«Siempre ha sido uno de los sabores más vendidos, pero algo ha tenido que pasar durante este confinamiento porque la gente pide mucho más el de chocolate», asegura Luis Torío desde el otro lado de la mampara y el mostrador de Gelati Ernesto, un ... negocio que afronta su sexta temporada en la calle Ferrari y que el jueves 7 de mayo reabrió sus puertas para que también los helados estén presentes en la desescalada.«Podríamos haber abierto antes, porque al fin y al cabo es un alimento preparado para llevar, pero es que tampoco había gente por la calle».
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Con la progresiva vuelta al adoquín –y el inicio del buen tiempo, esta semana se superarán a diario los 30 grados– los helados son buena compañía para el paseo. Los bares de momento están cerrados. No hay terrazas. No hay posibilida, por ahora, de otro tipo de consumo y, con menos competencia, el helado es una opción.
Coronavirus en Valladolid
Ricardo Sánchez Rico
«Se nota sobre todo a partir de las 20:00 horas, cuando casi toda la gente puede salir y hacer deporte», asegura Alberto Carrascal, cuarta generación de la heladería La Toscana, un negocio que su abuelo Filomeno Fernández abrió en Zamora en 1930 y que desde 1985 también despacha sus helados artesanos en Valladolid, en el Paseo de Zorrilla. Abrió el 14 de mayo. «Los primeros días, que todavía hacía fresco, vendíamos sobre todo café para llevar. Ahora sí que despachamos más helados». Aunque, todavía, sin llegar a la plena actividad. «De momento, estoy yo solo, sin más trabajadores». Confía en que con el buen tiempo de estos días y, sobre todo, a partir del lunes, con la entrada en fase 1, la clientela aumente. «Tengo terraza y podríamos usarla al 50% de ocupación, aunque también es verdad que se hace complicado mantener la distancia de separación entre las mesas. Cuando te sientas en una terraza, te gusta estar cómodo, no encogido», reconoce Carrascal.
Iborra tiene previsto abrir el fin de semana y se plantea medidas para garantizar la distancia de seguridad entre la clientela, ya que el aforo del local apenas permitirá albergar a tres clientes debido a las restricciones de ocupación. «Habrá que ver cómo evoluciona... y también cómo es eso de comer helado cuando te obligan a llevar mascarilla», dicen en un negocio (ya la cuarta generación)que ha sufrido de cerca la dureza de la pandemia, ya que Manuel Iborra, el clásico heladero y turronero de la ciudad, falleció el 25 de abril, a los 87 años, en el hospital Río Hortega víctima del coronavirus.
«Por suerte estos días estamos trabajando bien. Yo abrí con un poco de miedo, de temor, no sabía muy bien si sería rentable, porque en una situación así no sabes cómo reaccionará la gente», asegura Torío. En su local hay carteles que recuerdan a la clientela que es mejor no tocar el mostrador, que hay que esperar a que el dependiente deje el cucurucho o la tarrina para luego recogerlos. «Se ha notado mucho que cada vez más gente paga con tarjeta. En los helados no son grandes cantidades y antes, apenas el 3% tiraba de ella». Ahora, dice, llega al 25%.
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En su local ha instalado mamparas de seguridad. En La Toscana han puesto butacas frente al expositor, para garantizar la distancia. «Y estamos todo el día con la bayeta en la mano, con los guantes y la mascarilla», asegura Carrascal, con 24 sabores en las cámaras y especial demanda de los «clásicos», como el mantecado, la nata y avellana. «Las personas mayores suelen pedir más los sabores tradicionales, como la leche merengada o el turrón. Y os chavales suelen tirar más por el oreo o coockies», dice Torío, 29 sabores de oferta y este año la tarta de queso como novedad. «Cada temporada intentamos introducir un sabor nuevo. Y luego, la demanda también cambia. Cuando llega el calor, cada vez se venden más los sabores de fruta», asegura. Su negocio está a la espera de la autorización municipal para montar las dos casetas de calle que instala en Santiago (cerca de la plaza de Zorrilla)y a la entrada del Campo Grande. «Espero que a finales de mes ya podamos vender allí, también con todas las garantías», explica.
Las heladerías han adaptado sus horarios a la nueva situación, debido a las franjas de paseo. Así, abren más tarde por la mañana y suelen tener los picos de actividad a partir de las 18:00 horas, con niños, y sobre todo de las ocho de la tarde, cuando se generalizan los paseos. «Y a las once, cerramos, porque ya no queda nadie», cuenta Torío, quien añade que ha subido también la venta de tarrinas grandes para llevar.
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