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El Puente Mayor, en 1865. J. Laurent (Archivo Municipal de Valladolid)
Un paseo por la historia de las riberas del Pisuerga en Valladolid
El cronista | Estampas de ayer y de hoy

Un paseo por la historia de las riberas del Pisuerga en Valladolid

El Puente Mayor fue durante siglos el único paso para vadear el río y su margen derecha comenzó a poblarse de edificaciones a partir del siglo XVII

Jesús Misiego

Valladolid

Miércoles, 15 de noviembre 2023, 00:08

La ciudad de Valladolid ha estado vinculada básicamente al río Esgueva, por cuanto sus dos brazos cruzaron el interior de la villa durante muchos siglos. Ambos desaguaban en el Pisuerga, curso que representó durante mucho tiempo el límite occidental de la población. En ambas márgenes de este segundo cauce se fueron instalando diferentes construcciones que utilizaron el agua como fuerza motriz, como aceñas, molinos o tenerías, además de otras edificaciones, como palacios o monasterios, cuyo conocimiento y evolución permiten comprender la relación que ha tenido la urbe con el río.

El principal problema que constituye un curso fluvial es su paso y vadeo. En el caso del Pisuerga, su anchura, la fuerza de las aguas y la constante inestabilidad de su caudal (el cual no se reguló hasta bien entrado el siglo XX) constituyeron una dificultad de primer orden para la expansión hacia el oeste. El primer vado levantado, y único existente hasta mediados del siglo XIX, fue el Puente Mayor, que se encuentra en la salida noroeste de la villa, en dirección a León, y que se encontraba junto a una importante confluencia de caminos. Es una construcción de origen medieval, que muy probablemente en el siglo XV se duplicó, por cuanto lo que se observa, en realidad, es que son dos estructuras adosadas y paralelas, reconocible en el intradós de sus ojos, y que a lo largo de su historia ha tenido numerosas reformas.

Tradicionalmente, su erección se vinculó al conde Ansúrez, aunque los primeros documentos que reflejan su existencia se fechan a comienzos del siglo XII, correspondiendo los paramentos conservados más antiguos a las fábricas levantadas durante la Baja Edad Media. En la segunda mitad del siglo XVI debieron ejecutarse profundos cambios, levantándose en 1689 un arco de triunfo a la entrada del puente (que perduraría hasta mediados del XIX), mientras que en 1727 se reconstruyen los remates de los estribos centrales, habiendo constancia de las numerosas reparaciones efectuadas en la época Moderna como consecuencia de las constantes crecidas y avenidas del río.

Vista aérea del Pisuerga, con el Puente Mayor en primer plano; la playa de las Moreras (con la piscina Samoa); y el puente de Poniente, al fondo, en 1969. Archivo Municipal de Valladolid (AMVA)

Por otro lado, durante los enfrentamientos entre las tropas francesas e inglesas en los compases finales de la Guerra de Independencia, se volaron dos de los ojos centrales en 1812, prolongándose sus reparaciones hasta 1828. Otra de las reformas más destacadas fue la llevada a cabo en 1888, cuando se rectifica la curvatura del puente creándose un tablero horizontal entre las dos orillas, lo que permitió la ampliación de los costados laterales, la reforma de los ojos de ambos extremos y la colocación de una estructura de hierro.

Desde ese momento, además del tráfico peatonal y rodado de carros, el puente acogió el paso del ferrocarril económico de Tierra de Campos, el conocido como tren burra, que comunicó Valladolid con Medina de Rioseco y Villalón de Campos desde 1884, y que contaba con las estaciones de Campo de Béjar (ubicada en el solar donde se encuentra actualmente la estación de autobuses de la calle Puente Colgante) y de la plaza de San Bartolomé, situada inmediatamente tras salir del vado. A esa vía se uniría posteriormente la del tranvía, desde 1906, primero de tracción animal y a partir de 1910 con fuerza motriz eléctrica. Desde ese momento el puente se ha mantenido con una fisonomía similar, adaptándose al crecimiento urbano mediante diversas reformas del firme superior, de la ampliación de la plataforma para las aceras o del mobiliario y el alumbrado público.

Plano de Bentura Seco, de 1738 (original y copia redibujada por Juan Agapito y Revilla en 1900), con la representación del puente, las aceñas y el palacio de la Ribera. El Norte

En los extremos del Puente Mayor existieron unas pequeñas construcciones religiosas, como fueron el humilladero del Cristo de la Pasión, en su extremo occidental, y la ermita de San Roque, en el costado oriental y emplazada muy cerca del cementerio de la antigua iglesia de San Nicolás: algunos de los huesos de sus enterramientos fueron hallados durante las obras efectuadas en 1888, mientras que un paramento del templo se ha conservado en los cimientos de la fábrica de maderas que allí se levantó tras el derribo del templo y que en la actualidad se ha transformado en un gimnasio, siendo derribadas ambas construcciones por los franceses en 1809.

