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Rescatar vides que quedaron en el olvido es la apuesta de Javier Sanz Cantalapiedra para probar cosas nuevas y en este empeño, ha conseguido demostrar que tienen mucho que aportar. En su bodega familiar Javier Sanz Viticultor situada en la Seca, Valladolid, lo que más hacen es verdejo, el vino típico de la zona, no obstante, han hecho algunas selecciones de algunas variedades que estaban perdidas y las han recuperado.
Las primeras uvas que rescataron fueron una variedad de verdejo denominada malcorta, por como su propio nombre indica, se vendimiaba regular, tirando a mal. Esto se debía a que lo que une el racimo con el pámpano, el pedúnculo, es muy leñoso y no se cortaba bien a mano, había que cortarlo con tijera o navaja y ralentizaba el proceso. Además los racimos son muy pequeños por lo que era más costoso.
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Estas dificultades hicieron que dejara de producirse porque se cortaba mal, a la hora de vedimiarlo a mano que es como se vendimiaba entonces. Ahora como se recoge con máquina desaparece ese inconveniente. Por esos problemas no se analizaron otros factores para hacer ese vino. «Lo que hemos mirado es que, independientemente de los problemas que tiene en el campo, en bodega da mucha calidad», sentencia Javier Sanz. Es un verdejo con una genética diferente: «Tiene una acidez propia más alta y tiene mucha más estructura».
Javier Sanz Cantalapiedra
Propietario de la bodega Javier Sanz Viticultor
Su rescate se produjo porque hace 15 años hicieron una reestructuración del viñedo, quitaron cepas viejas, pusieron otras nuevas, pasando de tener 6.000 hectáreas a tener 22.000. En estos cambios, la mayoría de la malcorta desapareció, pero algunas de las cepas que tenían las conservaron y las multiplicaron para ofrecer un vino distinto que lleva ya diez años en el mercado.
Hace muchos, muchos años había una cepa tinta dentro de un viñedo de uva blanca. Una vid solitaria de uvas coloradas que llevaba ahí toda la vida y nunca nadie había puesto reparo en ella hasta que un día… Esta historia, que parece el principio de un cuento, es el origen de la uva cenicienta.
«Buscando cosas diferentes multiplicamos esa cepa. Primero hicimos diez, de esas cepas hicimos vino, ese vino nos pareció que era correcto. Hicimos más cantidad y la calidad seguía siendo buena, así que en unión con la Junta de Castilla y León hemos creado un nuevo vino que se puede comercializar», así relata el propietario de bodegas Javier Sanz Viticultor como de una vid aislada han creado una variedad que genéticamente no estaba registrada en ninguna parte.
Su nombre viene por el color de las hojas de las vides, que son de un verde más claro casi ceniciento. Además, estas uvas están dentro de la D.O Rueda desde hace un año y se trata de «un vino diferente». «Huele a cenicienta, no huele a tempranillo, ni a merlot. Es un sabor particular, es cenicienta», detalla Javier Sanz que obviamente recomienda probarlo.
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