Comercios históricos de Valladolid: Mármoles José Álvarez Hernando
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Comercios históricos de Valladolid: Mármoles José Álvarez Hernando
El cantero del castillo vallisoletano de AguilarejoHijo y sobrino de canteros -su padre y su tío Primitivo trabajaron en la reconstrucción que se hizo a principios del siglo XX de la Iglesia de Santa María La Antigua-, José Álvarez Hernando, nacido en alta mar, en el barco que traía a sus padres de regreso a España desde Argentina, compró después de la Guerra Civil una antigua cascajera junto al cauce de la Esgueva donde construyó su taller de cantería, en el número 7 del Camino del Cementerio. «En las paredes del taller había distintas inscripciones; desde 'Dios proteja este lugar' a 'Casa fundada en 1920'», recuerda José Luis González Álvarez, nieto del fundador y propietario del negocio junto a su hermano Carlos. «Mi abuelo empezó a trabajar como cantero independiente antes de abrir el taller; de ahí la fecha de la pared. Uno de sus primeros trabajos relevantes fue terminar de construir el Castillo de Aguilarejo en Corcos del Valle. De ahí saco el dinero para poder cumplir su sueño de tener un taller propio donde poder ejercer su oficio de manera estable«, cuenta el nieto mayor de José Álvarez Hernando.
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Conocido como Pepe 'el pelón' -«por su calvicie incipiente unida a su carácter desenfadado y un poco gamberro», señala José Luis González-, José Álvarez Hernando construyó su taller y encima de él, su casa. Uno de los primeros trabajos importantes del taller fue la realización de la sacristía neogótica adosada al crucero sur de La Antigua. Era el año 1947. «Nuestro bisabuelo, nuestro abuelo... Nuestra familia ha estado siempre muy vinculada a La Antigua», explican orgullosos los hermanos González Álvarez. «También realizó la fachada de la Iglesia de las Esclavas del Sagrado Corazón en la plaza del Salvador», recuerdan José Luis y Carlos.
Casado con Aniceta González Gómez (Valladolid, 1911), el matrimonio tuvo solamente una hija: Carmen Álvarez González (Valladolid, 1935). Fue su yerno, Luis González de Pedro (Valladolid, 1932), quien se puso al frente del negocio de su suegro cuando éste falleció a los 64 años. «Mi padre vino con mi abuelo a aprender el oficio y aquí se quedó». De los siete hijos que tuvo la pareja formada por Carmen y Luis, solo los dos varones se incorporaron al negocio familiar. «Piedra y mármoles en todas sus aplicaciones. Para cementerios, cruces de mármol en bloque. Más barato que artificial. Visite la fábrica. Camino del Cementerio número 7 (cerca de la capital)», anunciaba el fundador su negocio en El Norte de Castilla. «Piedras de Campaspero labradas a mano y algo de mármol de Macael, traído con grandes esfuerzos desde Almería, fueron la base de su comercio», recuerda José Luis González, recién jubilado, a quien ha dado el relevo en la empresa su hijo Carlos González González (Valladolid, 1987).
«Nuestro abuelo trabajó también en muchas obras municipales; entre ellas, la instalación de los bancos de piedra del Paseo de Zorrilla, hoy desaparecidos» cuentan sus nietos. «Desde pequeño acompañe muchas veces al abuelo en sus mediciones, las visitas a clientes... Así que cuando, a los 19 años, me incorporé a la gestión de la empresa, ya me era todo muy familiar. En aquel momento sobrevivíamos con los trabajos del cementerio y los primeros servicios para el hogar: tapas de muebles en mármol blanco o negro para cocinas, embocaduras de portales forradas en mármol o granito...», rememora José Luis. «Cuando nuestro padre se jubiló fue cuando decidimos cambiar el nombre de la empresa por el suyo, Mármoles Luis González de Pedro; ya entonces su trayectoria profesional superaba a la de nuestro abuelo. Al mismo tiempo empezamos a apostar por cosas nuevas y se empiezan a instalar las primeras encimeras modernas».
A pesar de las varias ampliaciones del taller primitivo, las naves del Camino del Cementerio acabaron quedándose pequeñas -«y cercadas por la ciudad» para el trabajo de los González «Mientras se incorporaba mi hermano al trabajo ya empezamos a hacer planes para cambiar de taller. Fue cuando mi hijo empezó a trabajar con nosotros cuando definitivamente decidimos cambiar de lugar y nos trasladamos a una nave a las afueras de Villanubla, donde estamos ahora, en la calle Guarnicioneros«.
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