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El banquillo de la Segoviana, instantes antes de confirmarse el ascenso a Primera Federación. Óscar Costa

La historia de un ascenso desde el banquillo

El banquillo de la Gimnástica Segoviana se enteró de los goles del Cacereño ante el Numancia gracias a la afición y al teléfono móvil del fisioterapeuta del equipo azulgrana

Quique Yuste

Segovia

Jueves, 9 de mayo 2024, 06:46

El ascenso de la Gimnástica Segoviana a Primera Federación se puede tratar de explicar desde multitud de formas e imágenes diferentes, pero pocas evidencian mejor la tensión y la felicidad vivida que el banquillo del municipal de La Albuera. En su interior se pudieron observar prácticamente todas las emociones que puede sentir un ser humano: nervios, tensión, rabia, felicidad, emoción... Todo ello en menos de dos horas que tuvieron el mejor de los finales posibles.

Había dicho Ramsés Gil, el entrenador de la Gimnástica Segoviana, no que no iba a ser necesario que en el banquillo estuvieran pendientes del teléfono móvil o de la radio para saber qué ocurría en Cáceres, la otra ciudad en la que los azulgranas se jugaban el ascenso. Sabía el técnico que La Albuera iba a ser el mejor altavoz, tanto de buenas como de malas noticias.

Por ello, los jugadores y miembros del cuerpo técnico de la Segoviana empezaron el choque tranquilos. Todos sentados en el banquillo siguiendo las evoluciones de sus compañeros, pendientes de las jugadas como el lanzamiento al larguero de Javi Borrego que les hizo saltar por primera vez.

Todo empezó a agitarse a las 12:25 horas. El murmullo de la grada se convirtió en aplauso y Lele, el delegado del equipo, se giró a la tribuna para conocer qué pasaba. Hugo Marcos en el banquillo no tardó en entenderlo. «Gol de Cacereño, chaval», dijo a Astray, Fernán y Juan de la Mata, los compañeros que tenía a su lado derecho. A su izquierda, Héctor Oliva se ponía de cuclillas de los nervios y Abel Pascual se levantaba y agarraba del banquillo. El más efusivo era Astray. Se levantó con los brazos alto, recorrió el área técnica y volvió con golpe de euforia al banquillo incluido. Segundos más tarde, Oliva señalaba a su pierna como ejemplo del momento vivido. La primera vez que a la Sego se le puso la piel de gallina.

Los gritos de 'Sí se puede' despejaron cualquier momento de tranquilidad. La esperanza de un posible ascenso se estaba convirtiendo en realidad. Pero para ello, faltaba un gol que Rubén se quedó a centímetros de conseguir con un disparo lejano. Cuando sí acertó con un remate de cabeza, todo el banquillo saltó a celebrar. Todo estaba saliendo a la perfección en una primera parte que todavía tenía reservada un último minuto de traca.

De nuevo el murmullo y los aplausos en la grada. Los jugadores, esta vez, lo confirmaron con el teléfono móvil de Jaime Gómez, el fisioterapeuta del equipo. El Cacereño había hecho el segundo. Abel Pascual saltó y se quiso contener al instante. Astray no pudo hacerlo y de nuevo movió los brazos con fuerza para celebrar la noticia. Con el banquillo de pie, la Sego estuvo a punto de hacer el segundo en la última jugada del primer acto. Ya no se sentaron más. Directos al vestuario en plena euforia.

Pero todavía faltaba una segunda parte que podía ser un sufrimiento si el Numancia amagaba con remontar. Y la historia de la Segoviana está llena de trágicos giros de guión que hacían al equipo ser precavidos. Hasta que de nuevo Héctor Oliva y Abel Pascual vieron en el móvil del fisio que el Cacereño había marcado el tercero. Ya no se podía escapar. Por ello, el central palentino le decía a Juan del Estal, preparador de porteros, que había que cerrar el 1-0, un resultado que valía a la Sego y al Illescas. Se giró para explicárselo también a sus compañeros: «El mejor de los quintos por abajo no juega el 'play-out'». Por eso el Illescas estaba conforme con una derrota por la mínima.

Celebración

A partir de entonces se empezaron a suceder las pequeñas celebraciones. Los abrazos y besos con cada cambio eran cada vez más emotivos. Borrego lo celebraba efusivamente, con Fer Llorente algo más tranquilo en el banquillo. La noticia del cuarto gol del Cacereño tuvo una reacción inmediata. Llamó a Pedro Astray para sustituir a Manu, que iba a poder recibir el cariño de la afición en el que quizás ha sido su último partido. El de Riaza se fundió en un abrazo con el entrenador antes de sentarse solo en el banco exterior del banquillo, con la mirada perdida tratando de entender la envergadura y la importancia de esos instantes.

No estuvo mucho tiempo solo el capitán, que recibió las felicitaciones de sus compañeros. Se acercó también Ramsés Gil. Primero, miró a la grada y señaló al cielo con los ojos llorosos, emocionado con el recuerdo de las personas que ya no están. Después, se sentó con Manu en el banquillo. Ambos, con la sonrisa nerviosa de saber que estaban haciendo historia.

Ya en el descuento del partido, el banquillo entero estaba de pie. Borrego, Plomer, Hugo Díaz, Oliva, Abel Pascual y Fer Llorente se fundieron en un abrazo que Ramsés replicó con todo su cuerpo técnico. Le llamó Juan Carlos Renedo, vicepresidente del club, con lágrimas en los ojos. Ambos protagonizaron otro de los momentos de la mañana con su abrazo. Así esperaron a que el árbitro pitase el final. Manu lo vivió solo en el banco, tranquilo con la mayor gesta en la historia azulgrana; Ramsés, tirado en el césped de La Albuera, liberando la tensión acumulada durante los últimos meses; el resto, invadiendo el campo con lágrimas de alegrías en los ojos por haber convertido a la Segoviana en equipo de Primera Federación.

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