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La Gimnástica Segoviana gana por un exiguo 1-0 en el tiempo de descuento y su cuerpo técnico se abraza en la banda, dando la espalda a lo que ocurre en el campo. Ramsés Gil y Ricardo de Andrés, tras una carrera como jugadores llena ... de dramas, celebran el ascenso tranquilo. Porque hace media hora que en el campo solo se reparten balas de fogueo. El descalabro del Numancia en Cáceres (5-0) no tenía remedio y el Illescas aseguraba la permanencia con una derrota contenida. Así que cuando acabó el trámite, los dos minutos de descuento, Ramsés desató su locura y subió al palco para coger en brazos a su amigo Agustín Cuenca, el presidente que cogió a un club que rara vez superaba los 300 aficionados en La Albuera y celebró este domingo el título de liga del grupo V de Segunda RFEF ante más de 3.000.
Segoviana
Carmona, Silva, Sergi Molina, David López, Rubén, Manu, Fer Llorente, Plomer, Hugo Díaz, Javi Borrego y Dani Segovia.
1
-
0
Illescas
Christian Gómez, Viana, Marvin, Ranera, Alejandro Pérez, Simón, Collazo, Marcos Martín, Christian Molina, Javi Feria y Mingo.
Cambios Segoviana: De la Mata por Hugo Díaz (m. 61), Merencio por Borrego (m. 80), Fernán por Fer Llorente (m.80), Plomer por Hugo Marcos (m.85) y Astray por Manu (m. 85).
Cambios Illescas: Jorge Borona por Iván Simón (m.46), Cortazar por Alejandro Pérez (m.46), David Molina por Javi Feria (m.61), Junior por Mingo (m.73) y Dani Moreno por Collazo (m.85)
Goles: 1-0 Rubén Yubero (m.34).
Árbitro: José Antonio Muñoz Blázquez (Extremadura). Amonestó con amarilla a Manu por la Segoviana y a Alejandro Pérez por el Illescas.
Otros datos: Encuentro correspondiente a la 34ª jornada del grupo V de Segunda RFEF disputado en La Albuera con la presencia de 3.004 espectadores, el récord del curso.
Es fácil imaginar a los jugadores dando vueltas en la cama a la espera del amanecer, de la mañana de sus vidas. Quizás por eso los equipos salieron pronto y tuvieron que esperar el visto bueno del delegado para que todos los encuentros arrancasen de forma simultánea. Para entonces, La Albuera vestía de gala, con el mimado tifo de los Segovirras reivindicando que los azulgranas eran dueños de su destino. Con las gradas supletorias hasta arriba y un contingente de aficionados del Illescas que quisieron celebrar la temporada de un recién ascendido que llegó a ser líder.
Lo secundaron sus jugadores, que no renunciaron al balón, con una línea de tres centrales que busca más el equilibrio que guardar la ropa. Los primeros compases transcurrieron en la parcela azulgrana sin peligro reseñable, pues su zaga tiene escuela, máxime en La Albuera, donde cierra la temporada con 11 porterías a cero en 17 partidos. Molina y López lideraron desde atrás un dibujo reconocible, sin apenas probaturas, con los laterales fijos, Manu como eje, Llorente como medio diferencial y Segovia en punta, con Plomer y Borrego como acompañantes en la banda. El dibujo del ascenso.
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Tanta expectativa se tradujo en un inicio sin poco que narrar entre equipos que han convivido durante tres cuartas partes de la temporada en el mismo ring. La Segoviana se ha distanciado por su solvencia atrás y su chispa para resolver partidos. Estuvo cerca de prenderla Javi Borrego, que amortiguó con el pecho un centro pasado al segundo palo tras una prolongación de cabeza de Hugo Díaz hacia atrás y se sacó una volea que hizo temblar el larguero. Manos a la cabeza para el jugador que siempre ejecuta el remate más difícil.
El partido cambió por un gol a 251 kilómetros de Segovia. Porque ver a la grada levantarse y cantar el gol de Breñé para el Cacereño era un cartel luminoso: el tifo de Segovirras se hacía realidad, el destino estaba en La Albuera. El equilibrio emocional del periplo de Ramsés Gil saltó por los aires y la Segoviana metió el balón en la centrifugadora. Intensos en los cortes, yendo con todo a por los rechaces. Como el de Rubén, que sacó una volea cinematográfica desde el balcón del área que no cogió portería por poco. Los nervios estaban a flor de piel y fue el lateral, un prodigio táctico, el que aprovechó cada centímetro de su talla para embocar un testarazo picado al segundo palo ante una defensa adormecida. Las 12:34 y la Sego ocupaba el puesto de ascenso, una atalaya que no abandonaría.
Tras la celebración de rigor, la Sego siguió apretando y Plomer forzó un córner segundos después de la reanudación. Un arma de doble filo que obligaba a Sergi Molina a salvar algún conato de contra del Illescas. El frenesí se fue pasando, pero las pulsaciones volvieron a subir en el descuento cuando la grada volvió a bailar por el segundo gol del Cacereño, que jugaba con uno menos. No importó que el árbitro pitara falta azulgrana en último lance del primer tiempo, Manu se marchó al descanso con ese rostro de felicidad contenida y sacó el puño a la grada.
La póliza del segundo gol en Cáceres situaba todas las miradas en lo que ocurriera en La Albuera. El Illescas salió algo respondón y amenazó en una cabalgada de Borona. De nuevo, las noticias ocurrieron fuera: el tercer gol del Cacereño consumaba el drama del Numancia y sacaba de nuevo a bailar a la grada. Y se contagiaba Plomer, que se adueñaba de la pelota con el subidón, la perdía en una acción individual y obligaba a Manu a agarrar por la cintura a Javi Feria para frenar la contra. El capitán asumió la tarjeta y abroncó al balear.
Hasta aquí las hostilidades. El Illescas hizo análisis de daños y entendió que su derrota, mientras se mantuviera en la mínima expresión, era suficiente para la permanencia. Los toledanos estaban en puesto de 'play out', pero eran el mejor de los decimoterceros, así que salvaban la categoría: igualados a puntos con el Formentera, pero con un +4 en diferencia de goles frente a los baleares. El mensaje era claro: no me metas más goles y no buscaré el empate. Un acuerdo sin palabras, con gestos como un saque de banda a la altura del área azulgrana servido hacia atrás.
Lo entendió la Sego, que empezó a reconocer a sus héroes. Que Fer Llorente, proclamado por su entrenador como el mejor jugador de la categoría, deje un partido es síntoma de que el pescado está vendido. Se marchó junto a Borrego, el charro azulgrana, su tercer capitán. Y el último cambio fue para Manu, el riazano que pudo hacer carrera en lugares más ilustres y asentó los cimientos para comerse la guinda de las guindas. Nunca un «¡Campeones!» sonó tan bien en La Albuera: la muchacha segoviana está entre los 82 mejores equipos de España.
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