en esta iglesia, donde se conserva la pila. Canonizado en 1746, fue ascendido a patrón de la ciudad de Valladolid, que celebra su festividad el 13 de mayo. En su conmemoración se realizó en 2004 una escultura, obra del escultor Miguel García Delgado, que preside la plaza colindante al templo.

Entre los siglos XVI y XVIII

El eje básico de este espacio urbano se establece en torno a la propia iglesia y a la plazuela surgida junto a ella, de la que ya existen referencias documentales en el siglo XIV. Convergen en la plazuela, de contorno irregular, una serie de vías de gran estrechez, que nos recuerdan el urbanismo medieval, como son los casos de las calles de Longaniza (actual Enrique IV), de la Galera Vieja, de la Sierpe o callejuela del Salvador (actual Castelar) y la del Salvador (actual Santuario), que se prolongaría desde la plaza hasta López Gómez, esta última abierta en el siglo XX.

La zona del Salvador adquiere importancia entre los siglos XVI y XVIII como consecuencia del enriquecimiento de las clases sociales que viven en las inmediaciones de la parroquia, correspondiéndose ese momento con la edificación de importantes casonas, como son el palacio de los Miranda o la posada de Porta Coeli.

Imagen después - El solar de la Casa de los Miranda y vista de la iglesia, a finales del siglo XX y el inmueble ya rehabilitado.
Imagen antes - El solar de la Casa de los Miranda y vista de la iglesia, a finales del siglo XX y el inmueble ya rehabilitado.
El solar de la Casa de los Miranda y vista de la iglesia, a finales del siglo XX y el inmueble ya rehabilitado. Vallisoletum y J. M.

En el siglo XIX se asiste a un proceso de reordenación urbana que afecta al entorno de este barrio, sobre todo, con expropiaciones de terrenos para las nuevas alineaciones. Es el caso de la antigua calle del Salvador, que se prolongaba inicialmente desde la plazuela homónima hasta la confluencia con Longaniza, y que desde 1843 se une con la antigua calle de San Ambrosio (el tramo que va desde Enrique IV hasta Alonso Pesquera, antigua calle Herradores) formando una única vía. Los ensanches y ampliaciones principales de la calle se producen en 1853 y en 1893.

La calle de Longaniza tiene referencias documentales desde, al menos, el siglo XVI y era la continuación de un antiguo corral que se prolongaba hasta la calle de San Antón (actual Simón Aranda). En el siglo XIX se cambió su nombre por el actual de Enrique IV. En la confluencia con la calle del Salvador se encuentra la casa o palacio de los Miranda, uno de los más claros ejemplos de la arquitectura clasicista del siglo XVI en la ciudad. En esta construcción destaca, fundamentalmente, el portalón, con dos escudos flanqueando el arco de entrada. A lo largo de su historia contó con un torreón en la esquina, primero desmochado y más tarde derribado en 1840, así como con un patio columnado en su interior. El paso del tiempo propició la ruina completa del edificio, realizándose una completa rehabilitación a comienzos del siglo XXI, en la que se desmontó prácticamente toda la estructura menos la portada, levantándose de nuevo siguiendo el diseño arquitectónico original.

La calle Enrique IV en los años noventa. Archivo Municipal de Valladolid

Una de las vías que mantiene su peculiar estrechez es la calle Galera o de la Galera Vieja, en la cual se ubicó durante la época Moderna la casa de reclusión de mujeres, que fue trasladada en 1764 a la calle San Lorenzo. Desde el siglo XVII, la zona de inhumación de pobres de la parroquia se traslada a esta calle, un espacio muy estrecho, pero intensamente reutilizado. Las excavaciones practicadas en la iglesia han podido documentar una alta densidad de tumbas en esta zona, que bien pudiera estar relacionada con la existencia en las inmediaciones del hospital de los Desamparados, perteneciente a la cofradía homónima, institución que se ubicó en unas modestas casas de la plazuela del Salvador y cuya dedicación primordial era la atención de enfermos pobres, los cuales eran enterrados, tras su óbito, en el cementerio de la cercana parroquia. Entre 1916 y 1937 se denominó a la vía con el nombre de González Peña, en honor a un antiguo Contador del Ayuntamiento, aunque a los pocos años volvió a recuperar su antiguo nombre.

