A mediados del siglo XIII el mercado de la ciudad se trasladó desde los alrededores de la iglesia de Santa María de la Antigua al emplazamiento de la actual Plaza Mayor, conociéndose desde ese momento como plaza del Mercado. Era un espacio abierto y ... amplio, donde podían ubicarse los numerosos mercaderes que venían a Valladolid y en cuyo entorno se instalarían los diferentes gremios.
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Este espacio surgió al sur del primer recinto medieval y del cauce septentrional del río Esgueva. Se encontraba muy próximo a la ermita del Santo Cristo del Escobar, templo de comienzos del siglo XII, que en torno a 1360 cambiaría su advocación por la del apóstol Santiago, convirtiéndose al poco tiempo en parroquia. No sería hasta finales del siglo XV, con las aportaciones del banquero y mercader Luis de la Serna, y principios del XVI, cuando se reedifique la iglesia y se amplíe con una capilla mayor y la torre, dando el aspecto que hoy conocemos a la iglesia de Santiago que preside la calle que tomó su nombre.
La plaza fue adquiriendo importancia en los últimos siglos de la Edad Media, integrándose en el crecimiento de la ciudad, que en esos momentos tenía marcado su límite con la segunda muralla. El espacio central estaba libre de construcciones, mientras que su perímetro se fue cubriendo con un abigarrado conjunto de casas, donde se irían aposentando los distintos gremios de mercaderes, destacando la instalación de la panadería, la pescadería e incluso de la cárcel.
Desde 1461 se celebraron la reuniones del Concejo en unas casas de la plaza, primero entre las calles Calixto Fernández de la Torre y Pasión, para posteriormente pasar a otros emplazamientos en el lateral meridional. Sin embargo, la debilidad constructiva de este caserío era destacada, lo que propició que se produjeran situaciones catastróficas, ejemplarizadas en diferentes incendios, de los cuales los más destacados fueron los de 1461 y, especialmente, el que se desarrolló entre el 21 y 23 de septiembre de 1561, que destruyó más de 670 viviendas. El Concejo solicitó ayuda económica al rey Felipe II, quien encargaría en 1570 a su arquitecto, Francisco de Salamanca, el proyecto de reconstrucción, en el que destacaba la colocación ordenada de los distintos gremios, oficios y servicios, a la vez que se establecía una gran plaza presidida por las casas del Consistorio.
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Jesús Misiego
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Este proyecto se convirtió en un hito del urbanismo, que serviría de modelo para otras plazas abiertas, como las ejecutadas entre el último tercio del siglo XVI y durante todo el XVII en España y América, rompiéndose con la tradición medieval de espacios irregulares. Se diseñó una plaza centralizada, con el Ayuntamiento como eje definidor en su costado septentrional, en comunicación funcional con otras plazas y calles del mercado. Su trazado se realizó a cordel, con un concepción moderna, pero a la vez clasicista, en la que prevalecían la regularidad, el orden y la geometría.
Estaba completamente porticada y sus soportales descansaban sobre columnas o pilares de granito, siendo un lugar abierto, en el cual desembocaban numerosas calles y callejones. Era un conjunto ordenado geométricamente, de mayor a menor, teniendo planta rectangular la Plaza Mayor, en triángulo la plaza de Fuente Dorada y el Corrillo, y en octógono el cruce de Quiñones-Lencería-Lonja y la plaza del Ochavo, uniéndose todas ellas mediante otras vías ortogonales y diagonales.
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Este diseño se conservó, en sus rasgos fundamentales, en los siglos siguientes, aunque en su evolución sufrió diferentes modificaciones de mayor o menor envergadura, que irían desde la construcción de nuevos edificios nada acordes con el conjunto, hasta el revocado de las fachadas originales o los cambios en dinteles, basas o fustes de los soportales.
La plaza tuvo una intensa rehabilitación a finales del siglo XX, mientras que en su espacio central se excavó un aparcamiento subterráneo, primero en 1970 con una única planta, que fue ampliada a dos entre 1996 y 1997. En ninguna de esas actuaciones se contó con supervisión arqueológica.
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Esto cambio en 2018, cuando se trasladaron los accesos hacia las calles adyacentes, intervención que propició la documentación de la cimentación de la primitiva fachada de la iglesia de Jesús, datada entre 1663 y 1675. Este lateral de la iglesia (marcado en el actual pavimento) fue seccionado para permitir la regularización de la calle Jesús, según el proyecto de Joaquín Ruiz Sierra, de 1881, levantándose en 1885 la fachada de ladrillo que ha llegado a nuestros días.
En el costado meridional de la plaza se ubicaría uno de los numerosos conventos que tuvo la ciudad, aunque por su singularidad acabaría convirtiéndose en un lugar de referencia para los vallisoletanos: el convento de San Francisco.
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