Por otra parte, en el centro del vado se encontraba la puerta del Puente, que se convirtió en una de las entradas más importantes a la ciudad desde el siglo XV, arrancando desde el extremo oriental del puente los paramentos de la segunda muralla de la villa. La construcción de la tercera cerca, erigida con un marcado carácter fiscalizador y que en esta zona aprovechó una buena parte de la precedente, propició en 1621 la reedificación de la puerta, en un estilo clasicista, que perduraría hasta su demolición en 1858.

Las aceñas y el Puente Mayor, en 1927. A. Passaporte (AMVA)

Aguas abajo se encontraban las aceñas del Puente, también conocidas como de los Frailes o de San Benito, y cuyos cimientos aún pueden observarse en las proximidades de la playa de las Moreras. Los archivos conservan documentos que aluden a su existencia desde 1230, señalando en los siglos siguientes su pertenencia a diferentes propietarios, a menudo de forma compartida, tanto eclesiásticos (como la Colegiata, las monjas de San Quirce o los frailes de San Benito y de la Trinidad Calzada), civiles (el Cabildo de la ciudad) o privados, principalmente tras la desamortización del siglo XIX.

Hay continuas referencias a la existencia de varios molinos para moler trigo y de un batán para trabajar la lana, siendo designados con los singulares nombres de La Roharda, Pinta, Gordilla, Franquilla, Reguarda o Zarrilla. Se accedía a través del Postigo del río, un vano abierto en la segunda línea de murallas y cercano al puente, que siglos más tarde sería transformado y englobado en el paseo del Espolón Nuevo. Desde allí había un camino de piedra, realizado con una rampa que llegaba hasta las aceñas, a las que se llegaba a través de unos pequeños puentes, que primero fueron de madera y posteriormente de piedra.

Su propia ubicación en el río provocaría, con el paso del tiempo, las deficiencias en su estructura, especialmente por los efectos de las continuas crecidas del caudal, siendo constantes las noticias de reparaciones en las ruedas y en las propias aceñas. En 1875 se emplearon para elevar el agua a la ciudad para suministro a la población, hasta que se puso en servicio el Canal del Duero. Sin embargo, el deterioro de estas instalaciones fue en aumento desde 1883, en paralelo a un uso cada vez menor. A principios del siglo XX ya estaban en ruinas.

Arriba, lavanderas en las aceñas del Puente en 1910. Debajo, a la izquierda, los restos conservados de las aceñas y, a la derecha, vista cenital de las aceñas en 2019. AMVA, A. Balado, A. B. Martínez y J. Guerra
Imagen principal - Arriba, lavanderas en las aceñas del Puente en 1910. Debajo, a la izquierda, los restos conservados de las aceñas y, a la derecha, vista cenital de las aceñas en 2019.
Imagen secundaria 1 - Arriba, lavanderas en las aceñas del Puente en 1910. Debajo, a la izquierda, los restos conservados de las aceñas y, a la derecha, vista cenital de las aceñas en 2019.
Imagen secundaria 2 - Arriba, lavanderas en las aceñas del Puente en 1910. Debajo, a la izquierda, los restos conservados de las aceñas y, a la derecha, vista cenital de las aceñas en 2019.

En el año 2019 se realizó una intervención arqueológica, previa a un proyecto de restauración y valorización, que documentó los cimientos de tres cubos o estructuras que soportaban el peso de la maquinaria, tanto de los molinos como del batán, junto a otras dos construcciones de menores dimensiones, que servían de apoyo de las ruedas verticales y de guía de los canales por los que se encauzaba el agua de la corriente para proporcionar la fuerza que movía los ingenios. Junto a las aceñas se encontraba el azud del río, barrera artificial que potenciaba el encauzamiento de la corriente, y una pesquera, ambos aún perceptibles cuando el cauce no va crecido.

Al mediodía de la ciudad histórica y de la puerta del Campo, también junto a la margen izquierda del Pisuerga, se desarrolló, entre finales del siglo XV y principios del XVI, el barrio de la Vellotilla, que posteriormente pasaría a nominarse como de las Tenerías, por la presencia de curtidores y zurradores, que por la ejecución de una orden dictada por los Reyes Católicos fueron obligados a salir del centro de la ciudad e instalarse en su exterior. Este barrio sería, entre mediados del siglo XIX y avanzado el XX, el centro de la gran expansión de la industria vallisoletana de curtidos.