La calle Castelar en los años noventa. Archivo Municipal

Al norte de la plaza se encuentra la iglesia de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, congregación religiosa surgida en la segunda mitad del siglo XIX, y desde allí surge otra estrecha calle, la calle de la Sierpe o también llamada callejuela del Salvador, que se prolongaba hasta la actual Cánovas del Castillo, y a la que se asignó, para su tramo meridional, el nombre de Emilio Castelar, en honor al político y último de los presidentes de la Primera República española.

Aún se conservan en esta vía importantes ejemplos de la arquitectura modernista de finales del siglo XIX, entre los que destaca, sin lugar a duda, el edificio del número 17, donde se abre la galería del Pasaje Gutiérrez, que comunica las calles Castelar y Fray Luis de León. Se fecha en 1886 y fue diseñada por el arquitecto Jerónimo Ortiz de Urbina, siguiendo el modelo de galerías comerciales imperante en Europa. En su construcción se emplea una conjunción de elementos novedosos en ese momento, como la cubierta de hierro y teja de vidrio, con pilastras siguiendo los órdenes más clásicos. Se traza con dos tramos de diferente trayectoria, que se unen en un espacio central, dispuesto en forma de rotonda, que se corona con una gran cúpula, y en cuyo centro se colocó una escultura de Mercurio, una copia que imita el original renacentista obra de Juan de Bolonia.

Arriba, rotonda central del Pasaje Gutiérrez. Debajo, a la izquierda, el patio de la Congregación de San Felipe Neri. A la derecha, las casonas nobiliarias del licenciado Villagómez y de la familia Escudero Herrera, en la calle Fray Luis de León. J. M.
Imagen principal - Arriba, rotonda central del Pasaje Gutiérrez. Debajo, a la izquierda, el patio de la Congregación de San Felipe Neri. A la derecha, las casonas nobiliarias del licenciado Villagómez y de la familia Escudero Herrera, en la calle Fray Luis de León.
Imagen secundaria 1 - Arriba, rotonda central del Pasaje Gutiérrez. Debajo, a la izquierda, el patio de la Congregación de San Felipe Neri. A la derecha, las casonas nobiliarias del licenciado Villagómez y de la familia Escudero Herrera, en la calle Fray Luis de León.
Imagen secundaria 2 - Arriba, rotonda central del Pasaje Gutiérrez. Debajo, a la izquierda, el patio de la Congregación de San Felipe Neri. A la derecha, las casonas nobiliarias del licenciado Villagómez y de la familia Escudero Herrera, en la calle Fray Luis de León.

No debemos olvidarnos de otras históricas construcciones que se pueden observar en este barrio, tal y como ocurre en la calle Fray Luis de León, conocida antiguamente con los nombres de Pedro Barruelo o, en el siglo XIX, del Obispo, por encontrarse allí el palacio episcopal. En ella destacan las casonas de ilustres personajes de la ciudad en la época Moderna, como son las del licenciado Villagómez, la de la familia Escudero Herrera o la del marqués de Castromonte. A pesar del paso del tiempo y de la presión urbanística, se han conservado una parte importantes de sus estructuras, especialmente las fachadas, que acogen diferentes escudos de las familias que las mandaron construir, y sus patios porticados.

Urbanización de la plaza del Salvador en los años 90. Archivo Municipal de Valladolid

En la segunda mitad del siglo XX se produjeron drásticos cambios en la fisonomía urbana del entorno de la plaza del Salvador, demoliéndose una gran parte de los antiguos inmuebles y construyéndose nuevos edificios de un considerable número de alturas, como aconteció en las calles Enrique IV o Santuario, perdiéndose con ello parte de la singularidad de este espacio urbano.

Una mayor consideración del patrimonio

Sin embargo, esa tendencia dio un giro completo desde finales de la centuria anterior y, especialmente, con el nuevo siglo, gracias a una mayor consideración del patrimonio arquitectónico y cultural de la ciudad, tanto por organismos públicos como por promotores privados, aspecto que se ha reflejado en la rehabilitación de las casonas y edificios más clásicos, como es el caso del palacio de los Miranda o de la propia iglesia del Salvador, que ha vuelto a relucir como eje central del barrio.

Un ejemplo de esa recuperación patrimonial es la contemplación visual desde la calle Regalado del patio interior de la Congregación de San Felipe Neri, construido junto a la iglesia de la orden en el siglo XVII, y que paradójicamente fue seccionado por la apertura de esa misma vía tras la desamortización eclesiástica del siglo XIX.

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