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La calle de la Platería, el corazón de ValladolidEl cronista | Estampas de ayer y de hoy
La calle de la Platería, el corazón de ValladolidNos acercaremos a la historia y evolución urbanística de esta emblemática calle de Valladolid, una de las pocas que ha mantenido su idiosincrasia desde el siglo XVI hasta la actualidad, y que en su origen fue una de las principales vías de comunicación de la ... villa.
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Entre los siglos X y XI se conforma el núcleo medieval de Valladolid, primero como una aldea del alfoz de Cabezón, para progresivamente ir adquiriendo pujanza y un desarrollo propio. El centro de esta primera población sería la actual plaza de San Miguel, donde se fundó la iglesia de San Pelayo, que junto con la de San Julián eran los dos templos existentes. Muy pronto se delimitó la villa con una primera muralla, la conocida como Cerca Vieja, que tenía la adecuada consistencia física y que perduraría hasta el siglo XIII, cuando se empieza a levantar la segunda muralla, que acogerá todas las parroquias que crecieron extramuros, especialmente tras el impulso repoblador y constructor potenciado por el conde Ansúrez, nombrado tenente o señor de estas tierras por el monarca Alfonso VI tras la toma de Toledo en 1072.
El trazado ovalado de la primitiva cerca debía seguir la trayectoria del lateral septentrional de la actual calle Conde Ansúrez (antiguo Corral de la Copera), para alcanzar el frente de la iglesia de la Vera Cruz y seguir por la calle Macías Picavea (que antiguamente tenía la denominación de Cantarranas, nombre que posteriormente pasó a designar la plazuela próxima). En un punto impreciso del área existente por delante del templo se encontraba una de las puertas de esa primitiva muralla, la del Azoguejo o Azobejo, también conocida en otros momento como del Mercado, de la que no se han reconocido rastros en el subsuelo. La muralla se acomodaba al terreno y tenía en este costado meridional el complemento de un foso natural, como era el cauce del ramal septentrional del río Esgueva, que de esta forma ejercía de delimitación física y natural de la población.
Por tanto, la superficie ocupada por la calle de la Platería se encontraba extramuros de la villa medieval. Tras sobrepasar el vano en la muralla había un puente que permitía el paso sobre el río, construido originalmente en madera y del cual hay noticias desde el siglo XII. Este era el arranque del camino hacia Simancas. Entre ese momento y la siguiente centuria se va gestando un espacio de mercado (a lo cual hace referencia el antiguo vocablo de azoguejo, como lugar o plaza donde hay mercado y donde se comercializan las carnes de todas clases), en este caso situado al mediodía del curso fluvial, que con el paso del tiempo se ampliaría hasta alcanzar lo que sería la plaza del Mercado. La calle que surge sobre el camino de Simancas se la llamó Costanilla del Mercado y, consecuentemente, el puente se le conocerá como el de la Costanilla. En el azoguejo se establecieron diferentes tiendas y talleres, entre ellos los de los plateros, que a partir del siglo XVI darían nombre a la calle.
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Ese carácter mercantil será el rasgo diferenciador de este área entre los siglos XIII y XV, lo que favoreció el incremento de la población que aquí se asentaba y su desarrollo urbanístico. Sin embargo, las casas existentes tenían unos claros rasgos rurales, poseyendo débiles estructuras realizadas con materiales endebles, que en su mayor parte eran propiedad de centros eclesiásticos, como eran la Colegiata o los conventos de San Pablo y de las Huelgas Reales. A ellos perteneció, en diferentes momentos, una aceña que debió situarse junto al puente hasta el siglo XVI y que contaba con rueda y rodezno.
En el siglo XV hay noticias referentes a varios episodios traumáticos ocurridos en esta calle y en sus inmediaciones, producidos tanto por incendios (derivados de las deficientes construcciones en las que primaba la madera) como por inundaciones (el cauce del Esgueva no contaba con un excesivo control de sus crecidas y cuando éstas se producían las compuertas existentes en el puente de la Reina, en la confluencia con las tierras de Renedo, no servían para contener la fuerza del agua). La crecida de 1434 derribó una buena parte de la segunda muralla y más de doscientas casas, fundamentalmente en la Costanilla. El fuego más destacado fue el del año 1461, que provocó la destrucción de decenas de casas en esta vía, así como en las colindantes de Cantarranas y Rúa Oscura, además de la cimentación del puente, que fue reconstruido en piedra tras esa inundación. A raíz de este último hecho se formó el primer cuerpo de bomberos de la ciudad, que inicialmente estuvo formado por una treintena de moriscos procedentes del barrio de Santa María, y que se formalizó oficialmente en 1515 mediante una Real Cédula emitida por la reina Juana de Castilla.