1866

Imagen después - Pilón conservado en las Tenerías en 2009 (en el paseo de la margen izquierda del río) y el barrio de las Tenerías en 1866.

2009

Imagen antes - Pilón conservado en las Tenerías en 2009 (en el paseo de la margen izquierda del río) y el barrio de las Tenerías en 1866.
Pilón conservado en las Tenerías en 2009 (en el paseo de la margen izquierda del río) y el barrio de las Tenerías en 1866. Strato y Bernardo Maeso (AMVA)

También hay noticias de la existencia de unas aceñas de igual nombre que el pago, situadas en la ribera, cuyos orígenes se remontan al siglo XII y a las que estaba asociada una presa con una curiosa forma en 'V', la cual es perceptible en el plano de Bentura Seco de 1738. En la actualidad únicamente se conserva un pilón de un lavadero, realizado en cantería, que se encuentra frente a la actual plaza de Tenerías y junto al cauce, que fue acondicionado durante las obras de mejora de la margen del río del año 2009.

Entre el barrio de las Tenerías y el punto donde desaguaba el ramal sur del Esgueva, se construyó, desde principios del siglo XVII, un muro de piedra que impedía la subida del agua hacia el caserío y protegía el camino que iba hasta la puerta del Campo. A partir del mismo se creó un paseo ribereño, conocido como el Espolón Viejo, que incluso discurría por encima del último de los puentes del curso menor, el conocido como del Cubo, cuya estructura fue documentada durante unas obras realizadas en el paseo de Isabel la Católica, frente a las traseras de la Academia de Caballería.

En palabras del cronista portugués Pinhiero da Vega, este era uno de los paseos más hermosos de la ciudad a principios del siglo XVII, y con el paso del tiempo fue dotado de bancos, una barandilla metálica y diferentes adornos pétreos, especialmente bolas y esculturas de animales. Algunas de estas bolas fueron recuperadas entre el fango del cauce del río por los buzos de la Asociación de Amigos del Pisuerga y trasladadas al Museo Arqueológico.

Arriba y debajo, a la izquierda,, la desembocadura del ramal sur del Esgueva y el puente del Cubo, cuyos restos salieron a relucir en el paseo de Isabel la Católica en 2017 (debajo a la derecha). Archivo Municipal de Valladolid y J. S.
Imagen principal - Arriba y debajo, a la izquierda,, la desembocadura del ramal sur del Esgueva y el puente del Cubo, cuyos restos salieron a relucir en el paseo de Isabel la Católica en 2017 (debajo a la derecha).
Imagen secundaria 1 - Arriba y debajo, a la izquierda,, la desembocadura del ramal sur del Esgueva y el puente del Cubo, cuyos restos salieron a relucir en el paseo de Isabel la Católica en 2017 (debajo a la derecha).
Imagen secundaria 2 - Arriba y debajo, a la izquierda,, la desembocadura del ramal sur del Esgueva y el puente del Cubo, cuyos restos salieron a relucir en el paseo de Isabel la Católica en 2017 (debajo a la derecha).

La prolongación de este paseo, concretamente entre la desembocadura del ramal Norte del Esgueva, donde se encontraba el puente de la Cárcel o de San Llorente, hasta prácticamente el Puente Mayor, se conoce como el Espolón Nuevo, y su construcción se efectúa a comienzos del siglo XVIII. En 1787, gracias al impulso ilustrado de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, se le añade una extensa plantación de árboles, ganando terrenos a la ribera del Pisuerga y modificando el paisaje para el disfrute de la población. A partir de 1884 se amplía con un plantío en las Moreras, origen del parque homónimo que ha perdurado hasta la actualidad. El planteamiento como jardín urbano fue promovido en 1945 por el alcalde Fernando Ferreiro, aprovechando los paseos y arbolados existentes, dentro del cual se integró el proyecto de la Rosaleda, diseñado por el jardinero Francisco Sabadell.

Pasando a la margen derecha del río, deben mencionarse diferentes construcciones de cierta relevancia. En primer lugar, se encontraba el arrabal del Puente, un pequeño barrio de artesanos que sería el origen de la actual barriada de la Victoria, y donde entre los siglos XVI y XVII hay constancia de diferentes talleres destinados a la fabricación alfarera. Sus vestigios, en forma de hornos, testares y piezas cerámicas, pudieron excavarse en la calle Rioseco y en el solar del parque de Bomberos, junto a la calle de la Olma.

