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Anass, okupa en Delicias: «Entiendo el miedo, nosotros también lo tenemos; no sabemos dónde ir»Anass, marroquí de 21 años, se asoma a la ventana del primer piso de Olmedo 4, el edificio de Delicias okupado desde el pasado viernes. La presencia de estos inquilinos ilegales ha movilizado a los vecinos del entorno tras las continuas entradas y salidas ... a este bloque en ruina en la zona más poblada del barrio. Hay miedo. El Norte invita al joven a bajar para conocer su situación y sus intenciones. Accede.
Lleva un gorro de lana puesto que tapa las heridas que aún curan tras la brutal agresión a martillazos que sufrió en otro foco okupa: el del Rancho Grande, junto al barrio de San Isidro. Otro residente de aquel conflictivo enclave la emprendió a golpes contra él en un arrebato causado, al parecer, por las drogas. «Yo estaba comiendo, vino por detrás y empezó a pegarme, no se por qué», relata en su castellano con acento árabe.
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La situación de tensión que se vivía allí le obligó a salir pitando. Y recaló en el que ahora es su cobijo. «Estoy yo y otra pareja, los otros dos que estaban ya se han ido», asegura. «Estamos aquí porque no tenemos a dónde ir; aquí no hay agua ni luz, ese es el problema y el edificio está muy mal, muy peligroso», reconoce. «No vamos a confiar, se puede caer en un momento, cualquier día... no estamos seguros», contesta cuando se le inquiere por el deteriorado estado de la construcción, con pisos apuntalados, desprendimientos y toda la red de tuberías destrozada.
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Este periódico le informa de que el lunes dos asistentes sociales del Ayuntamiento se acercaron hasta la calle Olmedo para ofrecerles una alternativa. «Aquí solo ha venido la Policía Municipal y la Nacional, ninguna persona más ha venido a decirnos si nos van a ayudar», asegura. Puede ser que el llamamiento de las técnicos fuera algo tímido, vamos que no las escucharan.
Entonces se le comenta que las trabajadores municipales les han dejado en el portal un papel con un teléfono apuntado para que les llamen. «No lo hemos visto, luego lo busco y pregunto si hacen algo con nosotros», avanza. Entiende que su presencia genere preocupación y miedo a los residentes del entorno y apunta que ellos también lo tienen. «Sí entiendo el miedo, nosotros también lo tenemos. No sabemos quién puede entrar, mira cómo está la puerta y las ventanas», apunta este joven que recoge chatarra y que tiene el «documento caducado», lo que le impide trabajar, según justifica.
Y es que desde el pasado 15 de mayo los asaltos al inmueble, cuatro de ellos abortados por los agentes municipales, han sido constantes hasta el punto de que en algunos momentos se han contabilizado hasta veinte personas dentro de esta decrépita construcción sobre la que pesa una orden de demolición desde el año pasado.
Este martes, operarios de una empresa, contratada por el Ayuntamiento, han tomado medidas a puertas y ventanas para tapiarlas en cuanto se pueda. Pero primero hay que dejar el edificio vacío y, de momento, siguen en él Anass y la otra pareja de la que habla el joven marroquí. Parece, por la conversación mantenida, que los tres estarían dispuestos a aceptar la ayuda municipal, pero en estos casos nunca se sabe.
También en la mañana de este martes ha acudido de nuevo una patrulla de la Policía Local y han intentado ponerse en contacto con los okupas. Fuentes del vecindario apuntan que no lo han conseguido y que se han retirado.
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