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Por otro lado, en esas centurias se lleva a cabo una destacada reorganización urbanística de las proximidades de esta calle, principalmente con la privatización de algunos espacios públicos, sobre todo en las zonas por las que discurría la vieja cerca y el colindante camino de ronda, ambos ya sin uso ni utilidad. En esos momentos se registra un incremento de los plateros entre los propietarios y arrendatarios que viven en la Costanilla, aunque no será hasta finales del siglo XVI cuando el vial adquiera el nombre de Platería, al instalarse definitivamente en ella un amplio grupo de estos artesanos.
En el año 1561 se produce un nuevo acontecimiento trágico, un gran incendio que arrancó en esta calle, concretamente en la parte trasera de la casa del platero Juan de Granada, el 21 de septiembre, y que duró aproximadamente 50 horas, produciendo una intensa destrucción del caserío medieval, tanto en esta vía como en las zonas colindantes. El Regimiento de Valladolid acudió al monarca Felipe II para solicitar fondos para la reconstrucción, encomendando el proyecto a Francisco de Salamanca, que lo diseñó con unas trazas clasicistas y rasgos renacentistas, desarrollándose en los años siguientes desde la plaza del Mercado hasta la Costanilla y la Corredera. A ese planteamiento corresponde la plaza del Ochavo situada al mediodía de la calle. Igualmente, dentro de este este proceso de reedificación integral que permitió modificar el viejo caserío, destaca el Auto del doctor Diego de la Gasca, redactado en 1563, en el que se refleja la alineación de la calle de la Costanilla y sus adyacentes. En ese documento se establece la apertura del Corral de la Copera a la calle Platería, comunicando ésta con la ermita de Nuestra Señora del Val y con el convento de San Benito, además de trazar la apertura de un segundo ochavo, en este caso al Norte, en la superficie que más tarde ocuparía la iglesia de la Vera Cruz.
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Muy probablemente en esta etapa es cuando se reformaría el vado sobre el Esgueva, ampliando la plataforma del precedente y dando origen al puente-calle que ha llegado a la actualidad, que soportaba el peso de la vía pública y de las construcciones colindantes en sus dos laterales. El puente tenía dos galerías abovedadas disimétricas, más estrecha la meridional, con un arco ligeramente rebajado, que la septentrional, con rosca de medio punto, teniendo una longitud de 44 m. A la estructura se le adosaría, en posteriores reformas y aguas abajo, cuatro bóvedas de cañón, realizadas en ladrillo macizo, trasdosadas entre sí, con una longitud de 5 m.
En una cédula de julio del año 1581 se conceden los terrenos existentes al Norte de la Costanilla a la cofradía de la Vera Cruz para que construyera una casa, incluyendo un testero o arco monumental levantado en ese espacio tras el incendio de 1561. En febrero de 1582 la cofradía levanta una iglesia penitencial, con diseño de Pedro Mazuecos, que contaba con una única nave. En 1595 se construye la fachada actual, con trazas de Diego de Praves, mientras que la ampliación del interior se ejecutó entre 1667 y 1681. En su interior se albergan destacados pasos procesionales y obras de arte, muchas de ellas realizadas por los principales maestros imagineros del siglo XVII, como Alonso del Manzano y, principalmente, Gregorio Fernández, a quien corresponde la imagen principal del templo, la Virgen de los Dolores de la Vera Cruz, fechada en 1623.
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El devenir cotidiano de la calle de la Platería transcurre sin grandes sobresaltos durante los siglos XVII y XVIII, con la excepción de las periódicas crecidas del río Esgueva. Una de las más significativas fue la que se produjo los días 24 y 25 de febrero de 1788. Tras las abundantes lluvias acaecidas en ese ese invierno hubo una gran crecida del cauce, que inundó completamente el centro de la ciudad, especialmente la superficie situada junto al ramal septentrional, que no soportó tal cantidad de agua, y afectó muy severamente a puentes y edificios. Los sucesos y circunstancias motivadas por esa inundación fueron recogidas en un Manifiesto elaborado por el Regimiento, a cuya cabeza se encontraba el Presidente de la Chancillería, acompañado de un detallado complemento gráfico realizado por el ingeniero J. Santos Calderón, documento que sirvió para solicitar ayuda económica a la Corona y que ha llegado intacto hasta nuestros días. Los desperfectos ocasionados en el puente de la Costanilla fueron muy importantes, lo que provocó destacadas reparaciones en 1789 por los fallos en su estructura y por los desplomes de las casas situadas encima al romperse la clave de bóveda, y en 1795 cuando se ejecutan obras en los dos arcos.