Imagen después - Plano del Espolón Viejo hacia 1785.
Imagen antes - Plano del Espolón Viejo hacia 1785.
Plano del Espolón Viejo hacia 1785. Diego Pérez Martínez

En la actual plaza de San Bartolomé se encontraba la ermita de San Lázaro, que fue empleada como iglesia del colindante hospital de San Lázaro, centro que fue utilizado como leprosería hasta que su función se trasladó al Hospital General de la Resurrección. El templo fue derribado a fines del siglo XVIII. Muy cercano estaba el hospital de San Bartolomé, fundado en 1555, sobre el que se levantó en 1632 el convento de las religiosas de la Santísima Trinidad, y que perduró hasta 1837. Su solar se utilizó para la estación del ferrocarril de Rioseco. Toda esta zona se transformó intensamente con la construcción del Canal de Castilla, cuyo canal de desagüe se prolongó entre la dársena y el río, aprovechando el cauce del arroyo de la Merced.

Al mediodía del Puente Mayor, junto a la margen derecha, se construyó a comienzos del siglo XVII el palacio de la Ribera, planteado como un lugar de recreo y esparcimiento de la Corte de Felipe III tras su llegada a la ciudad en 1601. En realidad, fue una más de las operaciones inmobiliarias promovidas por el valido del rey, el Duque de Lerma, quién vendió al monarca unas casas y terrenos que tenía al otro lado del río, levantándose entre 1602 y 1605 la construcción palaciega, y que fue mínimamente empleado puesto que la Corte volvería a Madrid ese mismo año.

Arriba, Vista de los restos conservados del palacio de la Ribera desde la margen izquierda del río. Debajo, a la izquierda, el palacio de la Ribera, el río y el Espolón Nuevo (Ventura Pérez, 1760). A la derecha, puerta en los cimienos del palacio que debió albergar una fuente y que hoy alberga capilla de la Virgen del Carmen. J. Misiego
Imagen principal - Arriba, Vista de los restos conservados del palacio de la Ribera desde la margen izquierda del río. Debajo, a la izquierda, el palacio de la Ribera, el río y el Espolón Nuevo (Ventura Pérez, 1760). A la derecha, puerta en los cimienos del palacio que debió albergar una fuente y que hoy alberga capilla de la Virgen del Carmen.
Imagen secundaria 1 - Arriba, Vista de los restos conservados del palacio de la Ribera desde la margen izquierda del río. Debajo, a la izquierda, el palacio de la Ribera, el río y el Espolón Nuevo (Ventura Pérez, 1760). A la derecha, puerta en los cimienos del palacio que debió albergar una fuente y que hoy alberga capilla de la Virgen del Carmen.
Imagen secundaria 2 - Arriba, Vista de los restos conservados del palacio de la Ribera desde la margen izquierda del río. Debajo, a la izquierda, el palacio de la Ribera, el río y el Espolón Nuevo (Ventura Pérez, 1760). A la derecha, puerta en los cimienos del palacio que debió albergar una fuente y que hoy alberga capilla de la Virgen del Carmen.

Se accedía al palacio por un embarcadero que conectaba con el palacio de los Condes de Benavente, situado en la ribera contraria. Fue una edificación de planta rectangular, realizada con mampostería caliza y ladrillo, que tenía un amplio patio central, que estaba perimetrado por galerías porticadas. Contaba con huertas y extensos jardines, ornamentados con fuentes, merenderos o templetes, y todo el conjunto estaba rodeado por una cerca que tenía tres puertas de entrada, una de las cuales se reutilizó como acceso al monasterio de San Benito por la calle Encarnación.

Del palacio de la Ribera se ha conservado el muro que servía de cimiento del complejo, que se encuentra paralelo al río y que es visible desde la playa de las Moreras, en el cual se abre una pequeña estancia construida con ladrillo, con hornacinas y cúpula, que en su momento debió formar parte de una fuente monumental y que en la actualidad se ha recuperado como pequeña capilla dedicada a la Virgen del Carmen.

Vista del río Pisuerga, con el basamento del ingenio de Zubiarre y el aliviadero del Canal de Castilla. J. Misiego

Para abastecer a los jardines y fuentes se construyó un ingenio que elevaba el agua desde el río y lo dirigía a un pequeño acueducto desde el que iba al palacio. Fue proyectado por Pedro de Zubiaurre, nombre por el que se conoce la estructura, que se situaba justo por encima de la pesquera y cerca del Puente Mayor. Su base se ha conservado y ahora sustenta un edificio de control del Canal de Castilla, cuyo aliviadero se encuentra al lado.

No será hasta mediados del siglo XIX cuando se levante el segundo puente para salvar el río Pisuerga, el Colgante, construido con una estructura de hierro forjado y con tipología de arco atirantado, que se inauguró el 20 de abril de 1865. Más contemporáneos son el resto de los puentes que han permitido la expansión de la ciudad hacia el oeste, con la creación de nuevos barrios como Huerta del Rey, denominación que procede de la antigua propiedad real, Villa de Prado o Parquesol.

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