En septiembre de 1848 la Comisión de Policía Urbana decide elevar los pretiles de los puentes situados sobre el brazo interior del Esgueva, que se había convertido en una auténtica cloaca urbana, con la finalidad de conseguir la ocultación del cauce, que las emanaciones fétidas no molestasen a los ciudadanos y que se lograra cerrar algún precipicio. Sin embargo, los problemas con el río solo se interrumpirían con el cubrimiento del cauce y con su posterior desvío. Las obras de encauzamiento en el tramo comprendido entre la Costanilla y San Benito se ejecutan entre 1848 y 1852, desapareciendo desde entonces el curso fluvial de la calle Platería, aunque la estructura del puente se conservó en el subsuelo y ha llegado a la actualidad, tanto bajo el vial como en el lateral de los números impares, mientras que desapareció en el costado oriental tras la reforma de varios inmuebles y la construcción de un aparcamiento subterráneo.
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El carácter mercantil de la calle Platería se ha mantenido durante toda su existencia al igual que su configuración de trazas renacentistas, siguiendo el proyecto que planteó Francisco de Salamanca, rematado en sus extremos con la plaza del Ochavo y la fachada de la iglesia de la Vera Cruz. Sin embargo, un hecho estuvo a punto de trastocar esta situación a finales del siglo XIX, cuando se gestan varios proyectos que pretendían prolongar el vial hasta San Pablo, creando una Gran Vía vallisoletana (que sería el germen de la actual calle Felipe II), uniendo el centro con el Norte de la ciudad. La primera referencia a este proyecto se fecha en diciembre de 1877, aunque su presencia en las actas de las reuniones del Ayuntamiento es habitual hasta 1936, presentándose siempre como obstáculo determinante la iglesia de la Vera Cruz, por lo que progresivamente fue desechándose y, afortunadamente, nunca se ejecutó, evitando la desaparición del templo. La degradación arquitectónica de la calle fue muy intensa en el siglo XX, incluso con el abandono y derrumbe de diferentes edificios, lo que llevó a su inclusión en un proyecto de rehabilitación integral impulsado por el Ayuntamiento, cuya ejecución ha posibilitado el acondicionamiento y puesta al día de este histórico vial y de las construcciones existentes, eliminando en su mayor parte el tráfico rodado.
Por su parte, la zona ocupada actualmente por la calle Felipe II se situaba en el interior del recinto medieval de la ciudad y estaba atravesada por estrechas calles que arrancaban de la plaza de San Miguel, como las de la Cuadra (luego calle Riego y actualmente Conde Ribadeo), la de los Niños de la Doctrina (actual San Blas) y la de las Damas (actual Leopoldo Cano). Entre los siglos XVI y XVII se levantaron diferentes palacios y casonas nobiliares, aunque se mantuvieron las antiguas trayectorias de los viales. Felipe II surgiría en la segunda mitad del siglo XX, abriéndose al tráfico en 1965, como la continuación de Platería, pero después de sobrepasar la iglesia, iniciándose en la confluencia de las calles Leopoldo Cano, Guadamacileros y Rúa Oscura (estas dos últimas situadas a uno y otro costado del templo), y prolongándose hasta la plaza de San Pablo. En paralelo, se produjo una intensa sustitución del caserío por grandes bloques de viviendas, que transformó completamente las vetustas trazas medievales.
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Vestigios de las antiguas ocupaciones se han logrado documentar en varias intervenciones arqueológicas efectuadas en este ámbito urbano, siendo reseñables la localización de diferentes enteramientos infantiles pertenecientes a los niños expósitos que acogía la congregación o colegio de la Doctrina de la Misericordia, que se situaba en la actual confluencia de las calles San Blas y Leopoldo Cano, o de hoyos y silos de cronologías medievales y modernas hallados en varios solares de la calle Leopoldo Cano.
En uno de estos últimos, en la base de un pozo a 5 m de profundidad se recuperó un lote formado por 40 vasos cerámicos completos, con cántaros, botijas, jarras y, sobre todo, cangilones o arcaduces. Estos últimos se asocian a una pequeña noria de rosario o paternóster, posiblemente de tiro manual, en la que los arcaduces se unirían a una cadena de hierro para lograr subir el agua hasta el brocal superior, mientras que el resto de piezas deben proceder de caídas no intencionadas desde la parte superior del pozo.
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